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A golpes y sangre reedita Zitlala su centenaria tradición de cruentas peleas

*Los peleadores vestidos con enaguas, huipil, pañuelo, botes y sombrero, simulando el varón y la mujer, ofrecieron tributo a sus ancestros que defendieron a su pueblo de los acechadores españoles y de los abusivos aztecas

Luis Daniel Nava

Con puños y sangre, los pobladores, de todas las edades de Zitlala, conmemoraron una edición más de la pelea de los xochimilcas.
Ayer, la plaza central de Zitlala, fue el escenario de cruentas peleas a golpes entre rivales de cuatro demarcaciones.
Los peleadores vestidos con enaguas, huipil, pañuelo, botes y sombrero, simulando el varón y la mujer, ofrecieron tributo a sus ancestros que de acuerdo a diversos relatos defendieron a su pueblo y sobre todo a sus mujeres de los acechadores españoles y de los abusivos aztecas.
En la víspera, los peleadores se prepararon emocional, espiritual y físicamente en las calles del pueblo.
El lunes, cada uno de los tres barrios, y la histórica comunidad de Tlaltempa recibió a un contado número de peleadores o xochimilcas para recorrer e ir bailando por las calles de su demarcación y pasar a traer a los demás peleadores que ayer se enfrentaron a sus enemigos.
Uno de los peleadores ya retirado, recordó que en sus tiempos el ritual de preparación comenzaba semanas antes.
El recorrido es acompañado de mezcal, aguardiente, alcohol, cerveza o tequila, o lo que el capitán o tendero les ofrezca.
Ayer, los peleadores agrupados en el barrio de la Cabecera y San Mateo pelearon contra los de San Francisco y la comunidad de Tlaltempanapa. Llegaron con unos 50 integrantes a la plaza del pueblo para mantener viva la tradición con golpes y sangre.
De acuerdo a relatos, la tradición rememora el dominio que los aztecas (o los españoles) mantenían en la región, cuando raptaban a las doncellas y se llevaban pertenencias valiosas.
Cansados del abuso, los naturales decidieron vestirse con enaguas y huipil como mujeres y atacar al enemigo hasta derrotarlo por la fuerza, a puñetazos, con cuchillo, machete o a pedradas.
Hay otra versión sobre cierta rivalidad entre los barrios, que no permitían que los hombres cruzaran su demarcación y pretendieran esas mujeres.
El origen de esta tradición, según los cronistas del ayuntamiento, data de alrededor 1650, cuando se erigió a Zitlala como vicaria agustina, teniendo como patrón a San Nicolás.

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