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Rubén Aguilar Valenzuela

Venezuela

La Venezuela de hoy vive una crisis profunda, el modelo de Hugo Chávez va a la baja y Nicolás Maduro ha resultado un presidente muy malo, pero todo esto junto no implica que el régimen de la República Bolivariana esté a punto de caer.
El problema más grande del país es que el sistema instaurado por el chavismo es inviable y por lo mismo incapaz de reproducirse por sí mismo. Vive sólo de la renta petrolera con la que importa la gran mayoría de los productos que se consumen.
La dependencia del petróleo y la débil plataforma productiva son problemas estructurales de la economía venezolana, pero el chavismo las ha exacerbado. El proyecto bolivariano ha obligado a buena parte de los empresarios a dejar el país ante la incertidumbre de la política económica del régimen.
Esto provoca que caiga la ya escasa producción nacional y que los importadores de productos básicos dejen de hacerlo por la carencia de dólares y el temor fundado de que el gobierno no les pague. Éste debe miles de millones de dólares a las empresas, entre ellas a las líneas internacionales de aviación, que todavía siguen llegando en espera de que les liquiden.
El 52 por ciento de los venezolanos simpatizan con el actual gobierno y el 48 por ciento se ubica en la oposición. El régimen que encabeza Maduro, a pesar de la crisis, es capaz de seguir dando empleo y prebendas, aunque cada vez menos, a los sectores sociales que lo apoyan.
La oposición no ofrece a las clases medias bajas y populares, base del chavismo, un proyecto alternativo claro que haga que éstas vean en ella una real posibilidad. Mientras esto no ocurra, el actual gobierno seguirá conservando esa precaria mayoría en la que se sustenta y legitima.
El colapso del modelo chavista es una realidad, pero su caída no es inminente. En la medida que el gobierno no pueda dar cosas tangibles a los sectores que lo apoyan, estos dejarán de serle fieles y buscarán en la oposición la posibilidad de salir de la crisis. En ese momento ésta podrá crecer y cambiar la correlación de fuerzas.
La propuesta del dirigente opositor Henrique Capriles, dos veces candidato presidencia, va en esta dirección. Apuesta al desgaste y derrumbe del modelo económico chavista. La de Leopoldo López, del partido Voluntad Popular, se inclina por acelerar las contradicciones y anima a la gente a tomar la calle. Esta propuesta al mediano plazo beneficia al gobierno, que vende la idea de que se gesta un golpe de Estado.
El cambio en Venezuela sólo va a tener lugar cuando se colapse el chavismo y una parte importante de sus bases tome distancia y busquen alternativas para salir de la crisis. En ese momento la oposición tendrá la mayoría en las próximas elecciones. El cambio político en Venezuela debe pasar por la vía de las urnas y no de un golpe de Estado.

Twitter: @RubenAguilar

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