Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Arturo Solís Heredia

CANAL PRIVADO

*El eco polarizador

Los gringos, como los mexicanos, tienden a señalar con reproche y desaprobación la frecuente polarización entre los legisladores demócratas y republicanos al debatir los asuntos prioritarios de su país. Como en estos días, por ejemplo, cuando el Congreso estadunidense es criticado por no pocas organizaciones civiles, por su incapacidad de llegar a acuerdos en varios puntos de la agenda legislativa. Y también como nosotros, los gringos parecieran no reconocer en esa imagen ningún reflejo de su propia cultura política.
Pero para varios analistas gabachos, la imagen es justamente eso: un reflejo de la polarización de la opinión de la sociedad civil en casi todos los temas importantes de la agenda pública; el fenómeno es conocido como el efecto echo chamber (cámara de eco), y aunque no es nuevo, el crecimiento vertiginoso de las redes sociales ha fortalecido su influencia.
Aunque se suponía que internet, antes que cualquier otra cosa, abriría nuestros ojos a nuevas perspectivas y experiencias, cada día esa suposición es más remota; en la medida en que la red digital se ajusta a nuestros intereses y gustos individuales somos más capaces de encontrar contenidos que nos divierten e invitan a seguir navegando. El contenido “feliz” casi nunca de-safía nuestros puntos de vista y eleva el riesgo de distorsionar la imagen que percibimos del mundo externo desde nuestro explorador.
En la superficie, esta personalización ha tenido un efecto positivo en la manera en que internet funciona, tanto para los anunciantes que dirigen sus productos a nosotros, como para los consumidores que disfrutan el filtro final de contenidos gratuitos que financia la publicidad: todos ganan.
Si usan internet de manera regular, cibernautas lectores, habrán visto ejemplos de esto, algunos más sutiles que otros: Netflix promueve películas y programas basados en nuestros hábitos de consumo; Twitter sugiere a quiénes nos gustaría seguir, cruzando nuestros contactos; y Google ofrece resultados claramente distintos basados en un montón de factores, incluso si no estamos conectados; el algoritmo de Facebook trabaja tiempo extra, diseñando sus contenidos a partir de quienes interactúan con nosotros de manera rutinaria, pero están lejos de acertar. ¿O normalmente les gustan o comentan los estados de alguien? Aunque los alucinemos, brincarán ante nuestros ojos todo el tiempo, no importa si sólo dicen “tengo hambre” o “llegando a Chilpancingo”. Pero los comentarios de personas que tendemos a ignorar son barridos debajo de la alfombra, aunque comenten asuntos relevantes como una boda o el nacimiento de un hijo.
Y reportar voces disidentes como trolls (libelos), supone que esas voces son tan escandalosas que no pueden ser genuinas, y así la ortodoxia de la comunidad se mantiene sin retos.
Superficialmente, perfeccionar este error parecería algo bueno. Después de todo, quién no desea estar rodeado por personas afines y protegido de aspectos de la vida que se prefiere evitar, ya sean amigos irritantes que agregamos a nuestros contactos porque nos dio pena rechazar, o artículos editoriales que nos encabronan.
El problema es que al aceptar esta personalización, nos aislamos voluntariamente de puntos de vista diferentes o discrepantes, reforzando sin darnos cuenta nuestra opinión sobre las cosas, y cerrando nuestras mentes a nuevas ideas y experiencias.
La premisa del efecto cámara de eco es simple, aunque hay pocos estudios al respecto: si nos rodeamos de voces que replican opiniones similares a las nuestras, éstas serán entendidas en nuestra cabeza como mayoritarias, hasta el punto de que pueden distorsionar nuestra percepción de lo que es el consenso general.
Algunos sicólogos afirman que si el efecto cámara de eco existe, es parte del constructivismo social y de cómo le damos forma al mundo que nos rodea de manera distinto a otros, por varias razones. Existen evidencias, por ejemplo, de que las personas que hablan varios idiomas construyen el mundo que las rodea con mayor diversidad y amplitud que las que sólo hablan su lengua materna. “El efecto cámara de eco”, dice Graham Jones, sicólogo estadunidense especializado en el fenómeno de las redes sociales, “es parte de algo previsible desde la sicología: cuando personas con opiniones similares se juntan, tienden a construir versiones del mundo de acuerdo con lo que conversan y, en consecuencia, inevitablemente se convierten en prejuicios”.
En un estudio de sociólogos ingleses acerca de este fenómeno, se documentan comentarios de lectores de los portales de internet de los diarios británicos The Telegraph y The Guardian (de tendencias conservadora y liberal, respectivamente), sobre notas que cubrían el mismo hecho. Los contrastes entre las opiniones de ambos grupos son evidentes; pero además, quienes discrepaban del consenso general son calificados como trolls.
Algo muy similar sucede en los portales de los diarios mexicanos en internet. Pareciera que hemos llegado al punto en donde ofrecer una opinión distinta es visto como un intento deliberado de agredir a otros.
Otro sicólogo especialista en redes sociales, Tom Stewart, afirma que “es muy difícil revertir estos conflictos”. En este sentido, se refiere a la teoría de la disonancia cognoscitiva de su colega Leon Festinger, que demostró, entre otras cosas, que las personas buscan activamente voces que confirmen sus creencias para resolver sus conflictos internos. “Esto es algo que internet vuelve increíblemente sencillo, sin bloqueos geográficos. Internet, sin duda fortalece la polarización de la opinión pública”.
En estos días preelectorales guerrerenses, basta pasear un rato por las redes sociales para confirmar esta teoría.

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