Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Anituy Rebolledo Ayerdi

Cómo han pasado los años (XXXV)

Cuatetes y popoyotes

Era tal la abundancia de especies marinas en el puerto –y tan baratas–, que algunas lagunares eran despreciadas por buena parte de la población. Si las mojarras, el pargo y el robalo costaban apenas unos cuantos pesos, las loras, los popoyotes y los cuatetes quedarán desterrados de las mesas acapulqueñas y en igual forma de la oferta turística.
Pronto, sin embargo, el cuatete, sus largos bigotes y sus espinas mortales saldrá de su absurda marginación culinaria. Cuando se le identifique como pariente de la familia pomadosa del bagre y se difundan sus presumibles propiedades afrodisiacas. Por esto último será llamado aquí “rompecatres” o “viagra costeña”. El caldo de cuatete y el “cuatete enamorado” se convertirán en alimentos consumidos vorazmente por parejas de lunamieleros: “para no fallar” explicaban ellos. Sobre el mismo tema, orgullosos habitantes de Tres Palos pregonarán descendencias múltiples, gracias al cuatete y no por seguir la divisa contenida en el nombre de su pueblo.
A propósito de las espinas del cuatete. El maestro Alejandro Martínez Carbajal, cronista non de Acapulco, disfrutando su “año sabático”, reseña un suceso bastante espinoso, ocurrido en Atoyac de Álvarez. Dos árboles de mango corriente eran casi venerados por la población por haber sido sembrados por el general don Juan Álvarez. Pasmosa e adjudicada al cuidado amoroso por parte de los lugareños. Dos casi monumentos históricos tan verdes como sabrosos.
Fue por tal celo patriótico que no hizo falta ninguna ordenanza municipal obligando la preservación de mangos tan añosos y así lo tenían entendido los propietarios del predio que los albergaba. Sucederá, sin embargo, que un buen día la población testifica azorada la paulatina sequía de aquellos gigantes centenarios. Y así día con día hasta quedar solo ramas fantasmales. Solo entonces se aceptará la extinción por causas naturales de los “palos de mango del General”.
No faltará en aquel momento un desconfiado sierreño a quien, pese a la aceptación pública, le parezca extraña aquella extinción y decida investigarla. No le llevará mucho tiempo descubrir un doble “arboricidio”. Los mangos sembrados por Juan habían muerto por los efectos de una o varias espinas de cuatete, clavadas en sitios estratégicos de sus largos troncos. Un hábil recurso puesto en práctica por los terratenientes, urgidos por vender fraccionado aquel terreno. Deberá anotarse que el genial “detective botánico” llegó a tan rápida conclusión por experiencia propia. El mismo había usado las espinas del cuatete para deshacerse de una gigantesca parota que amenazaba integridad de su bajareque.
¿Y el popoyote? Quién lo dijera, la especie lacustre con apariencia de un ser mitológico entra al mundo de la ciencia apenas en 1950. El investigador estadunidense Robert Rush Miller, del Museo de Historia Natural de Michigan (USA), lo registra como “especie nueva y diferente” basando sus sus investigaciones en Oaxaca y Guerrero. Al humilde y mal visto popoyote le saldrán entonces nombres rimbombantes e impronunciables: osteichthyes, Actinopterygii y cyprinodontiformes. Pero el popoyote se le quedará.

Jackie y John

Jackie Bouvier y John F. Kennedy contraen matrimonio católico en la iglesia de St Mary, de Newport, bajo los oficios del arzobispo de Boston, Richard Cushing. Un día después, el 2 de septiembre de 1953, las crónicas de sociales la califican como la boda del año, haciendo hincapié en los mil 400 invitados. Otro acento de la crónica se colocará en la sencillez del vestido y atuendo de la novia, creación de la diseñadora neoyorquina, Ann Lowe. Cuando la fiesta alcance su punto cumbre, los novios huyen pues les urge llegar a Acapulco.
Aquí, Jackie y John son esperados en el Aeropuerto Internacional por el licenciado Miguel Alemán Valdés, quien está por cumplir su primer año como ex presidente de México. Éste les ofrece su propia residencia de Puerto Marqués como nidito de amor y hacía allá los conduce:
–¡Para ustedes solitos,¡ –lo ofrece, malicioso y sonriente!
–¡Oh, my God, solitos nunca! –reprochará más tarde una sonriente señora Kennedy. Recordará divertida que por estar rodeados de tanta gente amable, dispuesta a cumplir sus mínimos caprichos, ella y John no pudieron proclamar aquello clásico de “¡al fin solos!”. También, en los alrededores, vimos muchos militares camuflados, algunos parecieron como salidos de una película de Pancho Villa.

La confesión

El presidente John F. Kennedy y su esposa Jacqueline B. de Kennedy regresan a Acapulco una década más tarde, ahora como invitados del presidente Adolfo López Mateos y su esposa doña Eva Sámano Bishop, guerrerense de San Miguel Totolapan. El último día de la visita, los huéspedes agradecen las atenciones con una cena en La Perla del Hotel El Mirador. Ahí, el presidente Kennedy escandaliza a la diplomacia ortodoxa al pedir a su esposa que haga el ofrecimiento:
La primera dama estadunidense habla de su cariño por México y todo lo mexicano; de sus visitas anteriores a “este maravilloso Acapulco,” primero de vacaciones con su hermana Lee y más tarde con John para disfrutar su jánimun.
–No fue consejo de ningún agente de viajes. Frente a un globo terráqueo , John y yo le dimos vuelta para escoger al azar el destino de nuestra luna de miel. Yo señalaba con mi índice derecho. La tercera vuelta era la decisiva y, como se sabe, yo apunté hacia Acapulco. Hoy, sin embargo, sintiéndome entre amigos, deseo que hacer esta confesión: ¡John, querido, te hice trampa!

Bill y Hillary

Bill y Hillary Clinton, quienes formarán la pareja presidencial que se esfuerza más por parecerse a los Kennedy, incluso en la bragueta fácil del señor, también disfrutaron su luna de miel en Acapulco (1975). Lo hicieron en el hotel El Mirador, aunque apenas lleguen a la Casa Blanca, habrá competidores que presuman de huéspedes tan distinguidos. Exhibirán incluso sábanas blancas: “Ni modo que la dejáramos como estaban!, justificarán. Se alude al término “pareja presidencial” por haber sido acuñado en México por los Fox-Sahagun, que lo fue sin duda. La pareja presidencial más cursi, grotesca y depredadora a partir de Maximiliano y Carlota, a quienes trataron de imitar, pero a lo naco.

El rock

Fue en la mera mitad de los años 50 cuando México sufre la severa sacudida, por el estallido de nuevas sonoridades musicales procedentes de allende las fronteras. La producida por el rock and roll será de varios megatones y sus efectos sociales integrados a la mexicanidad. Hasta 1956 todo había sido de oídas en la radio y en discos importados. Los ídolos satanizados , Elvis Presley y Bill Halley y sus cometas.
Habrán de pasar dos años para que se escuche un disco mexicano de rock en español ¡cantado por una mujer! Ella fue Gloria Ríos y su grabación se tituló El Relojito. Nada original, por cierto, porque se trató de una versión hispana del tema Rock around the clock, considerado no obstante como la primera del rock mexicano.
Perdido el miedo a las anatemas y condenadas de la moralina galopante y también de los intereses oscuros defendidos por periodistas y locutores, surgirán grupos y más grupos. Jóvenes sin mayores talentos para la música, pero magníficos imitadores y genios para refritear todo lo que venga del otro lado. Ahí estarán formaditos Los Rebeldes del Rock (Melodía de amor, Siluetas, Rock del angelito); Los Teen Tops , liderados por Enrique Guzmán (Confidente de Secundaria, La Plaga y El Rock de la cárcel) y Los Locos del ritmo (Yo no soy rebelde, Tus ojos ): Los Camisas Negras con César Costa (La Bamba, fusilada al trágico pocho Richie Valens) y Johnny Laboriel con Los Rebeldes del Rock ( Hiedra venenosa). ¿No ca…?

María Eugenia Rubio

Refiere Federico Arana (Guaraches de ante azul, la historia del rock mexicano) que María Eugenia Rubio actuaba en 1957 en El Pigalle, logrando colocarse entre los más exitosos protagonistas de los grandes años del rock, En julio grabó El Túnel del amor y en septiembre Cándida (con Los Electrónicos). Otros de sus éxitos fueron: Mi banco de escuela, Mágica luna, Fuiste tú, Eso, eso y Prende esta mechita. Las hermanas Jiménez fueron sus files coristas.
Junto con María Eugenia otras damas lograron mantener contra viento y marea el ritmo apropiado por la juventud mexicana. Algunas: Angélica María, Leda Moreno y Vianey Julián.
María Eugenia Rubio fue acapulqueña durante los 30 años que vivió al lado de los suyos. Todo había empezado con un contrato para cantar en el centro nocturno Bum Bum, en Caleta, propiedad de Beto Barney. Éste ya no la dejará regresar.

¡Oh, los cincuentas!

Años locos y turbulentos que atestiguan la adopción mexicana del mambo de Pérez Prado (Qué rico mambo, Mambo número 5, El ruletero y Mambo número 8, entre otros). También, a mediados del tostón, el lanzamiento espectacular del cha cha chá con la orquesta del cubano Enrique Jorrín (Los Marcianos, Las clases del chachachá, El Bodeguero y Señor Juez, entre un montón).
Misma mitad del siglo XX. Se inicia la carrera especial entre las dos grandes potencias del mundo –mejor que la guerra caliente–, cuya culminación será la breve visita del hombre a la Luna. La URSS lanza en 1957 el primer satélite artificial bautizado como Sputnik, que en ruso quiere decir satélite (¡ah, la baba!).
Quizás la narración del despegue del Sputnik fue escuchada en la apenas naciente radio de transistores y hasta es posible que se haya visto en la televisión. El invento cumplía en México ya siete años (Canal 4). Mismo canal cuya primera imagen llegará Acapulco hasta en 1960, una vez instalada la antena repetidora en el cerro de Los Lirios (colonia 20 de Noviembre).

Canuto y Emilio

Esta primera trasmisión será vista por dos personajes disímbolos en el quiosco redondo de la plaza Álvarez, solitos y sus almas: El alcalde Canuto Nogueda Radilla, El rey de la guaca, y Emilio Azcárraga Vidaurreta, El zar de la radio y la televisión. Las carcajadas de ambos hacían retumbar el Zócalo, disfrutando las caricaturas de El Correcaminos. ¡Bip bip!

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