Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Carlos García Jiménez

BAJO EL ALA DEL SOMBRERO

*De la hambruna global a la soberanía alimentaria local

(Primera de tres partes)

La toma de la ciudad de México el 6 de diciembre: para levantar la bandera de Villa y Zapata, y por los 43.

El pasado 30 de noviembre, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) reconoció a 13 países (entre ellos a México) por haber logrado disminuir al 50 por ciento la subalimentación entre 1990 y 2012, tal como se propuso en la Cumbre Mundial de Alimentación de 1996 y en los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) en el año 2000. Sin embargo, a pesar de este célebre anuncio, las cifras reales de hambrientos en el mundo sigue en ascenso; aún en aquellos 13 países, las disminución de las cifras porcentuales de hambrientos es engañosa en virtud de que las cifras absolutas se han mantenido o se han incrementado en virtud de que la población año con año ha crecido.
Los ODM fueron proclamados en la Cumbre del Mileno por 189 países. Su primer objetivo plantea reducir a la mitad, en 2015, la proporción de personas que sufren hambre en el mundo y que viven con menos de un dólar por día. En los mismos términos se acotaron –aunque hasta ahora con resultados más pobres– los otros siete objetivos: lograr la enseñanza primaria universal; promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer; reducir la mortalidad infantil; mejorar la salud materna; combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades; garantizar la sostenibilidad del medio ambiente; y fomentar una asociación mundial para el desarrollo.
La inclusión de México en dicho reconocimiento se debe seguramente a los reportes recientes emitidos por el gobierno en relación a la Cruzada Nacional Contra el Hambre (CNCH) y los programas vinculados, tales como el Prospera (antes Oportunidades), los comedores comunitarios y el Proyecto Estratégico para la Seguridad Alimentaria (PESA), en cuya operación se pone más énfasis en enfrentar las consecuencias y no las causas de la pobreza y el hambre; es decir, los apoyos que se entregan de manera individualizada mediante esos programas, generalmente sirven para paliar momentáneamente las carencias de los beneficiarios, y no a modificar la dependencia externa de insumos y alimentos. En tanto, el hambre, la malnutrición y la obesidad siguen calando a cerca de la mitad de la población del país.
Ubicado en el segundo lugar de las entidades más pobres del país, Guerrero dispara sus porcentajes de población pobre y con hambre muy por encima de las cifras nacionales (al 67.7 por ciento con respecto al 46.3 por ciento nacional), lo que explica los efectos perniciosos reflejados en delincuencia, corrupción, desempleo, emigración, actividades ilícitas e ingobernabilidad, entre otras.

Las cifras de la pobreza y el hambre

La pobreza alimenta al hambre, pero también el hambre alimenta a la pobreza; éstas son dos calamidades que van de la mano; la insuficiencia alimentaria merma el desarrollo físico e intelectual de hombres, mujeres, niños y niñas, y con ello su capacidad productiva que podrían generar una mejor condición de vida.
Según el Consejo Nacional de Evaluación de las Políticas de Desarrollo Social (Coneval): “Una persona se encuentra en situación de pobreza cuando tiene al menos una de las seis carencias sociales: 1. Rezago educativo, 2. Acceso a servicios de salud, 3. Acceso a la seguridad social, 4. Calidad y espacios de la vivienda, 5. Servicios básicos en la vivienda, y 6. Acceso a la alimentación. Y cuando su ingreso es insuficiente para adquirir los bienes y servicios que requiere para satisfacer sus necesidades alimentarias y no alimentarias”.
Una persona se encuentra en situación de pobreza extrema “cuando tiene tres o más carencias, de las seis posibles, dentro del índice de privación social y que, además, se encuentra por debajo de la línea de bienestar mínimo. Las personas en esta situación disponen de un ingreso tan bajo que, aun si lo dedicase por completo a la adquisición de alimentos, no podría adquirir los nutrientes necesarios para tener una vida sana”.
En 2010, a nivel nacional, la población en situación de pobreza fue de 52.1 millones de personas, lo que representó el 46.3 por ciento del total de la población. De ésta, la población en pobreza extrema fue de 12.8 millones de personas que representan el 11.4 por ciento de la población nacional, misma que no dispone de las condiciones mínimas para adquirir la canasta básica alimenticia. La mayoría de esta población se concentra en los estados de Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Tabasco y Durango. De los seis indicadores de carencias social cabe resaltar que, precisamente en el de carencia por acceso a la alimentación (tema con el que la FAO reconoció a México) el porcentaje de población aumento de 21.7 por ciento (24.3 millones de personas) en 2008 a 24.9 por ciento (27.9 millones de personas) en 2010, considerando que la población nacional era de 112.3 millones de habitantes.
En Guerrero el Coneval muestra cifras más drásticas. “En 2010, del total de la población que habitaba en el estado (3,390,421), el 67.6 por ciento se encontraba en situación de pobreza, es decir, 2,290,679 personas tuvieron al menos una carencia social y no tuvieron un ingreso suficiente para satisfacer sus necesidades básicas”. En el mismo sentido, el “31.6 por ciento del total de la población del estado se encontraba en situación de pobreza extrema, lo que significa que 1,070,793 personas tuvieron tres o más carencias sociales y no tuvieron un ingreso suficiente para adquirir una canasta alimentaria. Los municipios con mayor población en situación de pobreza son: Cochoapa el Grande (95.9 por ciento), Metlatónoc (94.7 por ciento), José Joaquín de Herrera (93.3 por ciento), Atlixtac (93 por ciento) y Tlalixtaquilla (92.6 por ciento); los que se ubican con la mayor población en extrema pobreza siguen encabezados por Cochoapa el Grande, Metlatónoc y José Joaquín de Herrera.
“El porcentaje de población guerrerense con carencia por acceso a la alimentación aumentó de 34.0 por ciento a 42.6 por ciento, casi el doble del porcentaje nacional para el mismo 2010. En términos absolutos el número de personas con esta carencia aumentó de 1,134,045 a 1,443,343 personas, es decir, el número de guerrerenses con carencia por acceso a la alimentación se incrementó en 309,298 personas.”
Aunque estas cifras, venidas del principal organismo público encargado para medir la pobreza y evaluar las políticas de desarrollo social (el Coneval), son altisonantes y pueden tener un margen de error, sin embargo sirven para referenciar las políticas públicas de desarrollo en el territorio nacional. Con estas cifras, Guerrero se ubica entre las entidades que padecen hambre y pobreza extrema en el mundo.
¿Por qué en Guerrero a pesar de que cada año aumenta la inversión pública, sus índices de pobreza siguen entre los primeros lugares a nivel nacional? ¿Qué es lo que debe cambiar en el ejercicio gubernamental para que su papel en la promoción del desarrollo sea más eficaz? ¿Hacia dónde deben enfocarse las decenas de miles de millones de pesos enmarcados en la CNCH, el Plan Nuevo Guerrero y el presupuesto ordinario de 2015 para que redunden en el desarrollo integral de la entidad? ¿Cómo debe asumir la población en situación de pobreza los programas de combate al hambre, para que efectivamente impacten en el mejoramiento de su calidad de vida? A propósito de la crisis de gobernabilidad que hoy vivimos, a causa de los 43 desaparecidos, ¿qué debe cambiar en Guerrero para que incursionemos a una etapa de gobernanza en materia de combate del hambre y la pobreza?
Estas son algunas preguntas que el intentar responderlas puede ayudar a clarificar el camino que podría conducirnos a los guerrerenses a transitar de la actual situación de hambre y pobreza global que padecemos a la de soberanía alimentaria local, entendida ésta como, “el derecho de los pueblos, de sus países o uniones de estados a definir su política agraria y alimentaria, sin dumping (competencia desleal) frente a terceros países; también, el derecho de los campesinos a producir alimentos y el derecho de los consumidores a poder decidir lo que quieren consumir y, cómo y quién se lo produce”.

* Bajo el ala del sombrero es un espacio de análisis y propuestas para la transformación del campo desde la visión y acción cotidiana de los campesinos

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