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Llenan residentes y turistas las playas de Caleta y Caletilla, pero consumen poco en negocios

Mariana Labastida

Entrar o salir de las playas Caleta y Caletilla después del mediodía se convirtió en una situación de paciencia si se iba en transporte propio o público, debido al tránsito lento.
La mayoría de los visitantes de esas playas del puerto en el día de Navidad eran residentes que llegaron con bebidas y alimentos. Poco fue el consumo en restaurantes, aseguraron prestadores de servicios turísticos.
La llegada de los visitantes a la playa volvió lento el tránsito, pues después de pasar el hotel Acamar la búsqueda de un espacio para estacionarse y los camiones urbanos que se paraban ocupando el carril completo sin permitir el paso mientras subían pasaje, ocasionó que por minutos los conductores se quedaran detenidos.
En un intento por mejorar el tránsito, integrantes de la Gendarmería táctica dieron instrucciones a los conductores para que no se hiciera un nudo vehicular.
Caleta y Caletilla estuvieron llenas ayer. Todas las sombrillas, toldos y palapas estaban ocupadas, e incluso algunos visitantes llevaron toallas o tapetes para no tener que rentar y ocupar un espacio en la playa donde sentarse, sin que eso requiriera un desembolso.
La gente iba y venía entre los que salían de la playa a buscar algo de comer y regresaban. A las 5 de la tarde empezaron la retirada. Eso generó un incremento en el congestionamiento vial, por ello los camiones urbanos no llegaban a la terminal y se regresaban frente al acceso a Caleta.
María Elena Rodríguez fue una de las residentes de Acapulco que decidió ir a la playa en Navidad, acompañada de sus hijos y nietos. Trece integrantes de su familia llegaron a Caleta a la 1 de la tarde, con una hielera, bolsas con ropa y otras con parte de la comida que les quedó de la cena de Nochebuena.
“Es tradición salir el 25 a la playa, así que nos vinimos para acá”, dijo María Elena, quien con su familia fue de la colonia Los Lirios, ubicada bajando la Cima, hacia las Cruces y a Caletilla en transporte público porque no tienen vehículo propio.
El presidente de la sociedad cooperativa producción turística Las Playas, Roberto Arellano, explicó que el día de Navidad los que más acuden a la playa son los residentes de Acapulco, que es menor la cantidad de turistas. “Las excursiones que vienen son de supermercado y hoy (ayer) los que llegan consumen poco, piden una cosita para que les prestemos las mesitas y sillas, los que vienen son de las colonias”, indicó.
Roberto Arellano dijo que a partir de hoy se verá si el turismo que visite Acapulco en la última semana del año tiene poder adquisitivo o no, porque aunque ayer se veía la playa llena “no quiere decir que nos vaya de maravilla, ahorita traen el recalentado”.
El presidente de la Unión de Restauranteros de playa Caletilla Juana Márquez Quiroz, José Luis Laredo Vargas, expuso que además de que quienes fueron hoy a la playa llevan sus alimentos, los que no los compran, pero a los vendedores informales que están en diferentes puntos de Caleta y Caletilla.
En el acceso al muelle se ofrece a los que pasaron a los paseos en lancha de fondo de cristal enchiladas, tamales, arroz con huevo, plátanos fritos, quesadillas, esquites, elotes, agua fresca, nieve, recuerdos, huaraches y ropa de plata. Lo mismo se puede ver a los vendedores informales ofreciendo por la playa.
Por los mercados y entre los restaurante se observaron grupos de visitantes, algunos pequeños como el de Lorena Chávez y Julián Perea, que viajaron con otra persona y un menor a Acapulco para celebrar la Nochebuena y Navidad, y se regresan mañana a Pachuca, Hidalgo.
Llegaron a Caleta por equivocación, “queríamos ir a Pie de la Cuesta”, indicó Lorena mientras comía un plátano con lechera. Regresaban de La Roqueta donde pasaron el día después hacer el recorrido el lancha para ver a la Virgen de los Mares.
Ellos estaban indecisos entre viajar a Veracruz o Acapulco, y ganó el segundo por el descuento de la Autopista del Sol y la cercanía con su lugar de origen.
Julián dijo que se van contentos con el trato que les dieron en Acapulco, que les pareció un lugar tranquilo aunque “la vigilancia impone un poco, ver militares, policías y marinos”.

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