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Últimos días de vacaciones; del amanecer apacible en la playa al estruendo del mediodía

Karla Galarce Sosa

La arena comenzó a ser rastrillada a las 8 de la mañana. A esa hora, ya había familias nadando en la playa, atletas ejercitándose tanto en la arena como en la banqueta de la avenida Costera, jóvenes trasnochados que servían las últimas copas y parejas que atestiguaron el amanecer.
El tráfico aún era fluido frente al Asta Bandera, desde la Base Naval hasta el centro del puerto. Todavía no eran instalados los centros de atención de Profeco, ni tampoco el de la Profepa. No llegaban los médicos del ISSSTE ni de la UAG.
La familia Godínez llegó en la madrugada de Tlaxcala, pero no encontraron habitaciones disponibles en los hoteles de la zona Dorada, así es que decidieron ver el amanecer en la playa Papagayo, donde dejaron maletas, se quitaron los zapatos y colocaron sus pertenencias en las escalinatas del Asta, para nadar desde muy temprano en una tranquila playa donde sólo había algunas personas nadando.
Otros que tuvieron la suerte de disfrutar de una playa semivacía fueron Karime y Alfonso, una pareja de enamorados provenientes de Chilpancingo que se escaparon “el fin de semana”, para pasarlo “juntos en Acapulco”, antes de volver a sus respectivos trabajos. Ellos sólo cargaban con una pequeña maleta y sus chamarras, pero también se metieron al mar.
El suave movimiento del mar y su murmullo era tenue después de las 8:30, pero el sonido de la ciudad y sus visitantes poco a poco fueron opacándolo pues el ruido de los motores de los vehículos, la música de los teléfonos celulares con bocinas integradas, o los estéreos de los vehículos recién estacionados, y hasta los vendedores de comida eran más fuertes.
La tranquilidad que se vivía antes de las 9 de la mañana se tornó ambiente de fiesta, con interminables desfiles de familias que presurosos ocupaban las sombrillas, los toldos y las escasas palapas disponibles.
El panorama durante la fiesta en pleno, alrededor del mediodía, se mantuvo con decenas de personas pescando en la zona rocosa de la playa conocida como “de los viejitos”, nombre que adquirió porque allí llegaban “los más viejos” de las familias, así como los más pequeños, pues el espejo de agua es similar al de una alberca, explicó una familia de acapulqueños que llevaba a pasear a sus parientes provenientes de Querétaro.
Además del panorama de pescadores en las rocas, también se veían aeroplanos de unicel, a las trenzadoras, a los vendedores de pulpas, a los meseros y a los que ofrecen golosinas hasta las zonas de descanso de los turistas y visitantes.
A pesar de que estuvo limpia, la playa poco a poco se fue cubriendo de plásticos, de restos de comida y desechos de las fiestas atrasadas que aún tenía un grupo de muchachos que fueron convocados por Juan Fernández, un acapulqueño que reunió a sus amigos de la preparatoria para pasar juntos el año nuevo, después de 15 años sin verse.
Ellos, entre tambaleos, ofrecían cervezas a las muchachas deportistas que pasaban corriendo frente a ellos. “¡Oye! Ven a festejar con nosotros”, les gritaban y al mismo tiempo, alargaban el brazo para ofrecer una botella de cerveza que de inmediato, era rechazada por las jóvenes que seguían de largo su carrera por la playa.
Los integrantes de la Gendarmería llegaron en punto de las 8 de la mañana y, a esa hora detenían el escaso tráfico que había para permitir que los peatones cruzaran la avenida Costera frente al parque Papagayo.
Sin embargo, conforme pasaban las horas, el tumulto de la playa y la gran cantidad de vehículos los obligó a establecer “tandas” de personas para detener de vez en cuando el tráfico y permitir el paso a las familias que iba o llegaban a la playa.
Los Godínez, el grupo de ocho jóvenes reunidos por Juan Fernández y la pareja de Karime y Alfonso, se quedaron en alguna palapa o sombrilla antes de que fueran ocupados por un sin número de familias que poco a poco ocuparon hasta las primeras filas, pero coincidieron en que esa playa es la única que les permite apreciar el amanecer sin un edificio cercano, pues el resplandeciente sol, es un atractivo más en el puerto de Acapulco.

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