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Federico Vite

El lobby literario

Si pasea la mirada por las páginas de publicaciones en las que los críticos, reseñistas y articulistas especializados en literatura pulverizan las novelas en aras de una ética literaria, se dará cuenta que esos especialistas cobijan la obra de ciertos autores a los que muchos escritores noveles consideran parte del mainstream nacional. Es consabido que hay prebendas en el ámbito literario, favores y, por supuesto, omisiones que ayudan a no calificar de erróneos ciertos libros, porque seguramente se dará cuenta que muchos especialistas no destacan los errores de novelistas consagrados, o de esos novelistas que desde trincheras extravagantes –funcionarios públicos u organizadores de actividades en las que se muestra la obra de autores en busca de consagración autoral– defienden su chamba. Palabras más, palabras menos, el silencio también forma parte del continente literario. Y el silencio también juega en contra de los autores que valen mucho la pena, pero de quienes se escribe muy poco, en secreto, como si el hecho de hablar de alguien que hace bien su trabajo fuera una ofensa para quienes forman parte de esa aristocracia literaria, de ese parnaso que a la distancia parece solidificado por la clase social, la educación alta y el goce estético pleno, pero afortunadamente tiene fisuras. Se necesita ser muy bueno, arriesgado y propositivo para generar las vías por donde se filtrará esa obra que vale la pena, pero sin duda se debe poner en práctica lo que se denomina lobby literario, esa palestra de prebendas que afinca la amistad y en mayor o menor medida facilita el ingreso a ciertos espacios.
El silencio generado por los críticos forma parte esencial del negocio que buscan los autores; se calla y con ello se conceden virtudes, genialidades y talento de sobra para esos integrantes del mainstream. ¿Qué pasa cuando un buen libro, escrito por alguien sin el perfil para formar parte de esa aristocracia, es loado constantemente por los especialistas? Ese autor tendrá que hacer el doble de esfuerzo para su siguiente libro y con tenacidad tendrá buenos resultados, pero lo mejor es que ya contará con el aval de esas células de la aristocracia que lo recuerdan como un escritor de fuerza y talante denodado, porque todos sabemos que la historia de la literatura, con sus contadas excepciones, siempre ha formado parte de la aristocracia.
Insisto: el silencio juega de manera distinta para los autores; para algunos implica segregación, para otros la continuidad del talento. El parnaso literario nacional no es un sitio para todos. El ingreso a la zona áurea de la literatura mexicana implica muchas cosas más que escribir, suena a broma, pero así es. Se debe, como una de las tantas reglas no dichas, coquetear descaradamente con esa aristocracia. De ahí lo indispensable de hacer lobby, porque eso implica socializar en distintos niveles; primero, confrontando los intereses estéticos de la plebe, que para efectos técnicos da muy pocas resultados a la literatura en mayúsculas. No estoy usando los términos de manera peyorativa, preciso únicamente lo necesario para entender un poco a los especialistas, esas figuras que fungen como censores literarios, aunque es ridículo descubrir que la mayoría de los especialistas se interesan por escribir sobre autores publicados en sellos editoriales de alto impacto; no tanto por los esfuerzos de editores independientes. ¿Por qué? Quizá una aproximación a esa pregunta sea el interés por demostrar que las editoriales grandes son meros reyes del marketing que ya no buscan literatura sino libros que aumenten sus ganancias y generen mayor fama en los autores que esas industrias representan, encumbran, apapachan.
Sigo pensando que el verdadero poder de los especialistas que reflexionan sobre las novedades editoriales radica en estar cerca de los autores afamados, mediáticos, si no fuera así, ¿por qué escribir sobre ellos? Habrá quienes digan que los especialistas son guías para los lectores, pero subyace en esa razón un dejo de vanidad que nos responde: no es chic hablar de los muertos que hicieron bien su trabajo.
La razón por la que alguien pasea sus ojos en los textos de los especialistas es justamente para tener claro quién está en boca de todos, ¿por qué libro? Y básicamente visitamos esos artículos para conocer las fallas de esas novelas, cuentos o poemas. Así que hacer lobby es una forma bastante sana para evitar críticas literarias de su obra. Si tiene pensado publicar pronto y cree que su libro está medio malo, no hay bronca, comience a ejercitar el lobby literario, seguramente tendrá apoyos insospechados. Que tengan buen martes.

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