Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Arturo Solís Heredia

CANAL PRIVADO

* Violencia estructural

El debate soterrado de los partidos políticos para elegir a su candidato a la gubernatura guerrerense parece confirmar el simplismo cínico y negligente de gran parte de la clase política y su lucha por el poder. Porque lo único o lo más que les preocupa y ocupa es decidir el nombre del aspirante más competitivo y, but of course, negociar las rebanadas del pastel a repartir si gana la elección.
Eso parece, porque para decidir el nombre revisan encuestas y sondeos que sólo dicen quienes son más conocidos por los electores potenciales, y quién promete mayor intención de los votantes.
Eso parece, porque revisan expedientes públicos y privados de los pretensos sólo para garantizar que el ungido no tenga o no esconda una cola demasiado larga y pisable.
Eso parece, porque poco o nada revisan acerca de ideas, planes y argumentos de cada aspirante para decidir cuál está mejor preparado para enfrentar con éxito el grave reto de gobernar Guerrero en tiempos tan complejos y circunstancias tan graves.
Lo peor es que muchos ciudadanos se enganchan en las preocupaciones y ocupaciones de los partidos políticos, como si la clave de un buen gobierno, al menos distinto y mejor que los anteriores, fuera la personalidad del candidato y no sus ideas, como si los problemas de los guerrerenses pudieran resolverse más y mejor con un gobernador carismático, que con un proyecto de gobierno.
Lo peor es que ni unos ni otros parecen entender –los primeros porque les conviene hacerse guajes, los segundos porque les da pereza o se dejan engañar– que la crisis guerrerense no se debe a la mera coyuntura de la desaparición de los muchachos normalistas con la complicidad de policías y autoridades, por dolorosos e indignantes que sean los hechos, sino a una violencia estructural generada por tantos años de pobreza y desigualdad social del pueblo guerrerense.
Esa violencia estructural que el sociólogo noruego Johan Galtung describió como “aquellas situaciones en las que se produce un daño en la satisfacción de las necesidades humanas básicas (supervivencia, bienestar, identidad o libertad) como resultado de los procesos de estratificación social, es decir, sin necesidad de formas de violencia directa.
“El término violencia estructural remite a la existencia de un conflicto entre dos o más grupos de una sociedad (normalmente caracterizados en términos de género, etnia, clase, nacionalidad, edad u otros), en el que el reparto, acceso o posibilidad de uso de los recursos es resuelto sistemáticamente a favor de alguna de las partes y en perjuicio de las demás, debido a los mecanismos de estratificación social.
“La utilidad del término violencia estructural radica en el reconocimiento de la existencia de conflicto en el uso de los recursos materiales y sociales y, como tal, es útil para entender y relacionarlo con manifestaciones de violencia directa o de violencia cultural.”
Pero, como decía, el peor efecto de esa violencia es que quien la sufre, generalmente no la entiende como tal, ni está consciente de su situación, porque existen mecanismos que se lo impiden. La percibe como algo natural, inmutable y, en su caso, por razones aleatorias (mala suerte, el destino, los dioses, etcétera); en consecuencia, no opone ninguna resistencia y, triste paradoja, colabora de manera indirecta con el mantenimiento de la situación.

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