Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Anituy Rebolledo Ayerdi

Stepánovich Titov en Acapulco

Fue el segundo cosmonauta soviético y el primer hombre en fotografiar la tierra desde el espacio. De eso hace ya más de medio siglo.
German Stepánovich Titov visitó Acapulco durante una gira internacional para exaltar la supremacía de la Unión Soviética sobre Estados Unidos en materia espacial. Su hazaña había tenido lugar el 6 de agosto de 1962 a bordo de la nave Vostok 2 (Este), con una duración de 25 horas con 18 minutos. Dio 17 vueltas a la tierra y tomó las primeras fotografías del planeta. Titov estuvo incluso con el presidente Kennedy en la Casa Blanca
–¿Tomó fotos de Acapulco? –fue una de las primeras preguntas durante un desayuno-conferencia de prensa, a la que asistió este escribano entonces reportero del diario Trópico.
–Qué más hubiera yo querido que fotografiar muchos países y particularmente a Acapulco al que, conociéndolo hoy, estoy de acuerdo con quienes lo comparan con el paraíso terrenal…, si es que alguna vez existió tal paraíso, que conste. Tomé varios carretes de 300 milímetros con una cámara Konvas Avtomat, de los cuales se han difundido mundialmente tres gráficas. Una mostrando la Tierra de color azul cubierta con nubes blancas y fondo negro; otra de un amanecer poco espectacular y una tercera de la ventanilla de la nave desde donde apunté el objetivo.
–¿Fotógrafo profesional?
–¡Qué va! Para cumplir esa misión fui sometido a un riguroso entrenamiento sobre el manejo de cámaras por más de 60 horas. Hoy, si, ya me siento un profesional de la fotografía.

Dios en las alturas

–¿Tampoco usted vio a Dios allá arriba?
–Perdón, pero ese fue un comentario desafortunado sobre el que no deseo hablar. Lo siento, de veras.
“Aquí no veo a ningún Dios”, fue la frase adjudicada a Yuri Gagarin, luego de regresar del primer vuelo espacial. Se conocerá más tarde, sin embargo, que su difusor en calidad de confesión del astronauta había sido un alcoholizado Nikita Kruschev, líder de todas las Rusias. Las palabras registradas del astronauta había sido, por el contrario, dirigidas a la humanidad pidiendo salvaguardar la tierra y no destruir tanta belleza.
Alguna reportera se queja con el mesero de que su platillo está muy salado. Ello dará pie al cosmonauta para lanzar la suposición de que una dama estaría a cargo de la cocina. Lo digo, advierte, porque en mi país existe una conseja asegurando que una mujer enamorada cocina con demasiada sal. ¿Aquí, no?
–No, aquí las únicas saladas son ellas! –responde la voz meliflua de un colado al que se echa del lugar

La ensalada rusa

Aprovechando que se ha roto la tensión inicial del encuentro, impuesta por la presencia de los acompañantes de Titov –dos tipos patibularios con cara de perros bulldog, dignos de pertenecer a la judicial de Guerrero–, alguien de la mesa se refiere a un platillo de aquel país. No otro que la “ensalada rusa” (papa, chícharos, zanahoria y mayonesa con pollo o camarones), adoptada por los mexicanos como platillo navideño.
–¡La conozco pero no es rusa! –responde enfático el hombre que ha volado más alto que todos los ahí presentes. Hay en mi país, efectivamente, una ensalada tradicional que viene de épocas muy lejanas. Se llama “ensalada Olivié” en honor de su creador, un cocinero francés al servicio de los zares y que en su elaboración se utilizan entre otras sabrosuras el caviar y el cangrejo de río
–¡No, pos no, no es la nuestra! –comentario unánime.
–Hemos leído que usted y no Gagarin, su antecesor, padeció en el espacio un trastorno bautizado como “mal del espacio”. ¿En qué consiste?
–Efectivamente, el tovarich Gagarin no lo padeció y no se trata de un mal mayor sino de simples mareos y desorientación. No obstante, el bautizado como “mal del espacio” afectó en tal forma mi conducta que los científicos decidieron suspender el programa espacial durante un año. Luego encontraron el remedio.

Creo en el hombre

–A propósito de Gagarin, señor Titov. Se ha comentado que usted hizo el entripado de su vida, incluso un rechazo violento, cuando conoció la decisión de que aquél volaría antes que usted, dejándolo incluso en calidad de reservista. Se intuyó acá que todo tuvo que ver con el origen campesino de Gagarin, situación que ofrecía elevados réditos para el régimen comunista en materia de propaganda en el exterior. ¡Un campesino ruso el primer hombre en conquistar el espacio! se vitoreó exaltando a un sistema con oportunidades iguales para todos.
–¿Eso se dice? ¡Es falso! Para empezar yo no pude haber externado ningún descuerdo dada mi formación y porque ante todo soy un soldado. Pero más que nada porque Yuri es un amigo muy querido. Por lo demás, yo ya estaba advertido de mi posición. Mi maestro, Serguéi Koroliov, el padre de la cosmonáutica soviética, me había confiado: “German, te necesitamos para misiones más difíciles”. Yo, por mi parte, yo no pertenezco a ninguna élite social: mis padres son profesores de una humilde escuela en un distrito de Siberia.
–¿Su credo?
–Creo en el hombre, en su fuerza, sus posibilidades y su razón.
Titov había nacido en la ciudad siberiana de Polkóvnikovo. Estudió en la escuela de Aviación Militar de Stalingrado y se graduó en la Escuela de Pilotos Militares de Novosibirsk, integrándose más tarde a las Fuerzas Aéreas de Unión Soviética con el grado de coronel. Suya será la iniciativa para establecer el Día de la Cosmonáutica de la Unión Soviética y más tarde la idea a la ONU para organizar el Día Mundial de la Cosmonáutica. En ambas celebraciones se honrará principalmente a Yuri Gagarin, cosmonauta precursor en la nave Soyuz 1 (Unión).

Una miadita

Muy celebrada en la Unión Soviética la anécdota que retrataba a Titov orinando en la llanta trasera del autobús que lo ha llevado a la plataforma de despegue. Tal y como lo había hecho Gagarin en su momento, pero éste no por otra causa sino porque “ya le andaba”. La acción de aligerar la vejiga antes del vuelo, quedó a partir de entonces incorporada a la lista de supersticiones de los astronautas rusos. Incluso las damas que los llevarán contenidos en un frasquito.
Ya al día siguiente de la misión de Titov –7 de agosto de 1962–, el bando de sus simpatizantes harán las consabidas comparaciones con Gagarin, considerándolo usurpador de la gloria del primer vuelo. Con sus 25 años, German representaba al grueso de la juventud soviética ilustrada y por ello dominaba buena parte de la opinión pública. Así, mientras Gagarin había dado una sola vuelta a la Tierra en 108 minutos (12 de abril de 1961), la odisea de Titov cubría 17 de ellas en 25 horas con 18 minutos. Otra victoria de los fans tenía que ver con el control de la nave por parte del joven cosmonauta, en tanto que su rival había volado con el piloto automático Y una más: el libro de los Records Guiness ubica a Titov como el navegante del espacio más joven de la historia.

El vodka

Prolongado el desayuno el mediodía, un comensal propone un brindis con vodka en honor del huésped. Este lo rechaza tajantemente argumentando que no bebe y que en todo caso no sería una hora conveniente para hacerlo. La negativa del cosmonauta fue contundente, no obstante que ojos y labios denunciaban una cruda digna de ingeniero, mesero y periodista, juntas.
El tema dará otro pie al coronel Titov para disertar sobre el vodka (aguita, en ruso) cuya paternidad le disputa Polonia a Rusia. Como cualquier mexicano lo hace del tequila, Titov habló con entusiasmo del vodka y hasta dictó algunas recomendaciones para su correcta ingestión.
1) No debe mezclarse con otras bebidas. 2) No debe servirse con hielo; debe enfriarse en la botella. 3) La ingestión de este licor de 40 grados de alcohol (lo hay de 50) debe acompañarse con zakuski (botanas) o bien con la comida. Y entonces sí: ¡na zdoróvie! (¡salud!) brindó el ruso… ¡con café! Recomendaciones tardías para muchos presentes, entre ellos el de la pluma, primero fiel a la Stolichnaya a la que traicionó por la Wyborowa, siempre con agua quinada y hielo. Hoy, si se me permite la indiscreción, sometido por prescripción médica a una dieta rigurosa de Etiqueta Negra. ¡Chin!

Cargos y galardones

Su precursora hazaña espacial le valdrá a German Titov, entre muchas distinciones soviéticas y extranjeras, las de Héroe de Primera Clase, dos Órdenes de Lenin, Héroe del Trabajo Socialista de Bulgaria, Héroe del Trabajo de Vietnam , Héroe de Mongolia y su nombre impuesto a la cara oculta de la Luna.
Se gradúa en 1970 en ciencias militares. Jefe del Comando Espacial (1972), Comandante general en 1975 , año a partir del cual fue asistente del director de la revista Aviación y Cosmonáutica. Director en jefe de la Fuerza Espacial del Ministerio de la Defensa (1979- 1991) Se retira del servicio militar (decisión en la que tendrá mucho que ver su afición etílica) y es nombrado diputado a la Duma (Congreso) de la Federación Rusia. Fallece el 20 de septiembre de 2000, víctima de un infarto a los 65 años.

La familia

Germán Titov procreó dos hijas con su esposa Tamara W. Tsherkas: Tatiana y Galyna. La viuda Tamara confió en su momento que Titov nunca se consideró un héroe. Estaba convencido de que su vuelo era un logro del pueblo soviético, orgulloso, sí, de haber sido pionero en la conquista del espacio.

La foto

La sesión de fotos del cosmonauta con cada uno de los reporteros fue sugerida por uno de los misteriosos acompañantes del aviador. Dos que tres manifestaron su rechazo sintiéndose fichados en los archivos de la KGB ¡Ay, nanita!

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