Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Anituy Rebolledo Ayerdi

Un acapulqueño en la Guerra Civil española (II)

Con agradecimiento para Ulises Acosta Velázquez.

El ejército del Ebro
rumba la rumba la rumbambá
una noche el río pasó
¡ay Carmela, ay Carmela!

El acapulqueño Isaías Acosta H. Luz, subteniente de artillería egresado del Colegio Militar, se desempeña no obstante su temprana edad como ayudante militar del presidente Lázaro Cárdenas. Es así como conoce a la señorita Dolores Núñez Inzunza, acogida desde muy pequeña por la señora Josefina Cárdenas, hermana menor del general. El flechazo no se hace esperar y los jóvenes estarán ante el juez del Registro Civil cuando aún no termine el año de 1934.
El nacimiento de Silvia, la primogénita, se dará al año siguiente en Paracho, Michoacán, donde la maestra Núñez de Acosta dirige una de las Misiones Culturales del cardenismo. Un proyecto similar al concebido por el maestro José Vasconcelos durante el gobierno del general Álvaro Obregón. Destinado a enfrentar un aterrador índice nacional de analfabetismo del 80 por ciento. La enseñanza del “abc” era complementada con acciones para el desarrollo de la comunidad, bienestar familiar y salud. No pocos de aquellos modernos evangelizadores tendrán su momento de redención, cuando el cura los acuse de “servir a Lucifer”. Él mismo ayudará a echarlos del pueblo no sin antes mocharles una o las dos orejas. ¡Bendito Dios!
Un año más tarde el presidente Cárdenas tendrá una nueva misión para la maestra de 20 años: la de comisaria especial para la Conferencia Mundial de la Paz, en Berna, Suiza, presidida por Albert Einstein. Año en el que España había sido escogida por el nazi-fascismo para un ensayo general de la Segunda Guerra Mundial, cuya cuota monstruosa de sangre será de más de 70 millones de muertos.

Y a las tropas invasoras
rumba la rumba rumbambá
buena paliza les dio
¡ay Carmela, ay Carmela!

Otro guerrerense aparece en el escenario bélico europeo. El escritor Alejandro Gómez Maganda (futuro gobernador de Guerrero), es designado por Cárdenas como cónsul general de México en Portugal. Un nombramiento que frustra el dictador Antonio Oliveira Salazar al declarar a Maganda persona non grata. Reubicado con el mismo cargo a la ciudad de Barcelona, el político de Los Arenales desplegará una intensa y humanitaria actividad para poner a salvo, vía México, a muchas perseguidos por el fascismo.
Momento estelar de la diplomacia mexicana con don Gilberto L. Bosques, como cónsul de México en París, cuya sede será más tarde itinerante al determinarla el avance de las tropas italo-germanas. Se calcula que las acciones bienhechoras de Bosques y Maganda pondrán a salvo a más de 50 mil perseguidos, hombres, mujeres y niños.
Uno de los momentos memorables de aquella política cardenista tendrá que ver con la exigencia del dictador Franco. La de que México le entregara al presidente español Manuel Azaña, localizado enfermo bajo el amparo mexicano. Cumpliendo una orden del presidente Cárdenas de rescatar al líder enfermo, casi moribundo, diplomáticos mexicanos lo declaran ciudadano mexicano en su propio lecho del dolor. Por si hiciera falta, le cubre el cuerpo con la bandera nacional.

Badajoz

Acosta H. Luz se integra al ejército republicano el 4 de febrero de 1936. Lo hace como comandante de la octava batería de artillería de Montaña en Castuera, provincia de Extremadura, la región más combativa de la guerra. El 14 de agosto de ese mismo año formará parte de la fuerza combativa de Badajoz , en la frontera con Portugal, compuesta por unos seis mil milicianos.
Tras la toma de la ciudad, las fuerzas sublevadas ejecutan prisioneros en la plaza de toros de la localidad. El asesinato de cientos o quizás miles de combatientes horrorizará al mundo con el nombre de la “Masacre de Badajoz”. Cruel derrota que no pasará inadvertido el heroísmo de los 13 artilleros que, antes de sucumbir, mantuvieron a raya a 3 mil soldados africanos apoyados por 30 piezas de artillería. Allí estará Isaías Acosta H. Luz.

El furor de los traidores
rumba la rumba la rumbambá
lo descarga su aviación
¡ay Carmela, ay Carmela!

La aportación de México a España será amplia y generosa, incluso en pertrechos de guerra. Se habla de la donación de 28 mil rifles, 28 millones de cartuchos, 8 baterías y algunos aviones. Al término de la conflagración hará posible la sobrevivencia de 25 mil españoles cobijados aquí sin distingos.

Eran cuatrocientos

“Pero quienes combatieron realmente, quienes se la jugaron en el bando republicano, eran cuatrocientos mexicanos, o según David Alfaro Siqueiros, más de trescientos treinta, de los cuales solo sesenta regresaron (nuestro hombre entre ellos). Nombres que quedaron inscritos en el agua. Muertos que no tuvieron la dignidad de que los recordaran siquiera como héroes o mártires, o, al menos, de ingenuos equivocados (Héctor Perea, Jugarse el cuero bajo el brío del sol, UNAM).
Entre los mexicanos que hicieron lo propio, integrados en las brigadas españolas o internacionales, estuvieron el propio Siqueiros (Me llamaban el coronelazo), Néstor Sánchez (Un mexicano en la guerra civil española), Roberto Vega González (Cadetes mexicanos en la guerra de España), Juan Miguel de Mora (Cota 666 y Sólo queda el silencio) y la enfermera Carlota O’Neill (Una mexicana en la guerra de España). Otros connacionales, escritores e intelectuales, tendrán participaciones muy destacadas en los foros y congresos por la paz. Allí estuvieron, entre otros, Octavio Paz, Carlos Fuentes. Carlos Pellicer, Juan de la Cabada, José Mancisidor, el músico Silvestre Revueltas y la jovencísima Elena Garro.
Los textos citados dan cuenta dramática y conmovedora de diversos hechos heroicos de los mexicanos luchando contra el fascismo. El grito estentóreo de “¡Viva la República, muera el traidor Franco!”, antes de recibir la descarga del pelotón de fusilamiento. O la humillación de un grupo de cadetes del Colegio Militar degradados por prepararse para ir a combatir a España. No obstante, algunos lograrán viajar para incorporarse al Ejército Popular.

Pero nada pueden bombas
rumba la rumba rumbambá
donde sobra corazón
¡ay Carmela, ay Carmela!

El gobierno republicano ordena en octubre de 1938 la desmovilización de todos los voluntarios extranjeros y su inmediata salida de España. Antes de salir los combatientes mexicanos desfilan en Barce-lona, y porta el pabellón tricolor al brigadista Néstor Sánchez, un zapoteca de la sierra oaxaqueña.
La legendaria militante del Partido Comunista Español Do-lores Ibárruri, La Pasionaria, los despide el 1 de noviembre con estas palabras: “Podéis iros con orgullo pues sois historia, sois leyenda. Sois ejemplo heroico de la solidaridad y la universalidad de la democracia”.

En México

México recibe como héroes a los combatientes que regresan de España, el 2 de febrero 1939. Muchos de ellos, sin embargo, no disfrutarán el momento de triunfo al conocer que allá, al otro lado del Atlántico, Barcelona ha caído y Madrid resiste pero no se sabe por cuánto tiempo. A la emoción del momento se añade cierta melancolía que las dianas de las bandas de guerra no logran disimular. La recepción es encabezada por Luis I Rodríguez, presidente del partido de la Revolución Mexicana.
Nunca nadie hablará de apoyos a los ex combatientes. El oaxaqueño Néstor Sánchez, por ejemplo, venderá paletas heladas para sobrevivir mientras estudia por las noches. Concluidos sus estudios ingresará al diario Novedades como reportero. Se retira más tarde y regresa a Oaxaca. Allá escribe Un mexicano en la Guerra civil española (1997)

Nuestro hombre

A su llegada a México, el matrimonio Acosta Núñez se integrará a sus actividades habituales. Él alcanzará el grado de Ge-neral de División sirviendo en Tamaulipas. En memoria de su participación en la defensa de Madrid, bautizará a uno de sus hijos como Madrid Acosta.

Contrataques muy rabiosos
rumba la rumba rumbambá
deberemos resistir
¡ay Carmela, ay Carmela!

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