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Tlachinollan

Voces de esperanza

Centro de Derechos Humanos de la Montaña, Tlachinollan

Fueron las madres de los 43 estudiantes desaparecidos de la normal rural de Ayotzinapa las que con la fuerza de sus palabras dejaron sin argumentos al presidente de la República cuando le lanzaban la pregunta ¿Por qué no buscó a nuestros hijos en la misma noche que se los llevaron los policías? ¿Sólo porque somos pobres piensa que no valemos?
Esa tarde del miércoles 29 de octubre, en la residencia oficial de los Pinos, las madres alzaron su voz y exigieron al presidente Enrique Peña Nieto resultados inmediatos y tangibles. Hablaron sin rodeos y con cuestionamientos directos. ¿Qué hubiera hecho usted si los policías se hubieran llevado a uno de sus hijos? Nada detuvo a las madres, más bien, no había forma de que el jefe del Ejecutivo se atreviera a pedirles que ya no hablaran. La inacción de las autoridades no les permitía imponer las reglas del encuentro. El dolor expresado con palabras que salían del corazón exigía respeto y silencio. Demandaba ser escuchado, pero ante todo reclamaba compromiso, responsabilidad y atención inmediata al tema de la búsqueda de sus hijos y la apertura de otras líneas de investigación.
Las palabras de las madres desmontaron todas las formalidades del poder, obligaron a que la autoridad presidencial les brindara el tiempo necesario para que pudieran explicitar que el problema de la desaparición de sus hijos era un asunto de estado, que implicaba la intervención al más alto nivel para dar con el paradero de sus hijos. Quedó empeñada la palabra presidencial en los 10 compromisos que públicamente anunció para dar atención al caso Ayotzinapa, sin embargo a más de 7 meses de las desapariciones de los estudiantes, nada se ha cumplido.
El ejemplo de tenacidad y valor de las madres se ha forjado en el campo, en las largas jornadas de trabajo y en el cuidado permanente de sus hijos. La mayoría de las mamás no concluyeron sus estudios de primaria. Varias de ellas hablan el naua, el Tuun savi y el Me Phaa. A pesar de que el español es su segunda lengua y que la han ido aprendiendo ante la necesidad de comunicarse con la población mestiza de las cabeceras municipales, hoy con gran aplomo se paran en los diferentes foros y florece su palabra cargada de dolor y de verdad en las plazas públicas.
Sus vidas están encadenadas por un sin número de agravios ocasionados por el desprecio de las autoridades, por la estigmatización que sufren a causa de su lucha, por el sufrimiento que cargan sobre sus espaldas por la desaparición de sus hijos y por no tener a sus otros hijos a su lado. Muchas madres cargan con toda la responsabilidad de la casa. Desde antes de que sus hijos entraran a la normal, trabajaban en la parcela a brazo partido. Varias de ellas tienen el recuerdo muy vivo del hijo mayor, el que dejó la casa y la parcela para venirse a la normal. Ellos eran los que iban por la leña, acarreaban el agua, trabajaban como peones y agarraban la yunta. Dejaron todo y las mamás aceptaron cargar con toda esta responsabilidad, con la ilusión de ver a su hijo como maestro.
Las enfermedades que cargan desde hace meses las han dejado de lado, porque su salud no importa tanto sino el saber dónde están sus hijos. Aunque pasen los noches en vela y con los ojos cansados de llorar, están prestas para salir de madrugada y subirse a los autobuses que las llevaran a lugares desconocidos, donde se encontrarán con centenares de personas que les transmitirán palabras de aliento, que compartirán su dolor y que les ayudarán a sobrellevar el sufrimiento que carcome lentamente su alma. El amor de madre marca profundamente a la gente que las escucha y que tiene la oportunidad de estrechar su mano o de fundirse en un abrazo.
Son sumamente fuertes y amorosas, los mantiene de pie el saber que sus hijos están vivos. A diario en la cancha de la escuela los recuerdan de la mejor manera. Los pupitres de los 43 estudiantes les permiten sentir de a ratos que ahí están. Al no verlos físicamente tienen la corazonada que están en algún lado y que volverán a la normal a estudiar. El altar y los santos de su devoción que también se encuentran en la cancha, les ayuda a cultivar su fe, a no doblegarse, a creer firmemente que Dios les hará el milagro de reencontrarse con sus hijos. Es en el campo religioso donde encuentran consuelo, donde está su refugio y donde recobran la fuerza y la esperanza.
Las madres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa se han transformado en el emblema de la resistencia y la dignidad, en las grandes activistas que convocan y movilizan a la sociedad para pelear porque pare la devastación. Sin pretenderlo han asumido una identidad de madres defensoras de la vida, de mujeres que están dispuestas a todo con tal de encontrar a sus hijos. No se arredran ante el poder, mucho menos temen a quienes las amedrentan con las armas. Su palabra punzante desarma a la burocracia gubernamental que se ha dedicado a denostar la lucha de las madres, a tratarlas como entes manipulables, a verlas como personas que pueden ser cooptadas con dinero o manipuladas a través de lidercillos de las organizaciones sociales que actúan con perversidad, con el fin de dividirlas.
Han tenido el valor de subir a los cerros y de caminar por lugares escarpados y peligrosos para no quedarse con la culpa de que no salieron a buscar a sus hijos. Tuvieron que volar no solo en los helicópteros de la gendarmería sino en los aviones del primer mundo para llegar a Ginebra y hablar en la ONU con los miembros del Comité sobre desapariciones forzadas y desenmascarar todas las tropelías y mentiras del gobierno mexicano. La palabra de las madres de Ayotzinapa es la palabra que cuenta con el prestigio y la credibilidad que a nivel nacional e internacional nadie duda de su testimonio, porque su palabra es clara, directa, sencilla y verdadera.
Las madres sin pretenderlo han desnudado la versión oficial, su lenguaje hueco y sus argumentos falaces. Ellas sin artífico alguno, con su única arma que poseen de poder comunicarse con el corazón han podido romper barreras y muros entre los mismos recintos del poder. Han encontrado eco en muchas latitudes y la solidaridad se extiende con los de abajo para tejer plataformas de lucha que ayuden a desmantelar un sistema que se sustenta en la corrupción y en la impunidad, que ha lucrado con el dolor de las víctimas y se ha robustecido con la alianza que han establecido con las bandas del crimen organizado.
En las reuniones de padres y madres, siempre está presente la palabra sabia y oportuna de las mamás. Ellas son parte importante en la toma de decisiones y los padres saben que no las pueden desplazar ni ignorar. En todos los lugares donde son invitados en la mayoría de ocasiones siempre están padres y madres, la voz de las mujeres que nace de lo más profundo de su ser y que no solo conmueve a la población que la escucha sino que convoca a la acción y a la solidaridad.
Este 10 de mayo lo que les hace llorar a las madres de los 43 hijos desaparecidos es saber que no podrán abrazarlos, que no sentirán sus labios en su mejilla, ni podrán tocar sus rostros ni compartir un plato de frijoles. La mamás no podrán estar en sus casas porque no hay motivo para llegar. Les duele más porque también las abuelas sufren la soledad que impera en sus casas y les causa más tristeza porque no están su hijo y su nieto. En este país de miles de desaparecidos no hay mejor regalo que la presentación con vida de sus hijos.
La marcha de este 10 de mayo en la ciudad de México, fue la marcha de la dignidad nacional, la marcha de las madres buscando a sus hijos; la marcha de las madres luchando por la verdad y la justicia, las que nos han marcado un nuevo derrotero de la justicia, las que han resquebrajado ael discurso presidencial por su vacuidad y falta de compromiso con las víctimas. Son las madres que con sus historias, sus sufrimiento, sus voces y su corazón generoso nos han dicho este 10 de mayo que no podemos olvidar a nuestros hijos, que sigue viva la memoria de los desparecidos, que nos negamos a desistir, que resistiremos y que con el espíritu combativo de las madres daremos con el paradero de los 43 hijos desaparecidos para que florezca la verdad y la justicia.

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