Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Analizan el vínculo entre locura y poder en la obra de Juan Ruiz de Alarcón

*Ofrece en Taxco la especialista española en el Siglo de Oro, Belén Atienza, la conferencia La locura en tiempos de Juan Ruiz de Alarcón

Claudio Viveros Hernández

Taxco

La especialista española en el Siglo de Oro, Belén Atienza, sustentó aquí la conferencia La locura en tiempos de Juan Ruiz de Alarcón, dentro de las Jornadas Alarconianas que se llevan a cabo en su homenaje en esta ciudad que lo vio nacer.
Gratificada de estar presente y ser invitada en este festival, expresó sentirse como en su casa, por la hospitalidad de los taxqueños con los que ha convivido y conocer Taxco entre las torrenciales lluvias de estos días.
La impulsora de una cátedra de ese siglo en la Clark University, en Estados Unidos, destacó una de las obras de Juan Ruiz de Alarcón donde aparece la locura, El desdichado en fingir, que el ilustre corcovado aborda y en la que “se sirve del recurso teatral del hospital de locos para plantear una reflexión sobre la irracionalidad del poder, que se sirve del manicomio como uno de los instrumentos de la injusticia transformándolos en una cárcel”.
Con base en ella apunta que en Alarcón “la verdadera locura es la falta de control sobre uno mismo y el traicionar la posición social del poder que uno ocupa, rebajándose y perdiendo el honor de humillar a aquellos que nos sirven” y “hacia el poderoso que abusa de su poder, Alarcón no muestra piedad sino desdén”, en una crítica hacia el poder que sigue vigente.
“La posición que toma (en sus obras) es la de juez moralizante, es una posición que mira desde arriba, desde lejos” y Ruiz de Alarcón “no escribe como un médico que pretende curar, ni como un enamorado que se identifica con las locuras de los que aman, escribe como un abogado y como un juez observador”.
Y “quizá por su apariencia física de jorobado que lo hacía objeto de muchas burlas, Ruiz de Alarcón tuvo mucho cuidado en distanciarse de la locura”, sin embargo intuye la investigadora que “fue un alma quizá atormentada por el sufrimiento, el rechazo y los celos. Sin embargo, si algo de esto sintió, en sus obras condenó a los celosos que perdían el control, sobre todo si eran poderosos que abusaban de su poder”.
Esta crítica al poder y esa atmósfera obsesiva de obscuridad, laberintos y máscaras, dijo, es la mayor contribución de Alarcón a las representaciones de la locura y la irracionalidad de la época Barroca.
En una de sus múltiples aportaciones para la divulgación del Siglo de Oro y el dramaturgo a quien se homenajea, expresó que los escritores contemporáneos de Juan Ruiz de Alarcón, entre ellos Lope de Vega, “que tanto se habían burlado de él por ser jorobado tuvieron que quitarse el sombrero y reconocer el gran talento cómico y teatral del dramaturgo de Taxco”.
Como constancia detalló que Lope de Vega, que tanto se había burlado de Alarcón, “en su vejez por fin reconoce el talento de nuestro dramaturgo, y en la obra El laurel de Apolo de 1630 donde uno a uno celebra a los más grandes escritores de su tiempo, dedica unos versos a Juan Ruiz de Alarcón, al que “sitúa entre los mejores y lo celebra como gran escritor y como hombre virtuoso”:
Belén Atienza, afirmó que en el Siglo de Oro el término locura es mucho más complejo que el de enfermedad mental, y “el loco puede ser visto como un enfermo mental y tratado por la medicina, pero a menudo es visto como algo más complejo que simplemente un enfermo”, y sobre el loco se pronuncian no solamente el médico, sino también el teólogo y el legislador, por lo que su primer libro El loco en el espejo. Locura y melancolía en la España de Lope de Vega fue su primer intento de acercarse a los temas de la locura, la melancolía y la enfermedad mental a finales del siglo XVI y principios del XVII.
“El concepto de locura en tiempos de Ruiz de Alarcón es muy complejo. No existe una locura, sino múltiples percepciones de patologías mentales. Al tema se acercan los médicos para curarla, pero también los moralistas para censurarla. Las artes plásticas ponen de manifiesto que el loco producía a la vez fascinación y terror”.
“Más allá de los discursos, los debates y las representaciones existía una realidad dolorosa: el sufrimiento de aquellos que perdían el juicio y el de sus familias”, de ahí que eran vistos como un “problema social” y en aquellos tiempos la pobreza y los pobres era un tema de debate y para la Iglesia la respuesta era la caridad, por lo que la locura y la pobreza se habían convertido en una preocupación para los reyes y virreyes en España y la Nueva España en que surgieron los primeros hospitales.
En tiempos de Ruiz de Alarcón, sostuvo, “un hospital era un lugar de hospitalidad y la palabra estaba conectada etimológicamente a hospicio” y que el primer hospital para dementes en la Nueva España fue el de san Hipólito en la ciudad de México, fundado por Fray Bernardino Álvarez, quien empezó su construcción en 1566, que fue el único que atendió a los dementes en los tiempos del dramaturgo taxqueño.
Sobre la locura en aquellos años, la investigadora y poeta afirma que “cuando Juan Ruiz de Alarcón llegó a España descubrió que allí existía una íntima relación entre la locura y el teatro, los actores y los locos y los corrales donde se representaban las comedias y los manicomios. Los escritores teatrales estaban fascinados por la locura y las semejanzas entre el actor, el loco y el delincuente”.
Expresó que de entre los hospitales para locos, el de Valencia la participación de los internos en las fiestas y la hibridización entre la locura patológica y la locura festiva han sido más estudiadas, y cita a otro estudioso, Tropé, quien afirma que a finales del siglo XVI algunos internos participaron en mascaradas carnavalescas y los administradores del hospital alquilaron trajes, cascabeles y máscaras (atributos de los bufones) para hacerlos danzar por las calles y que en 1587, el día de los Santos Inocentes, los dementes representaron una farsa vestidos como soldados.
El dramaturgo taxqueño, retomó Atienza, era un hombre de una formación profunda y una gran curiosidad intelectual, fascinado por la magia, la astrología y la demonología y “por la lectura de sus obras, sabemos también que le interesaba la teoría política y los debates, sobre la licitud del tiranicidio, los límites del poder real y las implicaciones éticas de los abusos de privados (los favoritos del rey) y poderosos, y podemos asumir, por ejemplo que conocía las teorías sobre la monarquía y la tiranía, tanto de Maquiavelo de los pensadores tacitistas y el padre Mariana”.
Por eso, remarcó, que cuando Alarcón escribe sobre la locura, la melancolía o la irracionalidad, “sus escritos deben enmarcarse en esa preocupaciones éticas y morales” y quien al buscar el triunfo y reconocimiento ocupó un tema que obsesionaba a sus contemporáneos, que durante su tiempo se dio en España y el resto de Europa una explosión sobre la locura y melancolía, de los que enlistó a Miguel de Cervantes Saavedra con El licenciado vidriera; Lope de Vega en El loco por fuerza, Los locos de Valencia y El peregrino en su patria; Erasmo de Rotterdam en Elogio de la locura; Sebastián Brant en Narrenschifff o La nave de los locos; Robert Burton con Anatomía de la melancolía y Jacques Ferrand en su Erotomanía, con lo que demuestra que “en tiempos de Alarcón, pero también en el siglo precedente se dio una verdadera explosión de escritos sobre la cuestión”.

468 ad