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Federico Vite

¿Por qué las locas, señor Hayes?

Que el mundo me conozca (traducción de Martín Schifino. La Bestia Equilátera, Argentina, 2012, 155 páginas.) es una novela de Alfred Hayes, escritor inglés que creció en Nueva York y vivió la mayor parte de su vida en Los Ángeles. Hayes es un tipo duro que frecuentaba la poesía, que trabajó muy bien las virtudes del relato intimista y recurrió al realismo para sondear las profundidades sicológicas de las musas enfermas, mujeres rotas, abandonadas, sufridas, chicas en apuros e indecisiones sentimentales, damiselas que ejercen la indecisión sentimental para sacar de sus cabales al compañero en el juego amoroso.
En este caso, escribo de un guionista de Hollywood, quien se aleja un momento de una fiesta, ya golpeado por el alcohol, y observa que una mujer intenta ahogarse en el mar. Salva la vida de la bella en apuros, pero se condena; aparte, perpetúa y extiende el daño de esa chica. La mujer es una actriz en potencia; él, un guionista que ejerce con maestría el lobby literario, además, es casado. Ambos inician el cortejo. Ella tiene una debilidad por los casados, acude a un sicólogo y afirma que es una fracasada, suele acompañar su derrota existencial con largas sesiones etílicas. Él, aparte de que no puede consumar las relaciones sexuales con su esposa, sabe que la musa enferma lo traerá de vuelta a la vida sexual plena. Funciona a la perfección el triángulo amoroso del guionista, aunque padece la ansiedad, depresión, promiscuidad y fantasías tétricas de la actriz.
El relato expone la fascinación por la belleza melancólica. Hayes funge como taxidermista, esculpe el cadáver sentimental de la historia de manera impecable. Recurre al estilo directo, casi telegramático, para construir grandes estancias, todas ellas relacionadas con el festín envilecido de la musa resquebrajada. Es un narrador sin florituras, afilador de su prosa, oficiante de un negocio temible: describir la belleza desde el ángulo más siniestro, la mirada amorosa de un hombre que acoge el alma rota de una mujer llena de traumas (a propósito, este libro estrecha un diálogo con ¿Qué fue de Bonita Malacón?, del escritor guerrerense José Dimayuga). Se interesa por esas ninfas de negros designios.
Otra de sus novelas, también publicada por La Bestia Equilátera, es Los enamorados (2011), libro en el que el autor recurre a la narración en primera persona para detallar la vida pasional de un cuarentón soltero, escritor en ciernes, que se enamora de una muchacha que tiene la mitad de años que él; ella es madre soltera y trabaja en pos de su futuro, así que se relaciona con un viejo ricachón. Justo en ese momento, cuando ella obtiene la estabilidad económica deseada, él cuarentón descubre que no puede vivir sin la muchachita. Más que patética, la historia resulta profundamente humana.
Tanto en Que el mundo me conozca como en Los enamorados, Hayes traza a la perfección el perfil sicológico de los personajes, los motivos implícitos en ellos; hombre y mujer se desenvuelven con muchísima naturalidad, este logro sólo puede consumarse con largas jornadas de trabajo.
La sabiduría de un escritor recae justamente en el domino de la técnica para el servicio del contenido y Hayes parece haber observado muy bien a las musas enfermas. También fue soldado en Italia durante la Segunda Guerra Mundial, conoció a Roberto Rosselini en la Roma de posguerra y de aquella amistad surgió su colaboración con el guión de Paisa (1946), en el que trabajaron Klaus Mann y Federico Fellini. Se le atribuye una colaboración en el Ladrón de bicicletas (1948), aunque no aparece en los créditos del largometraje. Las experiencias italianas fueron capitalizadas en sus dos primeras novelas, All thy conquests (1946) y The girl on the via Flaminia (1949). Tuvo poco reconocimiento de sus colegas; algunos opinaron brevemente sobre los libros In Love (Los enamorados, 1953), My face for the world to see (Que el mundo me conozca (1958) y The end of me (1968).
Asertivo y vacilante, frío e íntimo, como la voz en off de ciertas películas. Ambicioso, Hayes es un escritor que genera empatía porque define sus fracasos como pasiones, porque sus personajes buscan las flores venenosas y las engullen, porque descubre poesía en paisajes pantanosos.
La resolución del triángulo amoroso en Que el mundo me conozca es predecible, pero el final resulta poderoso, cínico, potente. Un cierre que nos recuerda esa mala costumbre latinoamericana de terminar una novela con poca fuerza, quizá esperado el telón de fondo o el fade out cinematográfico.
Cuando murió de meningitis en 1985, Los Angeles Times publicó que el guionistas y novelista Alfred Hayes había vivido sus últimos años escribiendo únicamente poesía. El poemario que más comentarios ha generado es Just before the divorce. Dejó, para goce de sus lectores, una obra caracterizada por hombres frustrados y musas enfermas, humanos extraviados en la volatilidad, casi extática, del fracaso amoroso. Díganos, señor Hayes, ¿por qué gustan tanto las locas ? Que tengan buen martes.

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