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Margarita Warnholtz

No es por el Inali que sobreviven las lenguas indígenas

Una vez más apareció en la prensa, esta semana, una nota en la que el director del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali), Javier López Sánchez declara que muchas lenguas están a punto de extinguirse. Esta vez dice que, de las 364 variantes lingüísticas 64 están en “muy alto riesgo” de desaparición.
Desde 2003, año en que se creó el Inali, sus directores no se cansan de anunciar cuántos idiomas originarios están en peligro, a veces se refieren a las 100 “vulnerables a la desaparición”, otras a las 64 en “muy alto riesgo”, a las de menos de mil hablantes, a las de menos de 100, etcétera. Cambia la forma de plantearlo, pero desde 2006, que he dado seguimiento al tema, son más o menos el mismo número de lenguas en peligro. También he visto noticias de que cada vez más mexicanos hablan una lengua indígena (según el Inegi), sin embargo, si se considera el porcentaje de hablantes, éste ha disminuido. Esto quiere decir que, en sus 12 años de existencia, el Inali ha incidido muy poco o nada en la preservación de las lenguas.
Por otro lado, si revisamos la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas, nos damos cuenta de que muchos de sus artículos están lejos de cumplirse, es decir, es una ley que se viola constantemente. Por ejemplo, el artículo 10 se refiere al derecho de los indígenas a ser asistidos gratuitamente “por intérpretes y defensores que tengan conocimiento de su lengua indígena y cultura”. Pero resulta que si revisamos el padrón de intérpretes acreditados del Inali, hay muchos idiomas que no cuentan con uno solo, es decir, los hablantes de éstas (yaqui, tepehuano de Durango, guarijío, mayo o seri por mencionar algunas) simplemente no tienen el mencionado derecho.
Analizando con más detalle el padrón, nos damos cuenta de que el número de traductores por lengua dista mucho de ser proporcional al número de hablantes de cada una, por ejemplo, en números redondos, para 112 mil hablantes de mazahua hay seis traductores, es decir, uno por cada 18 mil 666; en cambio para 12 mil hablantes de pame hay cinco intérpretes, o sea uno por cada 2 mil 400. Esto significa que no se están formando traductores con base en las cifras o en las necesidades reales, sino probablemente donde sea más fácil o barato capacitarlos.
Independientemente de lo poco que ha hecho el Inali, cada vez encuentro más iniciativas de distintos tipos, que promueven el uso de las lenguas indígenas o las defienden, con muy poco o ningún apoyo gubernamental. Entre ellos se encuentra un colectivo independiente que acaba de crear un diccionario online de wixárika (o huichol) que se puede consultar en http://www.rutadelvenado.com/; o el señor Donato García, que creó recientemente una aplicación para aprender mixteco en smartphones.
Por otro lado está el trabajo de las decenas de escritores en lenguas indígenas que hay en México, que no solamente escriben sino que dedican gran parte de su tiempo a promover sus idiomas; o esfuerzos como el Festival de Lenguas de América que celebra desde hace varios años la Universidad Nacional Autónoma de México. También hay maestros indígenas que llevan años esforzándose por impartir una verdadera educación bilingüe a los que nadie reconoce; o están las radios indígenas que luchan por sobrevivir contra todas las adversidades, que por cierto cuentan con personas como Carlos Plascencia, que dedicó muchísimos años de su vida a promoverlas, apoyarlas y defenderlas, cuyo reciente fallecimiento deja sin duda un gran vacío.
No es el Inali, sino estas iniciativas, estos esfuerzos y muchos similares, pero sobre todo los millones de indígenas que se niegan a abandonar sus idiomas y se los transmiten a sus descendientes, los que verdaderamente impiden que se extingan las lenguas originarias de nuestro país.

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