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Analizan intelectuales la obra del antropólogo Roger Bartra con motivo de su nuevo libro

Érika P. Bucio / Agencia Reforma

Ciudad de México

“Me gustaría mucho no reconocerme en el espejo”, confesó Roger Bartra.
El antropólogo se había resistido a tomar el micrófono y ni siquiera ocupó un sitio entre los ponentes –Nestor García Canclini, Paula López Caballero y Mabel Moraña… ayer durante el arranque de un ciclo dedicado a su obra, El antropólogo frente al espejo. Lecturas de Roger Bartra.
Fue organizado por la aparición del libro Democracia, otredad, melancolía. Roger Bartra ante la crítica (FCE/Conaculta), que, bajo coordinación de Moraña e Ignacio Sánchez Prado, compila 13 de sus ensayos.
Según Moraña, el ciclo es una toma de conciencia y gratitud hacia una obra que ejemplifica como pocas y un reconocimiento por su alto potencial dentro del pensamiento latinoamericano en diversos campos disciplinarios.
“En el día de hoy, la cultura mexicana, y más ampliamente la de las dos Américas, se dan cita en torno a una figura paradigmática sin la cual el paisaje intelectual latinoamericano del siglo 20 y lo que va del 21 sería en muchos niveles incompleto y empobrecido al faltar la dimensión del mito y la poesía, del análisis y la crítica que la obra de Bartra ha descubierto en las tramas ocultas de la cotidianidad, la política y la imaginación histórica de nuestro continente”, expuso la catedrática de la Washington University en St. Louis.
Al inaugurar en la Librería Rosario Castellanos el ciclo, dentro del cual 12 lectores abordarán su labor como antropólogo de la mente, de lo real y de lo imaginario, el crítico del poder y el editor, el director del FCE José Carreño Carlón agradeció que Bartra se parara ante el espejo que son sus lectores.
En la mesa inaugural Bartra, antropólogo de lo real y lo imaginario, acerca de sus investigaciones sobre la otredad, el salvaje y los mitos, García Canclini recordó los planteamientos del antropólogo y sociólogo al preguntarse cuál es el papel de la imaginación en las conductas que los sujetos y sociedades suponen racionales.
“Puso en evidencia que, para explicar lo que está cambiando, es preciso entender las redes imaginarias con las que disputamos el poder político. La obra de Bartra se sitúa críticamente en esta opción entre develar lo real y deconstruir los discursos.
“Muchos de sus textos están sostenidos por análisis socioeconómicos sobre cuestiones agrarias, con investigaciones acerca de la historia de México, de los mitos y de las representaciones artísticas de lo salvaje o de la melancolía, o incluso descripciones zoológicas y neurobiológicas”, formuló el doctor en filosofía.
López Caballero, antropóloga, se detendría en el impacto de La jaula de la melancolía, publicado en 1987, en donde Bartra tuvo la osadía de bajar al antropólogo del pedestal de observador omnisciente.
“La ruptura no es menor. La consecuencia es que Bartra desestabiliza la relación observador-observado”, expuso la investigadora.
Abierto el diálogo con el público, una mujer pidió a los ponentes elegir un libro de Bartra, quien ha hecho de la democracia, según recordó la lectora, uno de los tópicos recurrentes de una obra que debería ser lectura obligada para los políticos mexicanos que han de ocupar un cargo.
García Canclini respondió como lo haría con un alumno o colega, preguntando primero: “¿Por qué quiere leer a Bartra?” Propuso dos obras mayores de la literatura antropológica contemporánea: El salvaje en el espejo y El salvaje artificial.
“Quizá evitaría algunos libros que pueden llevar una confrontación demasiado directa, como La democracia ausente o Las redes imaginarias del poder político, y que llevaran a alguien que no quiere hacer un gran esfuerzo de pensamiento a decir ‘No, yo con este doctor ya sé que hay que pensar’, y lo que hay que pensar es lo que generalmente va a tener resultado en las próximas elecciones”, ironizó.
Al concluir la mesa, Bartra accedió a tomar el micrófono, pero solo un par de minutos. Le habían hecho ver, admitiría, dimensiones que no ha explorado o entendido.
“Yo estaré un poco más contento en la medida en que no me reconozca en el espejo y observe cuestiones novedosas que no se me habían ocurrido, sobre las cuales no he pensado”.

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