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Gaspard Estrada

¿Hacia dónde va Francia?

A 20 meses de la elección presidencial francesa, en abril del 2017, la campaña ha comenzado. Los principales actores políticos del país han empezado a alistar sus estrategias y a construir los ejes de su discurso, al tiempo que la economía del país sigue estancada (crecimiento nulo en el segundo semestre de este año) y el desempleo continúa batiendo récords. ¿Frente a esta situación económica y social deteriorada, es posible que el presidente François Hollande pueda ser candidato y ganar de nueva cuenta la elección?
Su triunfo en 2012 despertó grandes expectativas no sólo en Francia, sino también en Europa y más generalmente, en el mundo progresista internacional. Si bien Hollande no prometió “cambiar la vida” de los franceses durante su campaña presidencial –para parafrasear al ex presidente François Mitterrand–, la gran mayoría de sus electores esperaba de su nuevo gobierno un giro en la política económica del país, o al menos una inflexión de la postura francesa frente al discurso predominante en la Unión Europea, marcado por la necesidad de implantar políticas de austeridad. Este deseo parecía estar al alcance del nuevo gobierno socialista, por el hecho de que, por primera vez desde el inicio de la quinta República Francesa, la izquierda tenía el control de la Cámara de Diputados, del Senado, así como la gran mayoría de las grandes ciudades, de los departamentos y de las regiones. Es decir, el Partido Socialista disponía de la hegemonía política del país.
Sin embargo, esta mayoría política comenzó a menguar desde el inicio del mandato de Hollande. Los malos resultados económicos, sumados a una pésima política de comunicación, contribuyeron a una rápida caída de la tasa de aprobación gubernamental. Este rechazo a la acción política del gobierno Hollande tuvo una consecuencia electoral importante: desde la llegada al gobierno de los socialistas, el partido del presidente ha perdido todas las elecciones, ya sean senatoriales, locales (municipales, departamentales) o europeas. Más generalmente, estas derrotas tradujeron una incomprensión entre el discurso (positivo) del gobierno – dirigido a su electorado más fiel– y la percepción (negativa) de la vida cotidiana de los franceses, que han pasado a defender valores cada vez más alejados del ideario de la izquierda, como la voluntad de controlar la inmigración, o tener políticas cada vez más represivas con relación a la seguridad pública. En pocas palabras, Francia es gobernada por la izquierda, al tiempo que su sociedad se identifica con valores cada vez más conservadores. La suma de estos elementos ha contribuido a debilitar al presidente y sus políticas, ya sea en el plano interno como en el debate político existente en la Unión Europea. Sin embargo, esta impopularidad presidencial no ha podido ser capitalizada hasta ahora por la oposición de derecha tradicional.
Nicolas Sarkozy, antiguo inquilino del Palacio del Eliseo, ha fracasado hasta ahora en su voluntad de encarnar una alternativa política creíble a los ojos de los franceses, que hoy en día dan más crédito en las encuestas de opinión a su rival Marine Le Pen, hija del antiguo líder del Frente Nacional (FN), el partido de extrema derecha que ha venido ganando terreno en las últimas elecciones, a pesar de sus propuestas radicales, que poco tienen que ver con el país “cuna de los derechos humanos”. Efectivamente, los franceses no han visto diferencias sustanciales entre los gobiernos de centro-derecha y de centro-izquierda en las últimas décadas (Francia no ha tenido un superávit presupuestal desde hace más de treinta años). Este hartazgo con la política y los políticos ha sido el caldo de cultivo de propuestas políticas radicales en toda Europa. Si bien en otros países ese giro se ha dado por la izquierda, como en Grecia, no es imposible que en las próximas elecciones presidenciales ese giro se dé por la derecha en Francia. Si François Hollande aspira a obtener un nuevo voto de confianza en 2017, tendrá que cambiar sustancialmente su acción política.

* Analista del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC).

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