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Jesús Mendoza Zaragoza

Fortalecer a la familia como política pública

Pareciera, a simple vista, que el tema de la familia fuera el favorito de los sectores conservadores y que, por ello, no interese de manera sustancial en la agenda pública. El Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), que es la institución a la que el Estado mexicano delega la atención de la familia, es y ha sido pensado para atender sus vulnerabilidades y sus crisis desde la perspectiva asistencial, pero no para su desarrollo y su fortalecimiento. El Estado no la ha enfocado con toda la importancia que tiene en una sociedad democrática y, por lo mismo, está en condiciones de alta vulnerabilidad y frecuentemente es arrastrada por la pobreza, la violencia y otras dinámicas que la erosionan. A mi juicio, la familia –en toda la compleja situación– necesita ser atendida de manera transversal , tanto por la sociedad como por todas las instituciones del Estado.
Según la encuesta mundial de valores 2005-2008, que estudia a 57 países, la familia ha sido reconocida como la realidad más valiosa con un 90.1% de preferencias, muy por encima de trabajo, religión, amigos, tiempo libre y política, mientras que en México, dicha encuesta le asigna a la familia el 95.1% de las preferencias. A pesar de los pesares, de sus límites y disfuncionalidades, la familia es la que da la cara por sus miembros, sobre todo en tiempos de crisis. La sociedad mexicana le debe tanto a la familia como para poner la atención en ella e invertir todos los recursos posibles en su fortalecimiento.
El tema de la familia está más allá de las preferencias políticas, de las tendencias partidarias de izquierda, derecha o centro, de la clasificación de las personas como conservadoras, moderadas o progresistas, de la profesión religiosa o laica, está en la base de la convivencia social, pues este tema se refiere a una institución cultural que, aun cuando ha sufrido transformaciones y se ha dado lugar a una diversidad de tipos de familia, es el que en la práctica cuanta con el interés mayor de la población.
El punto es, ¿por qué no ha tenido ese interés para las instituciones públicas que enfocan solo a individuos o a sectores sociales pero no enfoca a la familia a la hora de plantear el desarrollo del país ni los planes de gobierno? Las acciones del DIF, por muy importantes, son sustancialmente irrelevantes para la enorme tarea que significa contar con familias fuertes y consolidadas, donde se salvaguarda la integridad de las personas y donde se tiene el cuidado que requieren las personas cuando enferman, sufren discapacidades o pasan por tiempos de crisis.
Los servicios públicos, todos, debieran contar con un enfoque orientado a la familia. ¿En qué medida, los sistemas educativo, de salud, de desarrollo social, de vivienda fortalecen a las familias yendo más allá de respuestas puntuales a alguna de sus situaciones? ¿En qué medida la economía se planifica de manera que las familias puedan contar con la fortaleza que requieren para estar de pie en las buenas y en las malas?
Por otra parte, la familia como institución cultural, que genera cultura y es condicionada por los factores culturales de su propio contexto, requiere la atención de todos para desarrollarse de manera saludable. Hay patologías históricas que requieren ser atendidas como el patriarcalismo, el machismo, el autoritarismo, las diversas violencias y demás. La familia está llamada a ser uno de los factores más importantes de la sociedad democrática que necesitamos, donde se den los aprendizajes que necesitamos en la sociedad, tales como el respeto, la inclusión, la responsabilidad, la tolerancia, la solidaridad, el cuidado, entre otros. Desde la familia se puede generar y promover una nueva cultura que ponga las condiciones para el desarrollo del país.
Yo estoy seguro de que mientras no le demos esa importancia a la familia, el país no saldrá de la crisis que nos pesa tanto. La familia no solo tiene que recibir, tiene que dar mucho, tiene que convertirse en protagonista del cambio social. La estrategia contra la inseguridad y la violencia que se ha promovido hasta ahora, no alcanza a considerar las potencialidades de la familia para construir la paz en el país, de manera que se asegure que los jóvenes que cuentan con familias fuertes ya no estarán más en riesgo porque la familia les protege. Lo mismo hay que decir en relación con la situación de pobreza y de pobreza extrema de la familia en México. Hasta que la familia se convierta en protagonista de su propio desarrollo desatándose las dependencias que se le han impuesto mediante muchos programas sociales, hasta entonces podremos sacar al país hacia un nivel de mayor bienestar para todos. Las políticas públicas debieran tener ese objetivo estratégico.

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