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Gaspard Estrada

La crisis humanitaria y el dilema europeo sobre la migración

La publicación, el pasado miércoles, por la mayoría de los medios del mundo, de una fotografía del niño sirio de tres años, Aylan Kurdi, quien yace muerto en la costa turca de Bodrun provocó una conmoción en la opinión pública internacional. En Europa, el impacto mediático y político de esta noticia fue tan importante que ha venido modificando sustancialmente los posicionamientos públicos de los principales actores políticos de la región relativos al debate sobre la migración en el continente. Hasta hace poco, este último había sido acaparado por la agenda de los partidos de derecha y extrema derecha, que han intentado asociar el fenómeno migratorio con la violencia, y a la pérdida de los “valores europeos”. Si bien este caso ha creado una dinámica de solidaridad internacional, es difícil saber si este cambio en el discurso de los principales líderes europeos será duradero, sobre todo cuando estamos a poco más de dos años de las elecciones presidenciales en Francia y Alemania, que serán cruciales para el futuro de la Unión Europea. ¿Cómo hemos llegado hasta este punto?
Es importante resaltar en primer lugar que este flujo de refugiados oriundos del norte de África así como del Cercano y Medio Oriente no es nuevo en Europa. Por el contrario, durante una buena parte del siglo pasado, los países europeos importaron mano de obra (barata) proveniente de esos países así como de España, Portugal e Italia para compensar los desequilibrios demográficos inducidos por la Segunda Guerra Mundial. De tal manera que la comunidad proveniente de estos países fue aumentando con el paso de los años. Sin embargo, con el fin del pleno empleo y del crecimiento económico sostenido, estos migrantes pasaron a ser vistos con recelo por sectores políticos conservadores, que construyeron su discurso en base al rechazo a su presencia en sus países. En Francia, el partido del Frente Nacional (FN), dirigido históricamente por Jean-Marie Le Pen, logró capitalizar este rechazo a los migrantes, al concentrar su discurso en la supuesta necesidad de expulsar a los migrantes. Poco a poco, este discurso xenófobo fue ganando terreno, al tiempo que los principales partidos políticos europeos de derecha y centro-derecha fueron perdiendo espacio frente a los partidos de extrema derecha. Este hecho político acabó por abrir una brecha en los tradicionales acuerdos entre partidos “de gobierno”, que tenían como objetivo evitar el uso del repertorio discursivo de la extrema derecha en el debate político. Por ejemplo, Nicolás Sarkozy, durante sus dos campañas presidenciales, basó su estrategia electoral en la atracción de los electores tanto de la derecha tradicional, como de la extrema derecha, al denostar abiertamente la política migratoria existente en Francia, considerándola como extremadamente “laxa”. A pesar del fracaso de esta estrategia en la última campaña presidencial de Sarkozy, la voluntad política de la mayoría de los líderes de la derecha de insistir en este discurso contrario a la migración y a los migrantes persistió.
Sin embargo, contrariamente a esta persistencia, los flujos migratorios provenientes de Medio Oriente cambiaron de dimensión, sin que los responsables políticos occidentales (y en particular, los europeos) se dieran cuenta de su responsabilidad en estas transformaciones, en particular Nicolás Sarkozy. En efecto, a raíz del ataque estadunidense a Irak en 2003, del francés a Libia en 2011, y del conflicto sirio –en el cual la acción errática de los gobiernos occidentales ha propiciado un estado de caos en este país–, esta región ha sido fuertemente desestabilizada, provocando que millones de personas huyan de sus países de origen, sin otro destino posible que el continente europeo. Por su lado, los gobiernos –en su gran mayoría conservadores– de Europa se han visto rebasados por el aumento dramático del número de migrantes intentando cruzar el mar Mediterráneo, sin que estén en capacidad de dar respuestas concretas, al estar presos en su discurso hostil hacia los migrantes. Es de esperar que el giro político existente en Europa a raíz de la publicación de esta fotografía no se quede en palabras vacías, pero que se traduzca en un cambio sustantivo de la política migratoria de estos países, al tiempo que programas de desarrollo social, de cohesión social y de integración nacional sean financiados por estos gobiernos para atacar este problema de raíz.

* Analista del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC).

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