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Recrean pobladores de Huixtac desde hace más de un siglo la toma de la Alhóndiga de Granaditas

*Las calles del pueblo perteneciente al municipio de Taxco de Alarcón se convierten en el teatro de la lucha entre criollos y fuerzas españolas

Rosendo Betancourt Radilla

Huixtac, Taxco

Los cañones rugen entre una polvareda que levantan cientos de hombres, mujeres y niños armados con arcos, flechas y fusiles. Asaltan una fortaleza: la alhóndiga de Granaditas.
Se escuchan cantos apaches, órdenes de carga, gritos de dolor. Los que atacan claman libertad, “viva México, viva Hidalgo, mueran los gachupines”. Los que se defienden responden, “viva España, viva la reina, viva el rey, mueran los indios”.
El campo de batalla está que arde, las fuerzas realistas contienen a los independentistas que muestran gran arrojo, y no es para menos, pelean por la libertad, están hartos de la violencia y la explotación que sufren de sus autoridades, del imperio español.

La noche anterior, se descubre la
conspiración

La noche anterior, el 15 de septiembre Huixtac era un hervidero de gente: decenas de jóvenes recorren las calles lanzando consignas, un grupo en contra de los héroes de la Independencia y otro en apoyo. Pasan casa por casa pidiendo cooperación para organizar las hostilidades del día siguiente, y cuando reciben algo, lanzan una porra a quien los apoya.
Baja del cielo una tenue pero incesante lluvia, el empedrado de las calles se vuelve resbaloso, más de uno cae al suelo pero se levanta y continúa el recorrido.
En la comisaría ya descubrieron la Conspiración de Querétaro, están por apresar al corregidor José Miguel Domínguez, a su esposa Josefa Ortiz de Domínguez, La Corregidora, al cura Miguel Hidalgo y Costilla y al militar Ignacio Allende.
Los dos grupos de jóvenes con diferencias irreconciliables entran a la comisaría y se paran frente a frente, lanzan arengas mientras el comisario se prepara para dar el Grito de Dolores, una escolta con la bandera nacional está lista para rendir honores, es un acto solemne.
Pasado el Grito de Independencia, afuera la lluvia sigue, los jóvenes algunos con su vestuario militar español, otros con calzón de manta y camisa de algodón, con machetes y palos que simulan fusiles llenan de vida las calles. Cenan, algunos beben tequila y cerveza.
Un grupo de adultos jóvenes con algunos toletes patrulla el pueblo, pregunta a quienes no reconocen que de dónde son “quién los invito”. A la 1 de la madrugada del 16 de septiembre, el silencio vuelve, todos se van a descansar, a prepararse para la guerra.

Huixtac

De acuerdo con la tradición oral de los pobladores, Huixtac es un pueblo prehispánico. Su iglesia aparece en un mapa de un códice que se guarda celosamente y que data de 1749.
Es una comunidad pintoresca del municipio de Taxco de Alarcón, por sus calles empedradas se ven mulas, caballos y burros cargando leña o pastura para ganado, casi siempre arreados por adultos mayores, la mayoría de los jóvenes están fuera, son braceros en Estados Unidos, como lo fueron sus padres y sus abuelos.
Es común en las charlas con los vecinos, que se mencione a algún pariente que está en Chicago o Los Ángeles y manda dólares.
Tiene historia bélica, varios son descendientes de revolucionarios que cabalgaron con Emiliano Zapata, otros lucharon contra sus fuerzas, y eso sigue en la memoria de sus habitantes.
La mayoría de sus campos de siembra están abandonados, se pueden ver algunas parcelas de maíz y potreros para ganado. Un río rodea al poblado.
El organizador de la representación de la toma de la alhóndiga de Granaditas, Juan Mena Viveros asegura que esta tradición tiene más de 100 años y cuenta una anécdota:
“Corría 1926, estaba la guerra de los Cristeros, estaban haciendo la representación y un militar experimentado estaba a cargo, tocó el clarín de guerra. Después de un rato llegó al pueblo una partida de caballería, los militares pensaron que había un combate real cuando escucharon el clarín, se quedaron a ver todo y después se fueron”.
Mena Viveros afirma que esa historia es muestra de que la tradición es centenaria, pues antes ya se hacía y se ha mantenido.

Se desata la guerra

El momento llegó, los nacidos en la Nueva España están hartos de la opresión y dispuestos a acabar con ella por la vía de las armas.
Acompañados de música de viento los contingentes recorren el pueblo con pequeños cañones que rellenan de pólvora y hacen estallar, mientras gritan “viva la virgen de Guadalupe, viva México”. Los independentistas llenan sus rostros de hollín, son negros, son indios, son los oprimidos.
Antes de llegar al campo de batalla se encuentran con sus adversarios y entran en combate, hay escaramuzas por todos lados.
Cada grupo elige a un combatiente y ambos se enfrentan, levantan en lo alto cada uno su fusil (que es un palo con cuetes pegados) y forman una cruz en el aire. En el choque truenan los petardos, los guerreros se retiran y otros más se enfrentan.
En la calles hay enfrentamientos, rechinan los machetes mientras los cientos de personajes gritan, algunos cargan botellas llenas de mezcal, tequila o cerveza, las beben “para agarrar valor”.
El objetivo está cerca, se observa una atalaya que representa la alhóndiga. Arriba están la reina y el rey españoles con algunos soldados, observan acercarse a los rebeldes que cada vez están más cerca.
Al pie de la torre se sientan los insurgentes, comparten alimentos y bebidas. La alhóndiga está sitiada, truenan los cañones, suena intensa la música de viento. Cientos de vecinos observan el espectáculo.
Las fuerzas novohispanas cargan contra la fortaleza mientras decenas de niños vestidos de apache llegan de refuerzo, arrojan flechas.
Un hombre carga en su espalda un rectángulo de madera, todos le abren paso, es Juan José de los Reyes Martínez, El Pípila. Tras su irrupción capturan a los guardianes de la fortaleza, sus minutos están contados.
Prisioneros, los reyes españoles son conducidos a la comisaría y son fusilados. La batalla ha concluido, los rebeldes, los oprimidos ganaron al grito de ¡viva México!, ¡viva la virgen de Guadalupe!, ¡muera la opresión!

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