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Gaspard Estrada

La victoria de Syriza y el nuevo viraje alemán sobre los refugiados

La victoria, el pasado domingo, de Alexis Tsipras y más generalmente, del partido Syriza en las elecciones legislativas anticipadas en Grecia fue histórica por más de un motivo. En primer lugar, este resultado confirma, por tercera vez en menos de un año, la transformación del escenario político griego, a favor de Syriza, que se volvió en este periodo el nuevo partido hegemónico no sólo en la izquierda, sino en todo el país. El PASOK (el partido socialista de Grecia, miembro de la Internacional Socialista y controlado desde hace décadas por la familia Papandreu) tuvo por primera vez menos votos que el partido de extrema derecha Amanecer de Oro. En segundo lugar, los resultados electorales vinieron a confirmar que la línea política adoptada a raíz del acuerdo entre el gobierno griego y sus acreedores sigue teniendo la confianza del pueblo griego, a pesar del importante giro político adoptado por el primer ministro Tsipras después del referéndum de julio. Este último había por el contrario enviado una señal de rechazo a las condiciones impuestas por la Unión Europea (UE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), y su falta de aplicación provocó una escisión dentro de Syriza. La derrota electoral del grupo disidente confirmó la supremacía política de Alexis Tsipras. Sin bien este tercer triunfo político al hilo puede llevar a una estabilización política del país, que le permita realizar los cambios económicos necesarios para volver a crecer –y por ende, salir del círculo vicioso ligado a las políticas de austeridad–, la situación política general de la Unión Europea no es muy esperanzadora.
En efecto, la afirmación política de Alemania en el seno de la UE en los últimos años se ha traducido en la aplicación de una agenda intergubernamental conservadora cuya prioridad ha sido la lucha contra los déficit presupuestales. De esta manera, la principal agenda de la UE ha sido marcada por una imagen punitiva (como en el caso griego), contrariamente a lo que había pasado en cincuenta años anteriores, donde la UE era sinónimo de esperanza y futuro. De tal manera que Alemania, al liderar tal mudanza, ha venido siendo asociada a esta imagen negativa. Es por eso que la iniciativa política de la canciller Angela Merkel de recibir un número masivo de refugiados, tomada a finales de agosto, sorprendió a muchos, tanto en Alemania como en la UE, e irritó a la mayoría de los aliados conservadores del gobierno alemán. Para la mayor parte de la prensa europea, incluyendo a la alemana, que renombró a la canciller como la “Madre Angela” en referencia a la Madre Teresa de Calcuta, este giro puede explicarse en gran parte por la voluntad del gobierno alemán de salir de esta agenda negativa ligada a la aplicación de políticas de austeridad en la UE. Sin embargo, pasada la emoción en la opinión pública internacional ligada a la publicación de la foto del niño Aylan Kurdi, las imágenes de la llegada masiva de refugiados a Europa, y en particular, a Alemania, provocaron un giro en la orientación política de la canciller. No solamente Alemania decidió disminuir su participación al recibimiento de refugiados, sino que instauró un control aduanal en sus fronteras nacionales, por primera vez desde que los acuerdos de Schengen sobre la libre circulación de los bienes y de las personas fueron firmados. Es decir, por primera vez desde el inicio del proceso de construcción de la UE, dos de los principales pilares de la construcción comunitaria de la UE –es decir, de la construcción supranacional de este ente político y jurídico sui generis– que son la moneda única y la libre circulación de los bienes y de las personas, han sido abiertamente puestos en entredicho. Esperemos que el año 2015 no sea recordado como el año en el que la UE empezó de desintegrarse.

* Analista del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC) con sede en París.

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