Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Cierran el ciclo de petición de lluvias en Zitlala con la feroz pelea de los jaguares

Luis Daniel Nava

Zitlala

El pueblo de Zitlala de nuevo ofreció sus feroces peleas para pedir a los dioses prehispánicos lluvias y abundantes cosechas en el nuevo ciclo agrícola.
El historiador Eduardo Sánchez aseguró que existe un códice de 1455 en el que se muestra una pelea entre los dioses Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, que pudieran ser un antecedente del ritual.
Como cada año, ayer con las peleas entre los hombres-jaguar en la plaza central concluyó este domingo un viejo ritual de petición de lluvias, viento y cosecha conocido como Atzatzilistli, que comenzó desde el 25 de abril.
Los antiguos pobladores aún conservan la leyenda que cuenta que en la época prehispánica durante un periodo de abundancia los pobladores cometieron el pecado de dejar de ofrendar a sus dioses en los cerros donde nacía el agua, lo que les costó que Huitzilopochtli les mandara sequía y enfermedades.
Dos de los principales pobladores se convirtieron en jaguares para subir al cerro del Tonacatépletl, robar las semillas y regresar la alimentación al pueblo.
Los jaguares fueron descubiertos del robo por lo que en su huida fueron regando las semillas por los cerros, lo que provocó que las semillas germinaran por una tormenta.
Sin darse cuenta de su odisea, los jaguares pelearon a muerte culpándose por la pérdida de las semillas. Testigos de la pelea, los pobladores decidieron evocarla cada ciclo agrícola en la punta de un cerro en Zitlala.
En efecto, ayer cientos de jaguares de todos los lugares de Zitlala y de todas las edades revivieron la usanza con música, baile, bebida de maguey y feroces reatazos.
Antes de pelear, los jaguares divididos en dos grandes bandos se reunieron en las casas de sus mayordomos para alistar sus singulares máscaras (labradas con cuero de res y colmillos de jabalí y cerdo) y sus armas que son macizas reatas amarradas desde la cintura. Los nudos que dan el golpe letal del arma son endurecidos con mezcal.
En el barrio de San Francisco, decenas de jaguares con coloridas vestimentas se alimentaron con mole rojo de puerco y tamales y se llenaron de fuerza con sorbos de mezcal. Ahí esperaron a los del pueblo de Tlaltempanapa, para bajar en manada y movidos por la música de viento a la confrontación con los jaguares de los barrios de la Cabecera, de San Mateo y de otros poblados.
En San Francisco, tres peleadores que no rebasan los 18 años están convencidos de que deben de pelear para que haya lluvia y muchas cosechas este año; y que aunque el combate es fuerte ahí no hay ganadores.
En la plaza, ante miles de espectadores, un gladiador con su hijo pequeño llegan de la localidad de Coapexco para unirse al grupo de San Francisco, con una máscara amarilla en la mano y en un morral, la reata con la que ha de pelear y una botella de mezcal.
Asegura que las peleas, en las que cada año participa, son un requerimiento para que el agua y la cosecha lleguen al pueblo. Sobre su técnica dice que es necesario tomar un poco de mezcal para el calentamiento y tener fuerza y habilidad para ganarle al rival.

Hay registros históricos de las peleas

Según el historiador Eduardo Sánchez Jiménez, existe un antecedente de este ritual en un códice que data aproximadamente de 1455 en el que se muestra una pelea de jaguares entre los dioses Quetzalcoatl y Tezcatlipoca.
También aseguró que en febrero pasado fueron hallados pinturas rupestres donde se representan sacrificios de mujeres, que pudieran pertenecer a los inicios de cada ciclo agrícola.
Dijo que la tradición oral ha confirmado que las mujeres que eran sacrificadas se preparaban desde un año antes purificándolas espiritual y físicamente, pero que luego el sacrificio pasó a ser de animales como guajolotes.
Actualmente, comentó, el ritual de petición de lluvias en el que no existe ningún componente cristiano, comienza desde el 25 de abril y concluye con las peleas de tigre el 5 de mayo.
Anteriormente, añadió, las peleas eras realizadas en la cúspide de un cerro y después en las orillas de un río.

468 ad