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Federico Vite

Variaciones sobre el dañoLogoFedericoVite

¿Por qué las historias de degradación e ignominia atrapan tanto a los lectores? Tal vez la respuesta pueda encontrarse en Axilas y otras historias indecorosas (Cal y Arena 2011), colección de cuentos del brasileño Rubem Fonseca, un documento que simple y sencillamente corona la obra de uno de los narradores más potentes del siglo XX.
Fonseca se ha caracterizado por darle vida a las voces de barrio, por hacer de sus libros un coloquio de monstruos y Axilas y otras historias indecorosas confirma la vitalidad de este hombre que sigue cantándole al cuerpo sagrado de las jovenzuelas candentes.
Las unidades narrativas de este volumen son como usualmente las trabaja el también autor de Agosto, hombres que desbordan sus pasiones. Des-cubrimos a un gandalla solitario que desdeña a las prostitutas tatuadas que no conocen a Platón, a un niño bello que al crecer se deforma hasta convertirse en alguien obeso y lamentable. Encontramos también la desazón de un tipo que mata a su amante porque encuentra en el asesinato la epifanía del placer. Desgraciadamente, el caballero tendrá que deshacerse del cadáver y es aquí donde la reflexión, más que el oficio de Fonseca, emocionan al lector. No sólo basta con planear bien un cuento, sino con dotarlo de la esencia vital de quien ha vivido y visto mucho. Pero uno de los textos que más me atraen es la de un anciano que se niega a envejecer y comienza a inhalar cocaína porque considera que esa es la fuente de la juventud.
Rubem es un tipo solitario, aparece poco en público porque cree que la fama es una máscara que deforma los gestos de las personas. Durante algunas de las escasas entrevistas que ha brindado, Fonseca define el oficio literario de esta manera: “El objetivo honrado del escritor es llenar los corazones de miedo, decir lo que no se debe decir, decir lo que nadie quiere decir, decir lo que nadie quiere oír”.
Durante mucho tiempo, este narrador cultivó las calles de Río de Janeiro como policía. Vagaba pues por el corazón sombrío de una ciudad festiva con la intención de conocer los motivos por los que la gente dedica tanto tiempo en planear el mal y practicarlo para ver dañado al otro.
Fonseca estudió leyes y durante los años 50 se unió a la policía. No le fue mal como gendarme, pero intentó otra vida estudiando administración de empresas en Estados Unidos. En 1963 publicó Los prisioneros y con ello puso en marcha su carrera literaria. También ha sido periodista, profesor y guionista. Se volvió muy popular cuando HBO transmitió la serie Mandrake, inspirada en uno de los personajes más atractivos de Fonseca. Mandrake es un abogado de moral dudosa que investiga crímenes y en la novela El gran arte muestra con todo detalle la prostitución carioca. El abogado caza a un asesino en serie y de paso nos revela las perversiones del hampa brasileña.
Axilas y otras historias indecorosas también es una reflexión sobre la fugacidad del cuerpo. “La axila de la mujer tiene una belleza misteriosamente inefable que no posee ninguna otra parte del cuerpo femenino. La axila, además de seductora, es poética”. Dice Fonseca en este volumen y remata: “La belleza del ser humano es una alegría que dura poco, su encanto y su valor no aumentan, desaparecen. La vejez es peor que la muerte”. Al describir a una mujer desencantada por su ingreso a las huestes de los 40 años, Fonseca precisa: “Al ver su rostro lleno de bótox me acordé del pesimista de Cioran cuando dijo que la lucidez hace del individuo un ser incapacitado para amar. Ella era joven a los 20 años, tiene razón, la vejez no le sienta bien a nadie”.
Axilas y otras historias indecorosas llama la atención por la naturalidad con la que el autor cuenta los errores trágicos de los personajes. No hay impostación de la voz para dar cuenta de los hechos, para crear el suspenso (que como bien define Nelson, el pícaro mozalbete de Los Simpson), ese truco sólo logrado por los verdaderos artistas.
Invito a conocer la obra de un maestro del cuento, un brasileño que viviría felizmente en Acapulco.

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