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Cuestiona director en obra teatral la globalización del pensamiento único

Julieta Riveroll / Agencia Reforma

Ciudad de México

El director de escena David Psalmon puso al día la crítica que el dramaturgo Václav Havel (1936-2011) hizo del totalitarismo de su época, al convertirla en un severo cuestionamiento a la globalización del pensamiento único.
La esencia del texto titulado La inauguración, sin embargo, se mantiene intacta, según el director de teatro, pues el ex presidente checo alude a todo sistema que pretende aniquilar las libertades individuales.
“Hice pequeños ajustes a la hora de traducir y adaptar la obra. Eliminé, por ejemplo, todas las referencias a la Guerra Fría. Donde me tomé mayores libertades fue en la puesta en escena”, destacó el titular de la compañía TeatroSinParedes.
Psalmon decidió recrear un set de televisión para convertir el encuentro de un matrimonio con su mejor amigo en un reality show, interrumpido constantemente por comerciales que realmente existen, pero que fueron editados para el montaje y que el público observa en una decena de pantallas.
“Havel se enfrentó al totalitarismo del silencio y nosotros al totalitarismo del ruido. Pensé qué la televisión, donde se promociona, se exalta y se miente, era el espacio que mejor podía reflejar la actitud de una pareja que usa todos los medios posibles e inimaginables para convencer a Ferdinand Vanek de cambiar su forma de pensar para convertirlo en un títere más de la sociedad de consumo”, explica Psalmon.
La reunión tiene lugar en la sala de la casa de Michael y Vera. A Vanek lo sientan desde un inicio en una silla de tortura, lo que hace evidente para los espectadores que al amigo le espera un momento todo menos amable.
“El tono exaltado y la dimensión cómica que privan en el comienzo de la obra se transforman en un realismo absolutamente desgarrador. Ya para la última escena no hay mucho de qué reír. Quise radicalizar la propuesta en el cierre y hacerla mucho más violenta, agresiva y áspera de lo que plantea el texto de Havel”, señala el director.
Seccionada en seis partes, La inauguración va más allá de la tortura ideológica, cuando la pareja amarra a Ferdinand a la silla y le coloca un casco con una cámara que filma en tiempo real todas sus reacciones. También podría considerarse como un ataque directo y frontal el bombardeo mediático al que está sometido el público a lo largo de una hora.
“Es una crítica abierta al consumismo exacerbado y a la dictadura de las apariencias. La pareja refleja lo que somos cuando dejamos de resistir, de preservar nuestra esencia humana y nos dejamos llevar por esa maquinaria creada para destruirnos”.
Reproducciones de obras de artistas contemporáneos como Warhol, LaChapelle, Benglis y Klein decoran la casa del matrimonio “perfecto” para cuestionar cómo el arte se ha desprendido de su función social y plantear lo absurdo del coleccionismo.

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