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Octavio Klimek Alcaraz

Cambio de valores

Octavio Klimek Alcaraz

Dentro de la discusión sobre la reforma energética mantengo una preocupación especial sobre el tema ambiental, que es percibida de manera cotidiana en las áreas económicas dominantes en una sociedad de libre mercado, como un obstáculo para el crecimiento económico per se, y que es incapaz de distinguir que no necesariamente un mayor crecimiento económico incrementa más los beneficios que los costos a la sociedad en general.
Es cierto que México se encuentra entrampado en una crisis económica. Los números del crecimiento económico dicen que México crece poco. Esto a pesar de que llevamos años con la fórmula de que necesitamos más mercado y menos Estado mexicano. Por eso se ha vendido cuanto servicio o industria de propiedad estatal se tuviera, siempre a precio de ganga. Todo eso finalmente no ha servido de mucho para la mayoría de los mexicanos, ya que la desigualdad social y por tanto de oportunidades es aterradora. Somos un país mayoritariamente de pobres, con una minoría de ricos, día a día unos más ricos y otros, más pobres. Hoy vivimos una especie de apartheid económico y social, una segregación que concibe el éxito en la vida con base en tus niveles de consumo material. Las consecuencias son pavorosas, existe una pérdida de valores, en donde el método para alcanzar un objetivo es ignorar la ley y cualquier impedimento de carácter moral o ético. Por ello no es casualidad la violencia desatada a lo largo y ancho del país, ya que es una trágica consecuencia de inducir a pensar a las personas que en el mercado son individuos destinados a maximizar su propio beneficio y placer, olvidando que las personas somos seres humanos inmersos en una compleja red de relaciones sociales, somos padres, hijos o amigos, la calidad de estas relaciones determina finalmente mejor nuestra calidad de vida, mejor que la cantidad de mercancías que consumimos. El acumular dinero no es todo en la vida, aunque se digan cínicamente que cómo ayuda.
Para salir de este bache económico y social, se continúa predicando, por los mismos que nos llevaron a este desastre, o sus discípulos, la doctrina de que privatizar es igual a prosperidad, de que el Estado mexicano es ineficiente y corrupto, de que la iniciativa privada nacional o extranjera requiere manos libres para invertir en lo que quieran y como quieran. En fin, es bueno para todos, que la economía crezca literalmente como enredadera, así habrá más oferta de trabajo y por tanto el modelo de vida de una sociedad de alto consumo alcanzará para todos.
Sin embargo, se debe recordar que vivimos en un planeta y un país abarrotado de personas, que demandan recursos naturales, en especial los no renovables, de manera irracional y que los mismos se desechan, también de la misma forma, convertidos en residuos al aire, suelo o agua. Existe por tanto un límite al crecimiento económico, un límite físico en el planeta y en el país para extraer recursos naturales y generar residuos, si queremos mantener la actual trama de la vida humana.
En esa lógica, se deben hacer más caros aquellos recursos naturales que no se pueden sustituir en lo absoluto (como los hidrocarburos y los minerales), así como aquellos que se renuevan de manera limitada y son escasos (como el agua dulce). Así, entre más caro es el uso del recurso, más eficiente se trata de ser. Pero también éstos se deben usar con moderación, deben existir límites físicos a los aprovechamientos de los recursos naturales, en especial los no renovables.
El caso del petróleo en México es un ejemplo de lo que se puede hacer al respecto. Durante décadas, el gobierno se benefició de los ingresos petroleros y se entiende que los mexicanos también. Al ser un patrimonio de los mexicanos se deduce que sus beneficios deberían ser recaudados y distribuidos con criterio social. A la empresa estatal PEMEX se le cargó de manera irresponsable y cómoda por parte del gobierno en turno de una enorme carga fiscal. Por ello, la empresa estatal PEMEX nos dio para invertir en infraestructura pública y gastar en servicios públicos, como la salud y educación. Sin embargo, se uso también de una manera irresponsable, generando pasivos de todo tipo desde laborales hasta ambientales. Siempre se vivía en el presente, sin tener una visión de que el patrimonio de los mexicanos no es sólo de las generaciones del presente, sino también de las futuras. El petróleo y gas se vendía de manera indiscriminada para llenar las arcas del gobierno, sin eficiencia y moderación. No se tomaron las provisiones necesarias y se expolió a la empresa, de tal forma que se le impidió un mayor desarrollo. Peor aún, se agotó el capital natural del recurso petrolero y se le contabilizó como un ingreso, sin una tasa de restitución racional. En pocas palabras se descapitalizó de manera aberrante el capital natural de los hidrocarburos, emitiéndolo a la atmósfera como gas de efecto invernadero.
Hoy se plantea una ruta que no corrige los errores cometidos, sino que puede profundizarlos. Lo anterior, bajo la idea de reformar la Constitución del país, para que la empresa petrolera privada pueda aprovechar los hidrocarburos que quedan por ahí y que son propiedad de la nación. Se considera que sólo la inversión privada puede recuperar los niveles de aprovechamiento de hidrocarburos de las épocas de la bonanza, sin una clara visión de eficiencia y moderación en su aprovechamiento. Además, se propone ampliar la explotación de los hidrocarburos a nuevas fronteras tecnológicas, cuestionadas ampliamente por sus riesgos ambientales, como es aprovechar los hidrocarburos de yacimientos no convencionales, con tecnologías como el fracking (fractura hidráulica), así como ir a aprovechar los hidrocarburos de las aguas profundas, con todos los riesgos económicos y ambientales imaginables. Para ello, se manifiesta como beneficio que la gente tendrá energía más barata. Aunque el resultado probado será de que se privatizan los beneficios y se sociabilizan los costos.
Al respecto se plantean alternativas sin modificar el control del Estado mexicano en la Constitución, a partir de dejar de expoliar por parte del gobierno a PEMEX en las proporciones en que ha realizado hasta ahora, para que esto le permita invertir en lograr mantener tasas de aprovechamiento de hidrocarburos necesarias para el desarrollo del país. Esto significaría que el gobierno federal disminuya la carga fiscal a PEMEX y que realmente traslade dicha carga fiscal a quienes han tenido privilegios fiscales o evadido sus obligaciones al respecto. Esto sería mucho más conveniente que buscar socios privados con los cuales compartir los beneficios.
Es importante destacar que la reforma energética debe caminar hacia la necesaria transición energética, para que México no dependa en el futuro de los hidrocarburos de PEMEX, que en algún momento del mediano plazo serán insuficientes para las necesidades de país, su agotamiento definitivo dependerá del grado de eficiencia y moderación con que se les aproveche. Así vengan de yacimientos no convencionales o de aguas profundas. Además, se olvida el tema ambiental del cambio climático; es irracional estar en una carrera por continuar el camino de los hidrocarburos, así se diga que el gas natural contribuye menos que el carbón o petróleo a la emisión de gases de efecto invernadero. Por ello, se debe ser cuidadoso y prudente en apostar a dicha orientación.
Lo que se necesita es desarrollar una economía baja en uso de hidrocarburos, esto es posible a partir de fuentes de energía renovables, como son el viento, el agua y el sol, entre otros; todos recursos naturales renovables. PEMEX misma de manera conjunta con la Comisión Federal de Electricidad puede encabezar dicha transición energética en el país. Se necesita entonces un cambio de valores.

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