Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Resuena la música de Queen en la fría noche de Chilpancingo

*La Orquesta Filarmónica de Acapulco, el Coro de la UAG y el quinteto Britania lograron hacer química con un público chilpancingueño que tardó en calentar en el Auditorio Sentimientos de la Nación

Óscar Ricardo Muñoz Cano

Ajusto el cinturón del auto, miro por el retrovisor si todo está bien. Arranco. Y avanzo.
Pienso en que me gustaría escribir algo así como: “Eran las 8.30 de la noche, noche fría, con lluvia y el concierto de la Filarmónica de Acapulco en la capital del estado apenas iniciaba…”. No, mejor no. Quizás si digo: “La fila para comprar un boleto aún se alargaba más allá de las 8.30 de la noche, cuando empezó la Queenmanía…”. Tampoco.
¿Y si mejor inicio mi texto ya adentro de un auditorio abarrotado, saludando amigos entre los cientos de asistentes y al director del Sentimientos de la Nación ansioso por el lleno y los retrasos?
Enfilo para la autopista y pienso en que quizás sería mejor explicar por qué la música de Freddie Mercury, Brian May, Roger Taylor y John Deacon, mejor conocidos como Queen, causa tanto furor en tierras como Chilpancingo este sábado, Acapulco el viernes y este domingo, con seguridad, Cuernavaca.
Bombásticos, estrafalarios, repelentes. Excesivos. Amane-rados. Rebosantes de testosterona. Operísticos. Cabareteros. Grandilocuentes. Ambiciosos. Arrogantes hasta la autoparodia. Así eran ellos.
Queen, desde su fundación en 1971, hasta la muerte de su irrepetible líder, en 1991 fue controvertido, y a decir de la revista Rolling Stone desató pasiones e inquinas a partes iguales protagonizando algunos de los conciertos más orgiásticos en la historia del rock.
Y no es para menos. Bastaron unos cuantos guitarrazos del grupo Britania, los chicos del coro de la Universidad Autónoma de Guerrero y la batuta del maestro Eduardo Álvarez para que los pomposamente nombrados adultos contemporáneos, tararearan, aplaudieran e incluso lagrimearan con canciones como Save me o Somebody to love. O que de plano abrazaran a su pareja y le susurraran al odio frases como: This flame that burns inside of me /I’m hearing secret harmonies /It’s a kind of magic…
Llego a la caseta. Pago por un tramo de carretera que está peor que muchos en La Montaña y que son gratis.
Pienso, no faltaron los que se durmieron, los que se aburrieron y los que de plano no entendieron lo que decía el vocalista, yo entre ellos, pero para la mayoría, estoy seguro, en sus mentes había un desfile de imágenes que era musicalizado por canciones como Flash o We will rock you ejecutadas por la filarmónica y dramatizadas por los golpes y el aplauso del coro de la universidad.
Aventuras con los amigos del barrio, la cascarita de futbol; la primera novia, el primer desamor… Recordando que el mundo, México, se recuperaba de los hechos del 68, del 71, y la juventud, entonces herida y en proceso de madurez, temía a las represalias y necesitaba frases como la de “Aprendes a defenderte sólo en la juventud”, dicha alguna vez por Freddie, para agarrar valor y empezar de nuevo.
Era en ese entonces que cuando unos estaban en la prepa o la universidad o en su primer empleo, y entre minifaldas ochenteras y pantalones bombachos, otros pocos privilegiados pudieron escapar de la basura pop para “ser libres” y escuchar maravillas como la Bohemian Rapsody, que este sábado logró hacer química con un público que tardó en calentar pese a que el maestro Álvarez insistía con la mirada, la batuta, los aplausos y a pesar de que el primer guitarra del grupo Britania corría previamente como desaforado por todo el auditorio en busca del aplauso, sacando humo con el requinto, indistintamente con los dedos y con los dientes.
Sonrío. Miro por el retrovisor si todo va bien. Algo me incomoda.
Sí, creo que debería escribir que la música de Queen, más allá del genio musical, de las modernas armonías, de sus capacidades para teatralizar los conciertos, por lo bien ejecutada por la filarmónica, el coro y el grupo, es sin duda y será, el sound track de la vida de mucha, mucha gente.
Quizás entonces, sólo entonces, se entendería por qué paso por alto la mala ecualización de la voz del solista, lo poco que duró el concierto, la frialdad de los chilpancingueños que aplaudieron sólo lo necesario, el viaje de regreso a Acapulco y por supuesto, el por qué pasé mucho tiempo viendo bailar al ritmo de Innuendo o Radio Ga-Ga una camarógrafa de televisión enfundada en piel negra que me recordó a…
Miro por el retrovisor si todo va bien. Y no.
Recuerdo, conseguí recién un disco con los éxitos de Queen que aún no abro. Lo busco, lo saco, lo pongo. Y a ritmo de These are the days of our lives ignoro además a las 200 personas que en Acapulco quedaron fuera del concierto, a la violencia, a la Policía Comunitaria, a los normalistas, a la falta de agua, y grito, no canto: Those were the days of our lives/ The bad things in life were so few /Those days are all gone now but one thing is true/ When I look and I find I still love you…
Miro por el retrovisor si todo va bien. Ahora sí.

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