Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Víctor Cardona Galindo

PÁGINAS DE ATOYAC

*Leyendas de mi pueblo… El Cuera Negra

(Primera de dos partes)

Allá en la sierra nunca oí hablar del Cuera Negra. De él supe cuando llegamos a vivir a El Ticuí. Ahí todas las noches por la calle Progreso del Sur pasaba un jinete. Nunca lo vimos pero se escuchaban el paso de los cascos de su caballo a las 12 en punto. “Dejó de pasar cuando la imagen de Jesús de Nazaret comenzó a recorrer el pueblo durante la Cuaresma”, dice una vecina.
Cuenta la leyenda que un hombre tenía pacto con El Cuera Negra y cuando iba a caballo rumbo a El Ticuí, al pasar por la gran ceiba que estaba en el Camino Real era jalado de los hombros y quedaba encaramado pegado a las ramas del árbol, pero luego cuando venía gente llegando al lugar era soltado y caía de nuevo sobre el caballo. Era su precio por los favores recibidos. Siempre dio miedo pasar por ese árbol que murió de viejo. Cuando fue comisario Jorge Flores, La Flecha, mandó a trozar las ramas de esa ceiba legendaria porque al secarse eran un peligro para los transeúntes y ahora de aquel gigantesco árbol sólo quedan como recuerdo las raíces quemadas.
Otra historia dice que Luis fue a la leña, allá se encontró a un muchachillo de su edad que también andaba leñando. De regreso emprendieron caminos diferentes, Luis atravesó el río rumbo a la ciudad de Atoyac y el otro muchachito se fue rumbo a El Ticuí. Al día siguiente se juntaron de nuevo leñando en los bosques aledaños a la fábrica de hilados y tejidos y así nació una gran amistad entre los dos adolescentes. Después que Luis salía de la Escuela Real se juntaban a medio día en el río para nadar. Jugaban y bajaban roscas de los frondosos guamúchiles, luego iban con sus resorteras a cazar pájaros que no faltaban en ese camino poblados de cuajinicuiles. Competían sacando los mejores camarones del río, el otro siempre ganaba. En esa rutina crecieron y se hicieron hombres. Se llamaban zanca mutuamente, hasta que un día Luis le dijo “oye cabrón, cómo te llamas pues”, reclamando que tampoco conocía su casa. El amigo le contestó, yo soy hijo del diablo, y quiero que me acompañes a divertirnos.
Un día lo llevó para que conociera a su padre. El diablo viejo tenía su palacio frente a la fábrica de El Ticuí. Ahí tenía colgando del techo a muchos hombres conocidos que habían tenido pacto con él. Pendían de una cadena con un gancho en la nariz y debajo tenían una caldera que les quemaba los pies. Cuando se pararon frente al diablo viejo le tuvieron que alzar los parpados con unas pinzas para que los viera, estaba ancianísimo y cansado. Mientras La diabla tenía solamente una chiche, y con ella amamantaba a varios diablitos que jugaban a su alrededor.
Luis siguió con su amigo y montado en el anca del caballo el diablo junior lo llevó a conocer muchas ciudades. Fue a la feria de San Marcos, sí en Aguascalientes, e incluso a otros países donde se divirtió a lo grande. Los dos fueron también al velorio del padre Vivanco. En Morelos, Luis compitió corriendo a pie contra un hombre a caballo, se llevaba los cañales en el pecho y le ganó a correr al animal. Junto al hijo del diablo era invencible. Sólo con cerrar los ojos ya estaban en diferentes ciudades siempre montados en un brioso caballo negro.
El Cuera Negra es un hombre joven, guapo, elegantemente vestido, montado en un brioso caballo negro, que recorre las comunidades de la sierra. Su fuerte silbido se escucha en las noches, cuando anda buscando a los que tienen compromisos con él. Muchos acuden a la piedra del Diablo que está subiendo a la sierra, o al cerro Cabeza de Perro, para pedirle favores a cambio de sus almas.
Por las noches los busca. Su caballo de brillante pelaje resopla en los caminos, mientras él silba con una tonada muy fina y elegante. Mis abuelos lo vieron vestido de charro, con una botonadura de oro. Mis padres lo vieron vestido de vaquero con sombrero texano, siempre de negro. A la media noche. Yo no le he visto ni quiero.
Porque todavía hasta nuestros días hay quien dice haber visto a El Cuera Negra. Aseguran que del panteón de Atoyac sale a las 3 de la mañana un hombre vestido de charro con botonadura de plata, todo de negro, un gran sombrero de charro le cubre la cara y su caballo negro danza al caminar haciendo sonar las herraduras en el piso. Se escucha el rechinido del metal en el pavimento.
Avanza despacio por la calle Matamoros. Acompañado de los aullidos de perros da vuelta por Anáhuac. Un rato se escucha el paso del caballo que se va perdiendo por Florida hasta llegar al río. Tal vez va de regreso a la sierra donde tiene su morada.
En un cerro por el camino a  la sierra, antes de llegar al Rincón de las Parotas está la Piedra del Diablo. Cuando estaban construyendo la carretera a El Paraíso, cuentan que se dio una situación muy particular, durante el día avanzaban en el trabajo, y al otro día, cuando regresaban los trabajadores, encontraban que lo escarbado el día anterior había desaparecido, como si no hubieran avanzado nada. Así estuvieron, hasta que el ingeniero llevó al sacerdote a bendecir el camino. Sólo así pudieron progresar en la apertura de la carretera.
Hace tiempo, alrededor de La Piedra, había en abundancia toda clase de frutas y ahí acudían los hombres a pedirle favores al  Malo o al Amigo como le llaman algunos. En esa piedra habita El Cuera Negra, ese hombre hermoso que viste elegantemente de negro.
Mateo Martínez Flores enfadado de la pobreza un día acudió a la Piedra del Diablo a buscar al Malo para pedirle un favor. Cuando llegó cortó una caña, recolectó frutas, subió a la piedra y comió, luego comenzó a hablarle “Cuera Negra”, “Luzbel”, “Amigo” y otros nombres conocidos, pero nadie le contestó, tardó ahí, pero de pronto se escucharon unos balazos en El Ticuí y dentro de la Piedra se oyó la risa escandalosa de una mujer. Entonces Mateo exclamó ¡Ah cabrón no estás! y se retiró. Al otro día supo que habían matado a su primo. Cuando El Malo sale de su piedra es para provocar maldades, riñas y desgracias.
Del manco Canuto Valadez decían todos que estaba loco. Las dos manos se las habían cortado a machetazos en un duelo con un desconocido. Todas las tardes tenían que detenerlo porque se iba a una reunión con gente que ya había fallecido, él parecía ignorarlo y argumentaba que en algún lugar del monte lo estaban esperando… y daba los nombres. Escucharlo daba escalofrío.
Siendo muy joven allá por los años treinta vendió su alma al Amigo, al hombre que elegantemente vestido recorre los pueblos de la sierra. Por las noches su silbido congela la sangre, busca a los que tienen compromiso con él. Canuto fue uno de ellos, quiso riquezas y se las concedió.
Canuto se iba por las noches a gritarle al Cuera Negra arriba de la piedra de Alcholoa, a La Piedra del Zopilote y a la misma Piedra del Diablo. Lo invocaba para pedirle ayuda. Quería tener dinero. Jugaba barajas a media noche, solo, en el monte. Buscando siempre entrevistarse con el Malo.
Hasta que un día alguien le dijo: “Canuto, si quieres hacer pacto con el diablo, mata un chicurro, quítale la carne, ya cuando tengas los huesos, empieza a recorrer un camino largo por la noche y donde haga horqueta el camino entierra un hueso y camina así hasta que los termines. Cuando entierres el último escucharás la señal”.
Así lo hizo y cuando terminó de enterrar el último hueso, escuchó una voz en el aire que se confundía con el soplo del viento que le decía: “Te espero aquí mañana, a media noche”.
Como no sabía dónde se encontraba esperó a que amaneciera. Cuando se dio cuenta del rumbo que había tomado, estaba precisamente a unos metros de La Piedra del Diablo.
Por la noche tomó su sarape, su machete y enfiló hacia el lugar indicado. Cuando llegó se encontró con un toro que no lo dejaba pasar y por más que le sacaba la vuelta se lanzaba en su contra. Estaba precisamente sobre el lugar donde lo había citado el Malo. Por eso estuvo dispuesto a quitar al toro de ahí y se lanzó con su machete, el animal lo esquivó y se abalanzó sobre él queriéndole dar una cornada, mientras Canuto lo toreaba con su sarape y le daba machetazos en los cuernos. Después de luchar un rato, el toro se fue y apareció un hombre muy apuesto que le sonreía, y le dijo:  “Tienes güevos, ven mañana a la misma hora”.
La siguiente noche en el mismo lugar encontró un león. Luchó con la fiera, ahí donde hacía horqueta el camino, el felino quería devorarlo y él se defendía con el machete, hasta que al final el león desapareció y en su lugar estaba el mismo hombre de la noche anterior, esta vez vestido de charro y le dijo: “Eres valiente, mañana te espero aquí a la misma hora”.
Por cuarta noche Canuto fue al lugar, pero ahora se encontró con una serpiente gigante, que se le aventaba encima, que al atacarlo parecía echar fuego por los ojos. Le daba machetazos en la cabeza y en el cuello, pero el machete rebotaba. Hasta después de tanto luchar, cuando Canuto creía que iba a perecer ante la serpiente gigante, de nuevo apareció el hombre vestido de charro negro y la serpiente desapareció.
Le volvió a decir: “Eres muy valiente, ahora eres de los míos. Mañana no vengas yo iré a buscarte”.
Por las noches Canuto escuchaba el silbido de El Cuera Negra. Desde la primera vez que lo buscó apareció vestido de negro, en un caballo del mismo color con brillante pelaje. Le dijo “súbete”, y Canuto montó al anca, y Cuera Negra le ordenó que cerrara los ojos, los cerró y al abrirlos estaban en otro lugar, donde la gente hablaba otra lengua, vestía diferente y bebía un raro brebaje.
Estaban en una ciudad muy bonita, desconocida para Canuto que había vivido todo el tiempo en la sierra, jamás pensó que existiera algo así, con luces y pequeños carruajes que podrían arrollar al transeúnte.
Entraron en algo que parecía una cantina. Ahí Canuto se dio cuenta de que estaban degustando vinos exóticos. El Cuera Negra le pidió que atacara con su machete a un hombre. Canuto sintió temor, pero El Cuera Negra le dijo que no temiera porque nada le pasaría, acometió contra aquel desconocido que se defendió, y se trabaron en una pelea espectacular. Canuto era bueno con el machete porque siempre toreaba en la danza de El Cortés y había aprendido bien el arte de la defensa. De pronto todos participaban en una batalla campal. Al final hubo varios muertos y El Cuera Negra había desparecido. Un perro negro estaba tomándose la sangre que brotaba de los cuerpos agonizantes.
Canuto vagó extraviado en esa tierra extraña, cubierta de nieve y donde la gente hablaba sin que la entendiera. Salía por un callejón cuando lo alcanzó el charro mexicano y le dio la mano para subirlo al anca de su caballo. Cerró los ojos, y oyó cantar a los gallos cuando llegaron a San Martín de las Flores. Las luces de los candiles y el movimiento de la gente se veían al bajar. Se apeó y caminó a la par del caballo; con las luces del nuevo día desapareció El Cuera Negra.
Así pasó mucho tiempo, salía con su amigo en el caballo negro, y en una abrir y cerrar de ojos estaban en ciudades diferentes, donde Canuto era el encargado de provocar una riña y su amigo siempre desaparecía cuando un perro negro se bebía la sangre de los hombres que morían.
Mientras anduvo con El Cuera Negra, provocando tragedias a Canuto nunca le faltó nada, era un hombre próspero en su humilde pueblo. Sus vacas parían muy bien y su ganado creció, las huertas de café le producían en abundancia. Un día le dijo al Cuera Negra que ya no quería salir con él,  que estaba cansado y su mujer le exigía que dejara a su amigo misterioso.
El Cuera Negra le contestó que a lo mejor ya era hora de buscar a un nuevo aliado. Le dijo “vamos”, subió al anca del caballo y se fueron a otro lugar. Le dijo “ataca a ese hombre con el machete” y Canuto lo hizo, y como siempre se provocó una batalla campal. Pero esta vez no salió bien librado, pues en el pleito le volaron las dos manos. No podía asirse a nada, el perro negro estaba bebiendo la sangre de los muertos. Canuto se veía sus muñones que desangraban. Salió del lugar y vagó extraviado por montes desconocidos. Cantaban los gallos, cuando reconoció que estaba cerca de San Martín de las Flores, donde fue encontrado ardiendo en fiebre por los campesinos que iban a trabajar. El Cuera Negra ya no regresó.

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