Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Julio Moguel

HOY, HACE 200 AÑOS

*Las batallas de Morelos

13 de septiembre de 1813

No han aparecido aún los primeros rayos del sol y ya se siente una cierta ebullición en la (nueva) ciudad de Nuestra Señora de la Asunción (Chilpancingo), sede del Primer Congreso de Anáhuac. En el curso de las primeras horas del día jinetes y transeúntes se mezclarán en las calles del poblado para aportar su granito de arena en la realización del encuentro. El calendario registra 13 de septiembre de 1813: justo hace 200 años.
Ha quedado atrás un largo periodo de guerra en el que Morelos ha tenido poco descanso en el plano de las armas. Su mente registra, en el juego militar en el que manda, plazas como las de Zacatula, Tomatlán, Tecpan, Acapulco, Chilpancingo, Tixtla; Chilapa, Tlapa, Chiautla, Izúcar, Cuautla, Taxco; Tenango, Tecualoya, Tenancingo, Cuernavaca; Huajuapan, Tehuacán, Orizaba, Oaxaca. Han pasado dos años once meses desde aquel feliz encuentro del cura de Carácuaro con el cura de Dolores en Indaparapeo, cuando éste extendió al primero los mandos necesarios para marchar hacia el Sur con el fin de insurreccionarlo.
El punto del arribo a esta fecha feliz del calendario muestra ya un poderío insurgente que se extiende, política y militarmente hablando, desde amplias zonas de espacio michoacano hasta las regiones variopintas de Oaxaca (hoy se delinearían las fronteras de ese sub-país con partes y espacios enteros de los estados de Michoacán, Guerrero, Oaxaca, México, Puebla, Morelos, Veracruz). Con gobiernos propios, articuladores no sólo de la fuerza popular en la que basan sus mejores capacidades de batalla, sino también de amplios sectores sociales y económicos de clase media y de lo que pudiera calificarse ya entonces estrictamente como una burguesía  emergente.
Es, decíamos, el 13 de septiembre de 1813. Lo que sucederá ese específico día tendrá toda la huella de José María Morelos, de tal forma que, sin margen de exageración, no habrá detalle organizativo del proceso que no sea revisado por quien  dos días después será ungido como Generalísimo del movimiento independentista (“Generalísimo de las Armas del Reino y la autoridad del Supremo Poder Ejecutivo”).
No puedo dejar de recomendar aquí la lectura del texto que constituye, en mi opinión, la más acabada (tan bella como estricta) pieza historiográfica sobre el proceso que, iniciado en muchas de sus líneas desde los primeros pasos de la insurrección de 1810, pasa por la constitución y los complejos avatares de la Junta Patriótica de Zitácuaro encabezada por Rayón hasta derivar en el proyecto y en la realización de la primera fase (septiembre-noviembre de 1813) del mencionado primer Congreso de Anáhuac, a saber: el “Estudio histórico” que Ernesto Lemoine –quien puede ser considerado el más conspicuo historiador de José María Morelos y del período independentista bajo su liderazgo– hace al Manuscrito Cárdenas, texto que lleva como título: “Documentos del Congreso de Chilpancingo, hallados entre los papeles del caudillo José María Morelos, sorprendido por los realistas en la acción de Tlacotepec el 24 de febrero de 1814”.
Es Lemoine quien define con toda claridad, frente a las variadas interpretaciones existentes, el verdadero significado de lo que acontece ese 13 de septiembre que ahora nos ocupa. Y ubicamos tal significado en dos puntos estrechamente conectados entre sí, tomados de manera directa del texto lemoineano. Primero: “Federalismo y sufragio universal se hallan, en germen, en el acto del 13 de septiembre que, sin duda, constituye la primera elección popular de nuestra historia”; segundo: el “Reglamento del Congreso”, leído justamente en ese primer día de apertura, es, “más que reglamento, un conjunto de puntos constitucionales” que “fijaba la línea ideológico-política del Congreso, su gobierno interno y, en general, las normas de su acción legislativa”, constituyendo “la respuesta de Morelos a los ‘Elementos (constitucionales)’ de Rayón.”
Dicho de otra forma: el denominado “Reglamento” presentado en la pre-inauguración del Congreso el 13 de septiembre del que hablamos no es menor en cuanto a su importancia ideológica y política que los Sentimientos de la Nación leídos en el primer día formal de los trabajos del Congreso (el día 14), pues no se reduce a ser un cuerpo de normas formales para el buen proceder de los debates del encuentro sino que se explaya en definiciones de fondo que marcan ya lo que será un aspecto central de la naturaleza distintiva del Congreso frente a los posicionamientos de la Junta de Zitácuaro hasta entonces comandada por Rayón, a saber: su rechazo al fernandismo y su clara y definitiva determinación republicana.
El ‘Reglamento’, compuesto por 59 artículos, estaba dirigido, en los propios términos del cura de Carácuaro “(a) producir la legalidad, el decoro y acierto de las sesiones del Congreso y todo lo perteneciente a su política interior; en tanto que, favorecido de las circunstancias e ilustrado por la experiencia, decreta las variaciones y mejoras que hallase oportunas para el más expedito uso de sus facultades soberanas y el mejor servicio y dirección de la sociedad.”
Ernesto Lemoine precisa los alcances del documento en cuestión: “(…) es en su faceta doctrinaria donde el ‘Reglamento’ propicia el salto que necesitaba la revolución, cuando establece (artículo 17) que ‘procederá el Congreso, con preferencia a toda otra atención, a expedir con la solemnidad posible un Decreto declaratorio de la Independencia de esta América respecto de la Península española, sin apellidarla con el nombre de algún monarca’. O sea, la independencia absoluta, sin más –pero sin menos; idea que nunca asimiló del todo Rayón.”
Pero no dejemos en simple registro genérico lo señalado por Lemoine en cuanto a que ese 13 de septiembre se llevó a cabo “la primera elección popular de nuestra historia”. Digamos, para ilustrar el hecho, que ese día los electores nombrados de la provincia de Tecpan, después de participar en la misa en que escucharon el sermón del vicario castrense doctor Velasco, nombraron por votación al presbítero José Manuel Herrera como el primer diputado del primer Congreso nacional. “Morelos y su secretario, Juan Nepomuceno Rosáins –nos dice el propio Lemoine–, dieron fe del novedoso acontecimiento, estampando sus firmas en el Acta, junto a las de los modestos electores.” (No es ocioso mencionar los lugares de la provincia de Tecpan de los que provinieron los electores: Coahuayutla, Petatán (sic) y Guadalupe (Tecpan), Coyuca, Congregación de los Fieles Acapulco, Chilpancingo, Tlalchapa, Huetamo, Ometepec, Xamiltepec, Xustlahuaca y Tlapa).
La conclusión del aquí multicitado Lemoine no tiene desperdicio: “Los electores de los diversos partidos de la provincia, ‘como poderhabientes de la Nación’ –atinado concepto de Morelos–, representaron auténticamente a los pueblos de sus respectivas jurisdicciones, y en Chilpancingo no hicieron sino cumplir con el mandato que se les había otorgado (…)”.

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