Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Una odisea de horas a pie, de Cualac a Acapulco, para recibir tratamiento contra el cáncer

*En medio de las lluvias torrenciales, deslaves y cortes en las carreteras, cuatro desconocidos y Eduardo Gumaro hacen el compromiso de llegar al puerto como sea, y lo logran

Karla Galarce Sosa

“La única manera para poder llegar de Chilpancingo a Acapulco es a pie”, dijo el señor Eduardo Gumaro Aburto Vázquez, quien llegó al puerto el martes por la tarde proveniente de Cualac, en medio de las lluvias torrenciales, deslaves y cortes en las carreteras que provocó la tormenta tropical Manuel en su paso por Guerrero.
En el trayecto a Chilpancingo, Aburto Vázquez fue rescatado por un grupo de personas cuando se registró un deslave de tierra que le llegó a la cintura, en un tramo de la carretera antes de llegar a Chilapa.
Atravesó la carretera que va de Cualac a Chilapa y llegó a Chilpancingo el lunes por la noche. Durmió en un hotel de la capital y esperó, de manera infructuosa, una corrida de autobús que lo trajera a Acapulco el miércoles al mediodía.
Supuso que el mal tiempo climático daría tregua y que se restablecería el servicio de transporte; sin embargo, las lluvias no cesaban. Él y otras cuatro personas, tres mujeres y un hombre, se organizaron para pagar el servicio de un taxi especial que los llevara a Acahuizotla.
“Dormí en Chilpancingo y al otro día fui a la terminal para comprar un boleto, pero me dijeron que no habría salidas hasta nuevo aviso”, contó en entrevista en el Instituto Estatal de Cancerología (Iecan), donde comenzó a recibir un tratamiento para curar el cáncer de próstata que padece y que le detectaron en febrero pasado.
Eduardo Gumaro caminó muchos kilómetros para llegar a Acapulco, caminó también otros tramos de carretera para llegar a Chilapa, y tuvo que pedir “aventones” para poder llegar al puerto. Su viaje duró dos días, cuando normalmente dura seis horas.
“Para llegar a Chilpancingo tuve que transbordar de Cualac hasta Tepozonalco, donde hubo un corte en la carretera, así es que tuvimos que caminar, primero unos 500 metros entre lodo y agua todos los pasajeros”, narró.
“Llegó un momento en el que ya no podía yo pasar”, continuó, “me quedé entre el lodo y me tuvieron que sacar”.
Dijo que fueron los mismos habitantes de Tepozonalco quienes lo auxiliaron a él y a otras personas para lograr pasar.
El panorama que describió fue de un verdadero éxodo de cientos de personas, entre ellas señoras con niños en brazos, pequeños de seis años que iban con sus padres y que como él, caminaban para poder llegar a Chilapa.
“Ellos iban caminando como yo, entre los derrumbes, el agua”, dijo.
Recordó una gran cantidad de autobuses varados, muchos coches, mucha gente sin poder avanzar que esperaban el restablecimiento del paso, porque los derrumbes eran muy grandes.
“Tenía que llegar porque tenía cita aquí en Cancerología. Tenía que llegar. Logramos pasar ese gran derrumbe y una camioneta nos trajo hasta donde pudimos avanzar para llegar a Chilapa por la carretera, pero esa caminata no fue de 500 metros como la anterior, sino que fue de cinco kilómetros para poder llegar a un pueblo que se llama Lamazintla”.
Las cuatro horas que normalmente tardaba en trasladarse de Cualac a Chilpancigo, se convirtieron en ocho.
“Llegué a Chilpancingo a las 7 y media u 8 de la noche, y pues no había paso. Tuve que comprar un pantalón porque el que tenía estaba sucio, lleno de lodo. En ese rato fui a la central de autobuses y allí nos dijeron a todos los que queríamos viajar a Acapulco, que no había camiones, y me tuve que quedar en un hotel”, expuso.
Salió de Chilpancingo a bordo de un taxi, junto con otras cuatro personas hasta Acahuizotla, siempre con el compromiso de llegar los cinco hasta Acapulco.
Dijo que el taxi que los acercó a Acapulco les cobró 125 pesos a cada uno, pero porque tenía que pagar doble caseta, entrar a la autopista, salir a la carretera federal.
“Los que nos subimos al taxi, decidimos pagar porque nos urgía llegar. Llegamos los cinco, gracias a Dios, ese fue el compromiso, porque yo no me animaba, hasta que me dijeron: ‘con usted se completa el cupo’, y fue que me decidí”.
Las tres mujeres, y el joven hombre viajaron cargando maletas.
“Llegamos a Acahuizotla y después a caminar, siempre estuvo lloviendo en el camino. En Acahuizotla no fue tanto el problema, pero sí caminamos sobre derrumbes, en partes por entre los cerros, por la carretera federal, pero llegamos”.
“Un vecino de Dos Arroyo fue a dejar a su hija a Chilpancingo y ayudó también a una de las señoras, sobre todo a cargar la maleta porque nos llevó en su camioneta hasta Ocotito; luego en un taxi, como veníamos el cupo completo, nos trajo hasta una parte que no recuerdo cómo se llama, ahí estaba trabajando una máquina y volvimos a subir a otra camioneta que nos dejó en la caseta de La Venta”.

468 ad