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Faltan alimentos y agua en Quechultenango; los vecinos caminan entre el lodo y desechos

Rosalba Ramírez García

Quechultenango

Después de 101 años cayó otra tromba en Quechultenango, los ancianos del pueblo la esperaban el año pasado cuando se cumplió un siglo de una inundación que “se tenía que repetir”.
La lluvia durante cuatro días en todo el estado provocada por la tormenta Manuel ocasionó que el río Huacapa creciera en demasía y provocó graves destrozos a su paso. Entre las poblaciones más afectadas está Quechultenango.
El municipio estuvo incomunicado desde el domingo y fue cuatro días después cuando lograron entrar los primeros camiones con víveres, del municipio no se sabía nada, se hablaba de que la cabecera había quedado completamente bajo el agua y que la población se refugió en los cerros.
El jueves en una visita al municipio, al que se llegó tras unas cuatro horas de camino por una ruta poco transitable por Chilapa, se constató que fueron tres barrios con graves daños.
Además de los caminos y puentes destrozados, la mayoría de las comunidades del municipio quedó incomunicada, en la cabecera hubo unas 300 casas dañadas y 10 fueron arrancadas por la corriente del río Huacapa.
Con la mirada extraviada entre trastes y bultos repletos de maíz y lodo, muebles dañados, su estufa que se alcanza a ver entre el agua, tierra y tejas, Irma Hidalgo Nava de 55 años relató que no tenía “ni un cinco” para comprar algo de comer.
La mujer que llevaba cinco días descalza padece diabetes desde hace 15 años y por temor a lastimarse entre las toneladas de basura, muebles, material de las viviendas destrozadas y lodo que hay en las calles decidió no regresar al albergue.
El domingo acudió con su esposo al refugio. Cándido Bello Arcos que padece del corazón, comentó que los trataban mal, como si estuvieran infectados de algo “no teníamos qué ponernos y nos decían que nos bañáramos y que nos desinfectáramos”, la pareja decidió regresar a su casa en la calle Juan Álvarez.
Cuando la lluvia empezó a ceder, los afectados regresaron a sus casas para asearlas y arrojaron a la calle toneladas de lodo y materiales de todo tipo, y ya no pudieron salir de su casa, porque para regresar al alberque tenían que caminar por unos 400 metros de desechos cubiertos de lodo que alcanzaba en algunas partes el metro de altura.
Doña Irma Hidalgo relató llorando que cuando regresaba a su casa (el domingo) una vecina le regaló una caja de cereal y dos litros de leche, hasta el jueves era lo que aún comía.
“Tengo miedo de salir, soy diabética y por una cortadita puedo perder hasta el pie”, y afirmó que esperaría en su casa hasta que la fueran a sacar porque no se arriesgaría a caminar entre los desechos.
En el barrio Manila, en la calle 20 de noviembre, Don Fortino, un anciano de 80 años que ya no tenía familia y que vivía en una vieja casa que le prestaron para vivir, murió sepultado bajo el techo de teja que el domingo fue derrumbado al igual que las gruesas paredes de adobe que doblegó la corriente del agua.
Los vecinos le insistieron en que saliera de la casa cuando el agua tenía apenas medio metro de altura, pero se resistió “y no tuvo un familiar que lo obligara a salir, y todos nos fuimos”, relató una vecina.
Los vecinos que perdieron sus casas arrancadas por la corriente del río Huacapa, fueron Mario Barrios León, Cándido Bello, Espiridion Venegas, Andrea Hernández que se quedaron sin casa y los terrenos donde estaban ahora son parte del cauce del río.

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