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Relatan damnificados sus historias del paso de Manuel en Tierra Caliente

*Se cayó el puente de San Miguel, corrieron por el aviso de que se rompió la presa y atraparon iguanas en el puente de Coyuca. Dejó de llover la tarde del lunes, pero empezó a llegar la crecida

Gregorio Urieta

Ciudad Altamirano

En medio de la tragedia ocasionada por la presencia de la tormenta Manuel, sucedieron momentos de terror que ahora son festejados por unos entre bromas, otros con pesar, según la apreciación de cada quién y según su propia vivencia. De las pláticas escuchadas entre los que vivieron esos momentos, se han rescatado algunas que a continuación se reproducen.

San Miguel Totolapan

“Era el martes (17 de septiembre) pasaba de las 12 de la noche”.
La voz suena como si estuviera hablando para sí mismo. Como si no quisiera ser escuchado, como si reflexionara, y no como si estuviera contando a otros su experiencia de esa noche. Es evidente que lucha para contener las lágrimas, pero también es indudable su deseo de contar su vivencia.
“Éramos como unas cien gentes las que estábamos pendientes del río. Oíamos cómo bujaba por el agua, que subía y subía y subía. Algunas gentes comenzaron a irse a sus casas para sacar a sus familias y subirlas al cerro, donde está el mirador”.
El mirador es una especie de malecón que el alcalde Egdy Julián Gómez construyó hace dos años sobre una loma ubicada al sur del Balsas, casi pegada a la playa.
“Desde la tarde del martes el puente se fue llenando de árboles grandes que se atoraban en los muros. Árboles de parota, pinzanes, azúchiles; grandes los árboles. Se atoraban más y más.  No, pues allí se atoraba el agua y eso empujaba más al puente.
“Los que nos quedamos allí vimos cómo de pronto el puente se fue sumiendo, doblándose. Se echó del lado de abajo del río, como un burro cansado, lentamente.
“Después del espanto de la caída, a muchos de los que estábamos allí se nos rodaron las lágrimas. ¡Tanto que luchamos porque nos hicieran ese puente! ¡Años, años!
Ora estamos peor que antes. Antes siquiera teníamos barcos. Ora ni eso”.

Ajuchitlán

El domingo y el lunes estuvo lloviendo todo el día y la noche. Dejó de llover la tarde del lunes, pero empezó a llegar la crecida. Ya era martes, como las 2 de la mañana. No dormíamos por el temor. Se oía el ruido del agua del río, pero no nos queríamos salir. Habían pasado a decirnos que nos saliéramos porque la crecida venía fuerte.  Sí estábamos asustados, pero no queríamos dejar solas nuestras casas. Allí estábamos neceando entre nosotros para no salir.
Entonces, como a las 2 de la mañana pasó un cabrón gritando y corriendo: ¡Se rompió la presa! ¡Cooorran, corran! ¡Sálganse! ¡Cooorran!
¡Hijuelachingada! Salimos hechos la madre. Salieron encuerados, en puro calzón, con batas, otros poniéndose zapatos o guaraches, unos cargando a los hijos chiquitos. Una corredera. Pa todos lados. Pero todos coincidimos en correr al barrio de la Unión, donde está más altito. Va, aquí en Ajuchitlán, ¿pa dónde jalamos?
Allá llegamos. Estuvimos allá sin saber qué hacer. Nomás nos veíamos unos a otros y viendo el agualalal. De lejos veíamos cómo se iba metiendo el agua a las casas. Espejeaba el agua.

Coyuca de Catalán

–¿Qué tal se la pasaron sin comida, señor?
–Nosotros no tuvimos ningún problema con la comida. Bendito sea Dios, nunca nos faltó.
–Tenían surtida su despensa, ¿o qué?
–No, mi mamá es bien precavida. Ira, como a las 6 de la tarde del lunes el río ya estaba hasta la chingada de agua. Era un mar. Ya había llegado al tope del techo del puente y en el carril del puente se formaba un canalito que se empezó a llenar de leños y ramas. Arriba de los leños había chingo de animalitos. Culebras, zapos, tortugas, y iguanas.
Que se mete mi mama.  Agarró cinco iguanas. Chulas, grandotas. Prietas, prietas. Facilito las agarraba, bah, bien cansadas que estaban. Las fue amarrando de las patas. También se llevó dos tortugas y una culebra grande, dizque pa remedio. Nos las chingamos también y hasta les dimos a unos vecinos que no tenían mero nada. Qué hambre, ni qué la chingada.

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