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“Que no nada más sean palabras”, dicen a Peña Nieto los sobrevivientes en La Pintada

*El primer desgajamiento del cerro fue a las tres y media de la tarde del lunes 16, cuando el pueblo se disponía a comer pozole. “Luego hubo un segundo deslave, como a las ocho de la noche, igual de fuerte, ya no sabíamos ni para dónde correr”, recordó el vecino Casto Moreno, de 62 años

Agencia Reforma

Atoyac

En La Pintada, como se conoce a esta comunidad por tener en el cerro una piedra pintada, el 16 de septiembre se anunció en la bocina del pueblo: “Vengan por pozole, vengan por su pozole”.
Caía un aguacero y por lo mismo, en la víspera, se había cancelado el Grito de Independencia que estaría a cargo del comisario Pedro Bartolomé Rodríguez. El lunes seguía lloviendo, por lo que se determinó dar el pozole.
“Eran las 15:30 horas cuando empezó a temblar, fuerte, fuerte. Todo se movió, vino una gran cantidad de agua y luego tierra, y se comenzó a llevar a toda la gente. Había gente aquí (en la plaza principal), no sé cuánta, pero lo que sí le puedo decir es que la mayoría estaba en su casa. La llamaban para el pozole, pero ya no se pudo”, narró Casto Moreno, de 62 años, oriundo de La Pintada.
Señala un montón de tierra, de donde se asoma una camioneta roja partida en dos, pedazos de pared, ropa, utensilios de cocina, lavaderos, muebles enlodados y colchones inservibles. Ahí también hay al menos 68 personas sepultadas.
“Ahí se fueron tíos, tías, primos, hermanos, sobrinos… como 15 familiares, luego hubo un segundo deslave, como a las ocho de la noche, igual de fuerte, ya no sabíamos ni para dónde correr”, recordó Casto, quien viste pantalón café enlodado, una camisa sudada y sin un peso en los bolsillos. Asustado.
En este lugar, con una tienda cerrada, una papelería derribada por el desgajamiento del cerro, una capilla que apenas se asoma entre los escombros y una fuente con los colores patrios, sólo 40 personas cuidan lo único que les queda: huertos de café puro, que se exporta a Europa.
Los demás están en los albergues.
La única forma, por ahora, para llegar a esta comunidad, asentada entre cerros y dos ríos, es por helicóptero. Caminar es la otra, pero lleva hasta ocho horas desde Atoyac o tres desde El Paraíso, donde iban a la escuela los niños de La Pintada y que también luce bajo el agua.
Jaime Sánchez, de 33 años, se quedó sin casa y sin trabajo. Este joven recuerda que previo al desgajamiento del cerro llamó a los pobladores de La Pintada a salir de la comunidad ante la crecida de ríos.
“Aquí (en el centro del pueblo) estábamos a tiro de piedra. Les dije a todos que saliéramos, los ríos ya se habían vencido y nadie me hizo caso”, lamentó el caficultor.
Su patrona, dice, se encuentra 15 metros bajo tierra, entre las toneladas de tierra que cayeron sobre el poblado.
“Se llama Paulina Moreno. Me pagaba 900 pesos a la semana para trabajar el café, y ahora no sé que hacer, con ella estaban sus hijos, José y Manuel Alonso Moreno, y su nieto Erik Alonso”, recordó el joven, quien usa un tapabocas para apoyar a los militares en el rescate de los cuerpos.
Ayer, informó el comisario, dos cuerpos ya habían sido localizados entre el lodazal, aunque aún no habían sido identificados.
Peña Nieto promete reubicación

El presidente Enrique Peña Nieto visitó ayer por primera vez lo que quedó de La Pintada.
“Lamento mucho lo ocurrido”, fue lo primero que le dijo al comisario Pedro Bartolomé.
Antonio Gómez, otro caficultor y quien asegura ser uno de los fundadores de la comunidad, habló de frente a Peña. “Me quedé sin trabajo, mi patrón Alonso Moreno quedó abajo de la tierra. No sé si sea el momento, pero quiero que nos diga si debemos tener la esperanza de volver a recuperar nuestras propiedades, me quedaba en una casita que me dio mi patrón y desapareció”, se sinceró.
“Ya habíamos cosechado el café, la cosecha ya estaba en las casas. Usted díganos qué hacer, para hacer un listado, que haya un control, para recuperar nuestro café”, dijo.
Peña, acompañado del gobernador Ángel Aguirre, prometió los apoyos necesarios en el corto plazo y anunció que La Pintada será reubicada, cerca de donde se encuentra, para que los pobladores no dejen sus huertos de café.
El mandatario indicó que será necesario meter maquinaria pesada para movilizar las toneladas de tierra que cayeron sobre el poblado.
“La verdad es que albergamos pocas esperanzas de que haya sobrevivientes tras el derrumbe”, expresó. “No, ya no hay sobrevivientes”, secundó el comisario, con lágrimas en los ojos.
Peña caminó por la carretera que lleva de La Pintada a El Paraíso, comunidades separadas por ocho kilómetros de tramos fracturados.
Durante el trayecto, acompañado por los secretarios de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong; de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, y de Marina, Vidal Soberón, saludó a unos confundidos trabajadores del café que esperan reactivar su mano de obra.
“Queremos trabajar, y los patrones están muertos”, le gritó Jaime Sánchez.

“Esto no se puede perder”

Peña Nieto, en mangas de camisa y zapatos, subió a la azotea de una escuela semidestruida, y desde ahí observó el deslave.
“Se va a tener que hacer otro pueblo”, reflexionó.
Con esa idea bajó de la azotea y pidió a sus colaboradores que reunieran a los pocos habitantes que en ese momento se encontraban en el pueblo.
“Me estoy comprometiendo con ustedes ahora, ante esta desgracia y regresaremos, a partir de las acciones que estemos llevando a cabo, para que podamos prácticamente, junto ustedes, inaugurar un nuevo pueblo”, dijo.
“Vamos a apoyarles con recursos, vamos a meter maquinaria y vamos a edificar un nuevo pueblo”, dijo ante unos 12 habitantes.
Aunque aclaró que La Nueva Pintada estará ubicada cerca de los cultivos de café.
“Hay que identificar, señor gobernador, junto con ellos, el mejor lugar, porque aquí tienen sus cultivos de café, porque aquí trabajan. Aquí tienen su planta donde producen café, donde después la comercializan. Y esto no se puede perder”, consideró Peña.
“Tiene que ser, seguramente, algún lugar cercano donde podamos ubicar nuevamente al pueblo y puedan estar ustedes tranquilos y seguros, que es justamente lo que queremos”, añadió.
A los familiares de los fallecidos también les prometió apoyos inmediatos.
“Vamos a esperarnos a que deje de llover para meter maquinaria y poco a poco empezar a hacer una labor de rescate para que puedan recuperar a sus deudos y establecer la forma de hacer este trabajo en el que estén ustedes completamente de acuerdo. Así lo vamos a hacer”, expresó.
Sofía Núñez, una habitante de La Pintada, ataviada con un vestido manchado de lodo, le salió al paso.
“Que ya que Dios nos dio permiso de salvarnos, ahora nuestros hijos qué van a hacer, a dónde los vamos a meter a la escuela. Ellos necesitan continuar o van a perder el año escolar”, preguntó.
“Necesitamos, de verdad, que su apoyo sea como debe de ser, que no nada más ahorita sean palabras. Porque tuvo que ocurrir esto para que usted viniera. Todos lo elegimos a usted y no había venido hasta ahorita”, reclamó doña Sofía, al tiempo que le suplicó la ayuda.
“La desgracia me ha comprometido”, respondió el mandatario.

Salida inminente

Juana Sierra, de 30 años y con 10 hijos, no se ha ido a ningún albergue, ni lo hará.
“Vigilo mi huerto”, asegura. El presidente sugirió a los 40 habitantes que aún se encuentran en La Pintada que se retiren de la zona pues, advirtió, aún es de alto riesgo.
“Mis hijos están bien, se salvaron, pero no tenemos techo, sólo mi huerto. Queremos que nos ayude con un techo”, pidió la mujer de tez morena y ataviada con un vestido rojo, roído.
Peña insistió: “Hoy lo importante es que las familias estén a salvo, estén tranquilas y, sobre todo, que tengan el sustento diario, en tanto logramos la reedificación del pueblo”.
Para los mandos del Ejército la salida de todos los pobladores será inminente.
Antes de retirarse, Osorio Chong formó a la tropa para que Peña Nieto la saludara.
El presidente agradeció a los 100 soldados y los 40 marinos que apoyan en los trabajos de remoción de La Pintada.
“Gracias por su apoyo en estos momentos difíciles, para trabajar en favor de la población que se encuentra en desgracia”, les dijo a los militares, sudorosos y enlodados.
Pilotos de la Fuerza Aérea recomendaron partir antes de que las nubes impidieran los despegues. Más ahora, que un helicóptero federal cayó por esas condiciones de poca visibilidad.
“Pues ya vámonos, que el cielo se nos va a cerrar”, expresó enseguida Peña Nieto, quien apuró el paso a las aeronaves. Ya comprometido.

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