Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Tomás Tenorio Galindo

OTRO PAÍS

*Peña Nieto: el desastre como instrumento político

Es evidente que el presidente Enrique Peña Nieto utiliza el desastre provocado por las lluvias en varios estados para resarcirse del desgaste que su imagen ha sufrido en los primeros nueve meses de su gobierno, entre otros motivos por la persistencia de la inseguridad pública y la violencia en el país y la nula popularidad de las reformas que ha propuesto, sobre todo la hacendaria y la energética.
El huracán Ingrid y la tormenta Manuel le cayeron del cielo para mostrarse en la televisión como un presidente que arrostra la adversidad con rapidez, sensibilidad y don de mando, justo cuando Andrés Manuel López Obrador y Cuauhtémoc Cárdenas se disponen a iniciar, juntos, la movilización social contra la iniciativa para privatizar el petróleo.
A ello obedece la continua presencia de Peña Nieto en Acapulco desde el lunes de la semana pasada con media docena de secretarios, para asumir por completo y con gran sonoridad las tareas de rescate y asistencia de los damnificados, tareas que en rigor le correspondería encabezar al gobierno del estado. Las zonas afectadas por las lluvias en Acapulco y los albergues fueron convertidos en locaciones para el lucimiento del presidente, y la reapertura de la Autopista del Sol fue la primera medalla colocada en el pecho presidencial.
Esa estrategia dejó en segundo plano la destrucción que sufrió el resto del país y del estado, y comunidades de difícil acceso y de escasa rentabilidad televisiva, pero donde en realidad se concentra el mayor drama social que produjo el diluvio, no fueron ni volteadas a ver por el presidente. También allí, como en La Montaña, se requería la urgente presencia y las órdenes del presidente y de sus secretarios, pero no han ido y parece que ya no irán. A La Pintada, Peña Nieto acudió cinco días después de que se supiera del desgajamiento que sepultó el pueblo, y solamente por la notoriedad que alcanzó el caso. Cientos de viviendas de Tixtla permanecen hasta el momento bajo el agua, y no fue allí a mojarse los zapatos.
La campaña del gobierno federal ha tenido el efecto de un alud sobre el gobierno de Ángel Aguirre, y el gobernador mismo quedó reducido a una figura contemplativa en funciones de paje del presidente. De pasadita, Peña Nieto también arroja una soga al PRI para las próximas elecciones en el estado y en Acapulco, tan sólo por evidenciar la incompetencia del gobierno para hacer frente a la destrucción.
En ese contexto, no pasó inadvertido el hecho, pero la presencia aplastante de Peña Nieto en los medios redujo el impacto de la noticia de que López Obrador y Cárdenas se aliaron para convocar a un movimiento de resistencia civil y pacífica contra el plan oficial de ceder al sector privado el negocio del petróleo. Ambos se reunieron el miércoles pasado y definieron un comunicado conjunto, dado a conocer el jueves, en el que plantean que “a partir del respeto a nuestras diferencias llamamos a organizar la resistencia civil y pacífica, reconociendo la autonomía y la independencia de las organizaciones y de los individuos’’.
Es decir, Cárdenas y López Obrador declararon que los une la defensa del petróleo, aunque en el comunicado se advierten más afinidades de las formalmente anunciadas, pues además de llamar a “oponerse abiertamente a las reformas de los artículos 27 y 28 de la Constitución… y defender nuestra soberanía, así como los recursos energéticos que son propiedad de la nación”, plantean también su rechazo a la reforma hacendaria, a “la campaña mediática de linchamiento contra las justas luchas de los maestros ante una reforma que los priva de sus derechos laborales y que no es educativa”, y denuncian “la creciente violencia, represión y violación a los derechos humanos civiles y sociales que sufren los movimientos sociales, los pueblos y las comunidades, sus dirigentes y defensores”.
El reencuentro de Cárdenas y López Obrador en esos términos y con ese objetivo, después de años de distanciamiento, es un acontecimiento promisorio para la izquierda y una mala noticia para el gobierno de Peña Nieto, pues se trata de los máximos líderes que ha tenido la izquierda moderna de México y los que han exhibido la mayor capacidad de convocatoria social en los últimos veinticinco años.
A pesar de que Peña Nieto disponga en el Congreso de la mayoría suficiente para que la reforma energética se apruebe como él ha planteado, con el respaldo del PAN, el movimiento encabezado por Cárdenas y López Obrador recoge y abandera la postura mayoritaria de la población del país.
Peña Nieto carece de argumentos convincentes y ha montado una campaña de desinformación y manipulación de la historia para hacer creer que su proyecto de reforma petrolera es fiel al credo de Lázaro Cárdenas, cuando se trata de todo lo contrario. Pero después de la sensiblería derrochada en Acapulco tendrá una dosis de popularidad fabricada en la televisión para imponer sus planes. Acapulco, pues, es pura política.

Comilona para honrar a Morelos

Para honrar la memoria de Morelos, en cuyo proyecto de nación figuraba en primerísimo lugar el equilibrio entre la indigencia y la opulencia, el gobernador Angel Aguirre organizó el pasado día 13 una opulenta cena en la residencia oficial del gobierno. No era preciso que horas después se desatara el peor desastre natural que se recuerde en el estado, para resaltar lo ofensivo de aquella comilona en la que lo más granado del poder y la política guerrerense departió alegremente, según se constata en la fotografía publicada el sábado por este diario. Pero así ocurrió, y la catástrofe puso de relieve una vez más cuán alejados se hallan el gobierno y los políticos (los que estaban allí con Aguirre pertenecen al PRD y al PRI) de los problemas sociales, y cómo al final de cuentas el gobierno y la política son solamente instrumentos para el disfrute personal a costa del presupuesto público. (Ángel Aguirre se retiró de la fiesta a las 6 de la mañana del sábado, después de beber y cantar acompañado por un mariachi, dice la revista Proceso). Frivolidades aparte, el hecho de que el gobernador aparezca en esa fotografía flanqueado y abrazándose con los ex gobernadores René Juárez Cisneros y Rubén Figueroa Alcocer ofrece la confirmación de que los tres son lo mismo: los que deciden y mandan, no importa qué partido los postule ni qué traje ideológico vistan en cada elección.

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