Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Eduardo Pérez Haro

La encrucijada del régimen

Para Antonio Ruiz García.

En los días de las últimas dos semanas, las reformas fiscal y energética, el cuestionamiento de la CNTE a la reforma educativa y los desastres provocados por los huracanes Ingrid y Manuel, han configurado un cuadro de especial complejidad que puede ser determinante para el curso del régimen de gobierno encabezado por Enrique Peña Nieto y por ende para el que habrá de sucederle.
El presidente Peña Nieto sabía que el segundo semestre sería crucial pues habría de proponer las reformas fiscal y energética con las cuales trabar su relación con Estados Unidos y la suficiencia presupuestal para hacer un régimen de gobierno “exitoso”.
Su plan calculó la importancia de entrar con pie firme, mediante una alianza (el Pacto por México) con los partidos susceptibles (PAN y PRD) por su debilidad derivada de la derrota en los comicios del 2012,  asegurando con ello su trámite parlamentario y, complementariamente, una sólida presencia de comunicación política sustentada por el duopolio televisivo (Televisa y TV Azteca) amén de la mayoría de los medios impresos, y el apoyo concomitante de las cámaras y asociaciones empresariales.
Así transcurrieron los primeros días y semanas, todo apuntaba a que se cumpliera el plan con todo su trazo y se advertía que dentro del paquete de reformas estructurales unas serían menos fáciles que otras. Se empezó por empujar la laboral como colofón del régimen calderonista aunque se capitalizó como mérito del nuevo gobierno, se prosiguió así con las telecomunicaciones y para la educativa se ejecutó el encarcelamiento de la antes aliada maestra Elba Esther Gordillo. Y una vez superadas las elecciones de julio en 14 entidades federativas, se perfilaría el paso por las reformas fiscal y energética concomitante con la aprobación del Presupuesto 2014.
Su equipo asesor y alfiles en las dependencias gubernamentales habrían de evitar hacer olas y alinear cualquier actividad o expresión al plan principal. No obstante, se enfrentaron a la tradicional fragilidad de los planes propios de la tecnopolítica (nueva categoría que alude a la mezcla disociada de tecnócratas con políticos sin técnica) que suele descansar en la sobrevaloración de la fuerza propia y la consecuente desestimación de los demás, los otros, a los que insisten en tratar como “los que no entienden” las conveniencias del plan (a pesar de que los elaboradores del plan saben perfectamente que los otros, “los que no entienden”, no están incluidos y por tanto nunca fueron consultados).
Lo cierto es que en el epílogo del primer semestre se empezó a desdibujar lo planeado por cosas aparentemente menores pero que empezaban a enturbiar el camino. Así, a mediados de mayo la Secretaría de Hacienda tuvo que hacer un ajuste de su pronóstico de crecimiento económico, y éste ya no sería del 3.5% del PIB como se estimó en los Criterios de Política Económica sino del 3.1%; la Cruzada contra el Hambre no terminaba de empezar cuando se denunció su uso para fines electorales en Veracruz haciendo tambalear los entendidos subyacentes del Pacto por México y obligando a la suscripción de una adendum; el clima de violencia e inseguridad desaparecía de los noticieros pero no de la realidad; los datos sobre el empleo no daban señales de mejora y la informalidad se elevaba al 60% del total de la población ocupada a la vez que la inflación general se acentuaba con especial énfasis (8%) en los alimentos; y por si algo estuviera ausente no faltó un gobernador priísta que coronara con un relevante acto de corrupción (Tabasco).
En ese desmejorado panorama los grupos de autodefensa en Guerrero y Michoacán venían expandiéndose con mayor fuerza y expresión abierta, revelando inquietudes no sólo sobre la inseguridad incontrolada sino como canal de manifestación de inquietudes otras, derivadas de la desocupación y la corrupción, los vacíos de institucionalidad y gobernación. El gobierno se planteó frenarlos y desmantelarlos en juegos de acción contradictoria entre las entidades y la federación, y ya enfiladas las baterías para abrir la presentación de las reformas energética y fiscal los maestros de la CNTE irrumpieron contra la reforma educativa y sus leyes secundarias.
Los maestros se desplazaron hacia la capital de la república en miles que fueron señalados como minorías (que lo son) y sometidos a una campaña deliberada, de conveniencia y espontánea, para ser denunciados como vándalos y perturbadores del orden, por decir lo menos. Empero los maestros estaban ahí, en las calles y en la plaza principal de la República, en el Zócalo de la ciudad de México, al mismo tiempo que el Banco de México y después la Secretaría de Hacienda anunciaban que la economía mexicana no habría de crecer al ya disminuido 3.1% sino al 1.8% en tanto la Reserva Federal en los Estados Unidos mantenía su planteamiento de abandonar la política de ayuda monetaria con lo cual se presionaría la tasa de interés provocando una fuga de capitales de México como prólogo de una perspectiva que se tornaría tan complicada que aparecieron advertencias claras de los sectores financiero y empresarial sobre los riesgos de una recesión en México.
Peña Nieto reconoció que el plan original se había complicado, sus informantes fallaron, sus cálculos erraron, y tendría que actuarse con mayores reservas para con la economía y hacer de la política un ejercicio más allá de los medios de comunicación. Pero aun así no se predisponía a parar la reforma educativa no tanto por la educación, pues esa no es la discusión de las partes en conflicto (gobierno federal vs CNTE) sino por sus contenidos políticos; el control del gremio, el derecho a la definitividad laboral y su repercusión sobre el paso de las reformas fiscal y energética. La reforma y sus leyes fueron aprobadas en el Congreso. La reforma fiscal fue presentada.
Empero, se avecinaban las fiestas conmemorativas de la Independencia nacional del 15 y 16 de septiembre, y la plaza principal permanecía tomada por los maestros disidentes, que a pesar de ser minoría en el gremio del magisterio público, nadie que se jacte de entender la política puede pasar por alto un diferendo personificado por la movilización de decenas de miles ya no en la plaza principal del país, sino en gran parte de las entidades de la república. Se predispuso el diálogo con los maestros de la CNTE y se perfilaron acuerdos para desalojar el zócalo de la ciudad que serviría de escenario a las celebraciones patrias, y sin embargo, ante la insistencia de algunas secciones de no abandonarla se hizo intervenir a las fuerzas públicas de la ciudad y la federación para desalojar por la fuerza a quienes permanecían y así las fiestas se llevaron a cabo con la elocuente presencia de cercos y controles para los asistentes y el ya común acarreo pagado de las pobladores de las zonas marginadas del Distrito Federal pertenecientes al estado de México donde el Presidente tiene asentadas “sus huestes” bajo el encargo del gobernador en turno.
En un clima político agitado y sólo “normalizado” para efectos mediáticos irrumpió el golpe de la naturaleza y se presentaron las emergencias por inundaciones, deslaves y desgajamiento de cerros, desbordamientos de ríos, fractura de carreteras, colapso de puentes, etc. Decesos y damnificados por cientos y aun miles en diferentes regiones y estados de la república por el occidente y el oriente, el presidente se aprestó para salir al paso y por qué no tratar de mostrar un perfil que le diera una imagen de cercanía con los sectores afectados y la población marginada con lo cual mejorar su perfil plástico y engolado en el que su fama ha crecido.
Dos semanas antes Cuauhtémoc Cárdenas (hijo del general Lázaro Cárdenas que siendo presidente de la República había decretado la expropiación de la industria petrolera en 1938) se había pronunciado en contra de la reforma energética frente a un amplio conglomerado convocado por el Partido de la Revolución Democrática y una semana después, el domingo 8 de septiembre Andrés Manuel López Obrador ex candidato adversario del actual Presidente lo hacía por los mismos motivos en las calles laterales de la Alameda Central de la ciudad de México y por la tarde de ese mismo día Enrique Peña Nieto presentaba ante su gabinete y gobernadores la iniciativa  para la reforma fiscal.
Los eventos que se habían realizado contra la reforma energética serían preparatorios de la movilización del pasado domingo 22 de septiembre en la que aglutinando un número de proporciones mayores ya se reunieron contingentes de maestros y los simpatizantes de AMLO más otros agrupamientos como los universitarios que precedieron la marcha con paro de actividades.
El Presidente entendió en grado alguno la importancia de hacer política con los instrumentos de la política económica y ahí está una prueba inicial con los contenidos de una reforma fiscal que podría ser útil si se le da perspectiva de estrategia económica y política, al igual que la emergencia derivada de los desastres podría servir para reconceptualizar y reordenar la política social pues para eso debe estar hecha y no para hacer política económica cuando se dice que ésta no debe ser asistencialista. Y la política política podría apuntar hacia diálogos y acuerdos con los sectores y representantes para no quedar atrapada en los límites del Congreso y los congresistas que le dan cauces formales pero no posibilidades de gobernabilidad, y así, realinear las reformas estructurales a un proyecto nacional en el que se articule lo urgente con lo importante como suele decirse pero no atenderse, el crecimiento con el abatimiento de las desigualdades, la inversión con el empleo, la estabilidad macroeconómica con el mejoramiento de la calidad de vida y la seguridad social de las mayorías; en resumen, sacar las reformas estructurales del escollo cortoplacista y de atención a los grupos tradicionales de poder en el que están instaladas… y también el momento es propicio para los inconformes pues debe de gradualizarse y convencerse a los más sin perder profundidad en la intención y el sentido social y progresista de los cambios, la radicalización de la acción política debe llevarse adelante sin violencia pero llevarse adelante y su índice de medición estará dado por su extensión social diversa y el crecimiento en la calidad de las propuestas alternativas. No hay porqué disminuirse ni por dónde confundirse y el resultado del debate abierto puede ser fructífero para el ajuste necesario en la orientación de políticas y capacidades nacionales.

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