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Acapulco sigue igual, pero con más gente y edificios, dicen turistas mexiquenses

Salvador Serna

Para la familia Macías Valle, originaria de Ixtapaluca, estado de México, el puerto de Acapulco sigue siendo el mismo de antes, pero con más gente y edificios.
“Mis abuelos y mis padres ya nos traían a Acapulco a mí y a mis hermanos. Hoy soy padre de familia y traigo a mi esposa, hijos, sobrinos y hasta mi suegra. Son 35 años de venir seguido a Acapulco y está igual, el puerto no ha cambiado, sólo hay más gente y edificios. Las playas siguen siendo las mismas y los mismos cuates quienes rentan las lanchas, las bananas y las motos. Se ve que la vida no pasa por aquí”, afirmó Emilio Macías García al ser entrevistado ayer en la playa de Puerto Marqués.
Su esposa Josefina Valle Tostado, secunda las palabras de su esposo al mismo tiempo que juega con la más pequeña de sus hijas, en la orilla de la playa: “Mis padres también me trajeron a conocer Acapulco desde recién nacida. La primera playa que conocí fue la de Caleta, después Papagayo y Tamarindos. Al final llegábamos a Puerto Marqués y aquí seguimos. En mi familia son tres generaciones que logramos conocer Acapulco, siempre como turistas. Acapulco, creo, es solo un pueblo grandote”.
Doña Esperanza y Don Salvador son los abuelos. Cristóbal, Penélope y Viviana son lo hijos y sobrinos mayores. Esmeralda y Antonieta son las nietas más pequeñas y quienes disfrutan más el rompimiento de las pequeñas olas de la franja de playa.
A la abuelita se le pregunta si se ha dado cuenta del aumento de la corriente marina en la playa de Puerto Marqués. Se le menciona que donde antes hubo una gran franja de arena que permitía poner sillas, mesas, sombrillas o camastros para descansar y comer a la orilla del mar ya no existe debido al cambio de las corrientes marinas por causa del construcción del muelle de Majahua.
“Claro que nos dimos cuenta, no estamos ciegos. Hace un año venimos a la playa de este mismo restaurante y ya no está igual. Creció el tamaño (sic) del mar. Hay más agua que antes y si es por el muelle pues la solución es fácil y rápido…que lo arreglen y ya. En esta vida todo tiene solución menos la muerte, todo lo bueno y malo que hacemos en esta vida se nos regresa de algún modo. La gente que le hace algo malo a la imagen turística de Acapulco pues tendrá que rendir cuentas al creador”, dijo doña Esperanza.
Los más pequeños de la familia se ponen a jugar justo a un lado de 2 grandes llantas salvavidas color azul que les llaman la atención. Quieren usarlas para jugar y lo hacen por algunos minutos, pero luego llega el lanchero y les dice que son 30 pesos por hora. Los niños le dicen que sí, pero no le dan el dinero. El lanchero se dirige con los abuelos y estos le dicen que no van a utilizar la lancha, por lo que le dicen a las niñas que dejen la llanta donde estaba.
A la hora del almuerzo de inmediato la familia Macías Valle se apresura a degustar los alimentos: cuatro ceviches con pulpo, camarones empanizados, tres kilos de róbalo frito en aceite, tostadas, galletas saladas, refrescos y cervezas es el menú familiar a disfrutar.
Los pequeños comen el pescado frito previamente desmenuzado por su mama y su abuelita para evitar malos entendidos con las espinas. Don Salvador y su yerno Emilio entre sope y camarones comentan el partido de futbol del domingo donde el América le gano a los Pumas. Ambos se dicen aficionados cruzazulinos.
Terminada la hora del almuerzo, los Macías Valle se disponen a relajarse y seguir conversando mientras hacen la digestión.
“Por supuesto que nos quedaremos hasta muy tarde en Puerto Marqués, queremos ver la puesta de sol. Partiremos a Ixtapaluca a las 7 de la noche, ya tenemos listas las maletas dentro de la camioneta. De aquí nos iremos directo al estado de México y prácticamente llegaremos en traje de baño y sandalias a la casa”, finaliza Don Chava.

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