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Humberto Musacchio

Elba Esther, el fuego y las castañas

El juez cuarto de amparo en materia penal, Francisco Javier Sarabia Ascencio, otorgó tres amparos a Elba Esther Gordillo, pues a juicio del togado la Procuraduría General de la República no aportó pruebas suficientes y sólidas para acreditar la comisión de los delitos de delincuencia organizada y operaciones con recursos de procedencia ilícita.
El mismo juez optó por conceder el amparo debido a “la deficiencia técnica en la integración de la averiguación previa”, atribuible “al ente integrador de la misma”, que no es otro que la PGR, que igualmente incurrió en imprecisiones, por lo cual se extiende la protección de la justica a la ex lideresa magisterial, todo de acuerdo con un comunicado del Consejo de la Judicatura Federal.
Por supuesto, la resolución del juez suscitó que minutos después de conocida su decisión, la PGR emitiera a su vez un comunicado con una crítica ciertamente insólita al Consejo de la Judicatura, que al justificar al juez que dictó el amparo “desacredita a otro (Alejandro Caballero Vértiz), quien habiendo analizado a fondo las constancias del juicio emitió una resolución en sentido contrario a la que el Consejo sí publicita”, lo que implica que el CJF no dio la misma difusión ni importancia al auto de formal prisión.
La PGR va más lejos, pues afirma que el CJF “afecta la imparcialidad a la que está obligado este órgano”, pues dice que el juez Sarabia Ascencio “ponderó equivocadamente irrelevancias formales por encima de las pruebas y hechos acreditados en el ejercicio de la acción penal, en perjuicio del interés social”.
Pese al tono empleado por la PGR y aunque Elba Esther Gordillo sigue en prisión, no parece que el Poder Judicial vaya a meter reversa en el asunto. Es obvio que el encarcelamiento de la ex dirigente magisterial, hace siete meses, obedeció más a razones políticas que al interés por cuidar los dineros públicos o proteger a los miembros del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, pues, si eso fuera cierto, hace mucho tiempo que Carlos Romero Deschamps estaría tras las rejas.
Elba Esther fue a la cárcel porque se calculó que su detención le ganaría la aprobación social al actual gobierno federal, lo que en su momento fue cierto, y se consideró que la señora ya no era funcional para el sistema, estimación que hoy es algo más que dudosa, pues el país se halla sumido en una crisis económica que no se atreve a decir su nombre, aunque todos la resentimos, y con los desastres provocados por las lluvias México vive, si se permite el verso, una emergencia en la indigencia. Además, luego de 12 años ausente del Ejecutivo federal, la orquesta priista suena desafinada y sus atrilistas entran a destiempo. Si fuera un equipo de futbol se diría que han perdido la garra, la precisión en el toque y el sentido de oportunidad.
En momentos en que se requiere de cierta resignación o pasividad social para aprobar las nuevas reformas neoliberales, la protesta de los maestros tiene meses en las calles y se ha extendido a todo el país, pues ya arrastró a las secciones tradicionalmente controladas por el sindicalismo charro, cuyo liderazgo, designado en Los Pinos, se ha mostrado incapaz de controlar a sus huestes y contener a los que militan en la CNTE. En esas condiciones, lo que antes se aplaudió como un acierto ahora se convierte en un serio problema para la gobernabilidad. Si no lo han decidido, están jugando con esa opción: que Elba Esther salga de la cárcel y vuelva a dirigir al magisterio.
Vueltas que da la vida.

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