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Escasea el agua y la comida para 14 mil damnificados en El Paraíso, sierra de Atoyac

*Los cerros alrededor continúan desgajándose y ponen en riesgo a familias completas que no pueden salir debido a lo accidentado de cualquier camino, carretera o vereda. Hay nueve albergues con vecinos de 17 comunidades. Cuatro colonias fueron destruidas por la crecida de agua de los tres arroyos que convergen en el centro del pueblo

Karla Galarce Sosa

El Paraíso, Atoyac de Álvarez

El Paraíso dejó de serlo y se convirtió en un pantano. Todos los días, a todas horas llueve, por lo que los trabajos de decenas de hombres, que buscan liberar los tramos de la carretera cubiertos por los derrumbes, parecen un esfuerzo en vano.
Escasea el agua y la comida para unos 14 mil damnificados. A El Paraíso confluyen decenas de pequeñas rancherías de la sierra guerrerense, sus vecinos llegan ahí para abastecerse de agua, alimentos y medicinas.
Los cerros alrededor continúan desgajándose y ponen en riesgo a familias completas que no pueden salir debido a lo accidentado de cualquier camino, carretera o vereda.
Con cada lluvia la tierra se convierte en un lodo tan espeso y blando que imposibilita caminar sobre él.
La belleza del paisaje que ofrece la sierra guerrerense contrasta con la crudeza que viven sus habitantes desde hace más de 15 días. Con cada lluvia llega el temor de que la naturaleza les arrebate sus casas con el agua o los sepulte bajo el lodo que arrastra de los cerros que rodean sus pueblos.
A pesar de que El Paraíso es un pueblo de paso casi obligado de los helicópteros que van a su comunidad vecina, La Pintada, las personas que viven en alguno de los albergues desde hace 15 días reciben muy poco de la ayuda humanitaria que el gobierno u organismos internacionales envían, porque la comida, la ropa y el apoyo moral los reciben de sus vecinos y de la iglesia.

Las vías para llegar a El Paraíso

El camino en carretera para llegar a ese poblado desde Atoyac, donde el INEGI reporta 4 mil 600 habitantes, hoy es una vía sumamente riesgosa.
Hasta el miércoles pasado había 44 derrumbes y nueve deslaves. Los primeros llegan a alcanzar un carril de extensión y la única vía que hay para llegar a la parte serrana a bordo de un vehículo particular o de servicio público, corre el riesgo de presentar cortes completos en el asfalto debido al paso de camiones pesados y las corrientes de agua que no cesan. Los deslaves en cambio, llegaron a cubrir en su totalidad la carretera, pero los hombres de las nueve comunidades que hay entre Atoyac y El Paraíso se organizan todos los días y reabren la comunicación carretera por las mañanas, regresan a sus poblados por la tarde, comen, descansan y vuelven al día siguiente con palas, carretillas, cubetas y machetes para evitar quedarse completamente incomunicados.
La solución que el gobierno halló para hacer llegar víveres y sacar de esas comunidades a los enfermos fue la vía aérea. Pero volar también tiene sus riesgos.
Los helicópteros sobrevuelan en promedio tres horas al día, de 10 de la mañana a la 1 de la tarde, antes de que la Sierra Madre del Sur se cubra de neblina.
Usar un helicóptero bajo esas condiciones podría ser fatal, comentó el presidente municipal de Atoyac, Ediberto Tabares Cisneros, quien había informado el martes por la noche que el Ayuntamiento tuvo que contratar los servicios de una aeronave de pequeñas dimensiones para efectuar algunos rescates y llevar comida ante las interminables peticiones de los habitantes de aquella región, quienes llegaban –después de hasta doce horas de caminatas bajo la lluvia y entre el lodo–, a solicitar ayuda.
Tan sólo de Atoyac a El Rincón hay cuatro deslaves y nueve derrumbes; de El Rincón a San Andrés está el menor número de tramos dañados con dos deslaves y dos derrumbes, al igual que en el tramo que comunica a San Andrés con Santiago de la Unión aunque de Santiago de la Unión a Río Santiago se contaron once derrumbes; de Río Santiago a El Porvenir y El Limón hay nueve derrumbes y dos deslaves, pero uno de esos derrumbes cubrió por completo las dos carreteras en una superficie que rebasó los 200 metros de distancia y cinco metros de altura.
Hasta el poblado La Estancia de San Vicente había nueve derrumbes y un deslave carretero. El derrumbe que comunica a El Imperial con El Paraíso es el que impide el paso de cualquier vehículo. Esa es el área en la que decenas de personas deben caminar de día para poder llegar a otros pueblos como La Pintada, Santo Domingo, El Tambor, Agua Fría, El Quemado, Cerro Prieto y otros más lejanos.
El alud es de enormes dimensiones. Allí trabajaban tres máquinas retroexcavadoras. A la distancia parecen pequeñas manchas amarillas en comparación con la gran cantidad de tierra que cayó sobre la carretera.
Los trabajadores paran las máquinas durante las lluvias y permiten el paso de la gente que va de un lado a otro.
El traslado de los escasos víveres o medicinas, gasolina y personas se realiza a pie. La consistencia de la tierra impide también el uso de animales para trasladar la carga, porque el peso de burros, carretas, mulas o caballos es mayor que el de un humano. La gente debe descargar las camionetas y atravesar el alud con la carga, dejarla del otro lado y subirlas a otro vehículo para llevarlas a El Paraíso, para donde se deben caminar 5 kilómetros para llegar.
Quien corre con suerte y hay espacio, es trasladado durante 20 minutos hasta ese poblado en camioneta o cuatrimoto, aunque el vehículo debe atravesar un tramo de unos 30 metros de carretera hundida, cuya continuidad fue restablecida en sus extremos con tierra para que las ruedas pudieran atravesarlo.

El sector salud

La información que fluye entre los habitantes de esos poblados, llega a cuentagotas. Tan sólo el sector salud que instaló un módulo de consultas médicas en El Paraíso hace un “corte de datos” cada cuatro días porque se hace el cambio de médicos y enfermeras en ese período de tiempo.
El coordinador municipal de Salud en Atoyac, Jesús Ríos Vargas informó que sólo en El Paraíso hay nueve albergues con habitantes de 17 comunidades, quienes son atendidos por la Secretaría de Salud (Ssa).
El miércoles por la mañana el titular Lázaro Mazón Alonso de la Ssa llevó medicinas a El Paraíso como parte de la dotación a los centros de salud que realiza desde que inició la contingencia que dejó la tormenta tropical Manuel.
Jesús Ríos informó a Lázaro Mazón que la semana pasada llegaron a realizar hasta mil 200 consultas, pero el número de atenciones descendió en 300 casos cada día.
Ríos Vargas informó que la falta de luz en la zona genera casos de enfermedades diarreicas, infecciones de vías respiratorias y hongos en la piel, además que no era posible vacunar a las personas contra el tétanos, pues no hubo luz durante diez días.
Una brigada de médicos que el Instituto Estatal de Cancerología (Iecan) envió a Santo Domingo –a hora y media después de La Pintada– no llegó debido a una incesante lluvia que cayó el martes y que obligó a la tripulación del helicóptero de la Marina que despegó de Acapulco, a dejarlos en El Paraíso debido a las malas condiciones de vuelo por el clima.
Cada brigada de médicos que llega a la sierra atoyaquense reabastece las bodegas de los lugares donde ofrecen consulta y medicinas, mismas que poco a poco llegan a las comunidades más alejadas, gracias a que sus habitantes bajan a El Paraíso y las piden, comentaron los médicos y las enfermeras.

El Paraíso perdido

La historia de Adán y Eva que narra el escritor londinense John Milton en su Paraíso perdido, novela que escribió en el siglo XVII se muestra en los vitrales de la iglesia de Guadalupe: Adán y Eva, la manzana, el mal simbolizado por una serpiente y los ángeles como testigos. Pero la tragedia vívida que se observa en El Paraíso guerrerense parece el capítulo del Apocalipsis de la Biblia.
Desde el corazón del pueblo hasta sus extremos hay calles carcomidas por el agua, casas derrumbadas y niños jugando entre la tierra y la basura que el río arrastró.
En el centro, las calles y comercios quedaron cubiertos con arena y lodo. El edificio de la escuela primaria también quedó sepultado.
Se observa a la gente intentando rescatar lo poco que el agua les dejó y los cimientos sin paredes de lo que alguna vez fueron casas que arrastró en tan sólo una hora que creció el nivel de los arroyos.
El sonido de las corrientes de agua hace eco entre los callejones.
Cuatro colonias fueron destruidas por la crecida de agua de los tres arroyos que convergen en el centro del pueblo.
La gente de las colonias Recodo, Oriental, Centro y Cuauhtémoc no tuvieron más alternativa que dejar sus casas porque el reblandecimiento de la tierra y el derrumbe de los cerros amenazaba con matarlos.
“Gracias a Dios no nos pasó nada, ya ve que en La Pintada hubo mucho muerto”, comentan algunos habitantes del lugar.
Palos, basura y el siempre presente color rojizo de la tierra son huella en las paredes de casi todas las casas del pueblo. En las partes más profundas y en donde el agua cobró fuerza hay marcas que rebasan el metro y medio de altura. El agua arrastró al lecho del río camionetas, coches, casas y los puentes que comunicaban a las colonias.

El café y la iglesia cobijan a los damnificados

En la iglesia de Guadalupe y la vieja fábrica de empacado de café de El Paraíso se alojan 457 personas. En esos dos albergues, los más grandes que fueron habilitados por quienes se quedaron sin casa, las familias esperan la llegada de más comida porque la que tienen es poca, escasea.
El sacerdote de la iglesia, Salvador Salmerón dijo que sólo contaban con maíz para dos días más, lo que significa que hasta hoy viernes tenían asegurada la comida; después de entonces si no llega alguna ayuda sólo comerán arroz blanco hervido.
Las imágenes de la virgen de Guadalupe y de Montserrat resguardan las noches de los damnificados en la iglesia.
El panorama de las 107 personas que viven en la antigua empacadora de café es similar al de la iglesia pues los viejos tanques para el lavado del grano fueron habilitados como dormitorios, las zonas de descarga funciona como cocina y sobre algunas máquinas procesadoras fueron colocados unos mecates para tender ropa.
La iglesia de Guadalupe alberga a 350 personas, quienes se organizan para lavar baños, ropa, hacer comida y limpiar las carreteras. Lo mismo hicieron los de la empacadora, aunque no tienen baños allí y en cambio tienen a su lado la cancha de futbol a donde descienden cada día por lo menos dos helicópteros con personas o escasos víveres.

Piden más ayuda e información

Desde que comenzó la emergencia por el paso de la tormenta tropical Manuel fueron trasladadas las mujeres embarazadas que presentaron complicaciones. También fueron enviadas personas que tenían alguna enfermedad cardiovascular diabética a los hospitales de Acapulco.
El delegado de la colonia Quebradora, Catalino Valente Martínez viajó una hora desde su casa para recibir ayuda de la Cruz Roja, sin embargo la camioneta se regresó con las despensas que llevaba porque aún no puede entrar a El Paraíso. Aunque no pudo llevar comida a sus vecinos, se regresó con una dotación de medicamentos para contrarrestar los hongos que la humedad provocó en muchas personas.
La bolsa de plástico que los médicos de la brigada le entregaron llevaba medicinas para diabéticos e hipertensos, también llevaba pastillas para aliviar diarreas y antibióticos; los nombres de las medicinas están enlistados en un papel escrito a mano con instrucciones generales de cómo tomarlos.
Valente Martínez pidió a las autoridades que envíen más comida porque la que llevaron (apenas 12 despensas para más de 50 familias) ya se la terminaron.
La señora Magdalena Pinzón Marcelo, vecina de la colonia Nuevo Oriente dijo que esa fue una de las más golpeadas por la crecida del río. Detalló que son unas 60 familias que se quedaron sin casa, pues el agua se llevó al menos 40 casas.
Decenas de personas desean saber el paradero de sus familiares. Anhelan tener una vía de comunicación más para avisar a sus familiares que están bien.
Tal es el caso de la vecina de la colonia Guadalupe, Dominga Villa Morales, quien perdió su casa y el número telefónico para avisar a su hija Apolinar Vázquez Villa, quien vive en la ciudad de México, que está a salvo.
Jesús Ríos Vargas dijo que los vecinos de algunas comunidades le pidieron información de María Eugenia Sánchez García, Reyna Tinoco Abundio, Martina Tinoco Abundio y Liliana Deybis Bautista, todas embarazadas con ocho, seis, cinco y tres meses de gestación que tuvieron complicaciones. Las embarazadas, detalló, tienen 21, 16, 18 y 15 años de edad respectivamente.

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