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Jesús Mendoza Zaragoza

¿Reconstrucción nacional?

El Presidente Peña Nieto ha anunciado un Plan de Reconstrucción Nacional para el cual solicitaría al Congreso ajustes en la partida del Presupuesto de Egresos en orden a atender los daños causados por Ingrid y Manuel. Precisa que a los 12 mil millones previstos para esta contingencia dentro del Fonden, se necesitan 5 mil millones más. Esto significa que la clave de esta reconstrucción nacional está puesta en la infraestructura productiva, de comunicaciones y de vivienda. Creo que esta reconstrucción es urgente y necesaria pero, también, es insuficiente. Por lo mismo necesita ser ubicada en un contexto más amplio para que sea lo que pretende ser: una reconstrucción nacional.
Me parece que la reconstrucción imaginada por Peña Nieto se refiere a la infraestructura demográfica y económica, que ha quedado seriamente afectada por los huracanes y que necesita ser atendida mediante decisiones económicas y presupuestales. Pero hay otros aspectos de la nación que necesitan ser reconstruidos y que necesitan ser atendidos de manera urgente, mediante decisiones y procesos políticos y sociales. Me refiero a la población y a las instituciones del Estado.
De hecho, hay un desastre permanente que ya se ha asumido como parte de la normalidad y al cual ya nos hemos acostumbrado. La pobreza es la expresión más crónica del desastre social que ha sufrido México desde siglos. Y a este desastre social hay que añadir otro más que se ha generado y se ha desarrollado en los últimos años. De hecho, sufrimos una crisis humanitaria causada por la pobreza y por la violencia que necesita ser atendida como tal. Inquieta el discurso gubernamental que se zafa, de manera muy fácil y desvergonzada, de estos flagelos que han estado afectando a un gran segmento de la población.
Hay que pensar en la reconstrucción de la sociedad, tan resquebrajada por los flagelos de la pobreza y de la violencia y, ahora, con el de las devastaciones causadas por las lluvias. Es una sociedad agraviada que necesita ser atendida para rehabilitarse. En Guerrero tenemos una sociedad civil disminuida y apocada que no tiene una voz fuerte y consistente que proponga e impulse los cambios que se necesitan para remediar los grandes males que nos afligen. Sin la reconstrucción de la sociedad, no se dará la participación necesaria para superar nuestros males. Es más, pensar en la reconstrucción de la infraestructura deteriorada en el país al margen de la sociedad es anunciar el fracaso de la misma. En este sentido, los guerrerenses tenemos que decidir los términos de la reconstrucción en Guerrero. Sobre todo, los afectados por las inundaciones, quienes perdieron sus viviendas o sus comunidades debieran ser tomados en cuenta para diseñar los planes de reconstrucción. Tienen que ser actores de su misma rehabilitación. De esta manera, la reconstrucción nacional pasa necesariamente por la reconstrucción de la sociedad.
Por otra parte, ya ha ido emergiendo de las inundaciones el componente político de la tragedia que están sufriendo miles de familias que han perdido su vivienda y su patrimonio: la corrupción. La política ha jugado un papel muy específico en las desastrosas condiciones de vida de tantos mexicanos abatidos por la miseria, la violencia y las inundaciones. Muchas decisiones políticas han amparado negocios ilícitos e ilegales como los de las empresas inmobiliarias que han construido en humedales vecinos a la laguna de Tres Palos, a sabiendas de que eran terrenos inundables. Y así como estas decisiones políticas han sido un factor decisivo para que el desastre fuera mayúsculo, así se han dado muchas otras decisiones políticas que han contribuido al empobrecimiento de los mexicanos y al desarrollo de la violencia en los últimos años.
Hay un grave deterioro del poder público que no está atento al bienestar de las personas, de las familias y de las comunidades. En lugar de que los gobiernos sean parte de las soluciones, se han convertido en factores de los problemas que nos agobian. Es necesaria una reconstrucción institucional del poder público, para que lo desvincule de la inercia que abandona a los ciudadanos a su suerte y genera una élite de privilegiados que se reparten los beneficios del malogrado desarrollo. En este sentido, la reconstrucción nacional de Peña Nieto debiera incluir la reconstrucción del Estado, como garante del bien público. Dudo que se esté pensando en esto.
Es de esperarse que una vez superada la etapa de la emergencia se desencadenen múltiples conflictos en los espacios sociales y políticos que expresarán los diversos intereses y las diversas maneras de concebir la reconstrucción. Y es muy probable que la reconstrucción imaginada desde el poder se convierta en una oportunidad para los negocios de los mismos, para la promoción política de los mismos de siempre y para darles atole con el dedo a los mismos de siempre. Esperamos que no suceda. Y para que no suceda, hay que ampliar el horizonte de la llamada reconstrucción nacional.
Esta reconstrucción no solo necesita dinero, mucho dinero. Necesita también voluntad política y la participación masiva de los ciudadanos. Tres elementos que se implican. Como ha de notar, se trata de un cambio profundo de la sociedad, que ha de impulsarse desde todas partes, sobre todo, desde abajo. De otra manera, será una reconstrucción fallida más.

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