Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Fernando Lasso Echeverría

2 de octubre de 1968: el tlatelolcazo

Mucho se ha escrito sobre este evento, ocurrido hace 45 años, en la Plaza de las Tres Culturas de la unidad habitacional de Tlatelolco, en el Distrito Federal, como pináculo del conflicto estudiantil, ocurrido en el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz; sin embargo, hasta la fecha, la matanza de Tlatelolco continúa siendo una acción llena de incertidumbres y enigmas, que no se han podido dilucidar, a pesar de que el entonces presidente asumió la responsabilidad de ella públicamente.
Muchos investigadores continúan preguntándose: ¿Quién armó la estrategia del 2 de octubre, y cuáles fueron sus objetivos reales? ¿Quién dirigía el batallón Olimpia? ¿Quién disparó e hirió al general Hernández Toledo? ¿En dónde y quiénes lanzaron las luces de bengala? ¿Quiénes piloteaban los helicópteros? ¿Cuántos murieron en Tlaltelolco? ¿Quiénes fueron los verdaderos responsables de la tragedia?
Ahora se afirma que este conflicto se vio influido notoriamente por la sucesión presidencial, que iba a ocurrir un año después. Al parecer, Luis Echeverría Álvarez, secretario de Gobernación de aquella época y que fue destapado como candidato del PRI el 22 de octubre de 1969, encaminó el conflicto estudiantil –mediante diversos mecanismos dignos de Maquiavelo– hacia la solución violenta, forzando un enfrentamiento del ejército con los estudiantes, con la finalidad de “quemar” política y popularmente a la milicia, y de esta manera, quitar del camino a la Presidencia al prestigiado político de formación militar y regente de la ciudad de México: Alfonso Corona del Rosal, quien estuvo intentando una salida política y civilizada al conflicto, en contra de los deseos del presidente Díaz Ordaz, que afirmaba que ceder a cualquier petición del Consejo Nacional de Huelga, era degradar su investidura presidencial.
Echeverría Álvarez en cambio era partidario de la “dureza” civil; era el funcionario más inflexible y áspero del gabinete de Díaz Ordaz, y cuya manera de proceder era la que más se asemejaba a la conducta del presidente, hecho congruente con el mimetismo del que hizo gala don Luis, a través de toda su carrera política, y adecuado en ese momento, para sus aspiraciones presidenciales; es decir, Echeverría Álvarez se apropió de todos los resentimientos y fobias de su jefe, y de esta manera se ganó su absoluta simpatía, situación que influyó de manera decisiva en el ánimo de Díaz Ordaz en el momento de designar a su sucesor.
Antes, Jesús Reyes Heroles –director de Petróleos Mexicanos– y el secretario de la Defensa, Marcelino García Barragán, advirtieron a Díaz Ordaz de una conspiración echeverrista para aprovechar los acontecimientos del 68 a favor de su candidatura para sucederlo; sin embargo, no fueron escuchados por el presidente, debido a la conocida enemistad de estos personajes con el secretario de Gobernación.
La hipótesis de la responsabilidad de Echeverría en la matanza de Tlatelolco ya había sido manejada por diversos autores, pero es Jorge Castañeda quien en el capítulo titulado La visión de los vencidos de su libro La herencia, la expone más claramente como un factor crucial que influyó meses después, en el mecanismo sucesorio de la Presidencia de la República, porque eliminó de refilón a algunos contendientes suyos para el cargo. No obstante, es necesario comentar al respecto que don Jorge, manejando hipótesis y versiones relacionadas con este hecho en el texto mencionado, da un paso hacia adelante y luego otro hacia atrás, ¿intentando ser veraz e imparcial? o ¿quizá simplemente para no comprometerse demasiado?
En cambio, Jorge Carrillo Olea, en su texto México en riesgo, informa llanamente que elementos del Estado Mayor Presidencial –organización perfectamente conocida por este personaje, pues perteneció a ella– manejados por el teniente coronel Carlos Bermúdez Ávila, dispararon contra el batallón del ejército al mando del general Hernández Toledo (quienes llevaban la consigna de no disparar a la multitud) y los estudiantes desde el edificio llamado Molino del Rey, con la finalidad de provocar el zafarrancho, tal como se lo había ordenado el general Luis Gutiérrez Oropeza, jefe de esa organización militar. Aquí surge el siguiente cuestionamiento: ¿por mandato de Díaz Ordaz? ¿Coludido Gutiérrez Oropeza solamente con Echeverría? o ¿con conocimiento pleno de ambos personajes?
Es difícil llegar a una conclusión definitiva al respecto; sin embargo fue claro que el brutal asesinato de ¿centenares? de manifestantes en Tlatelolco, tuvo un objetivo meramente político, y sólo de pensar que la enfermiza mente que ideó esta maniobra gobernó nuestro país, da escalofríos.

* Presidente de Guerrero Cultural Siglo XXI.

468 ad