Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Arturo Solís Heredia

CANAL PRIVADO

* Razones y sinrazones del voto

Más de la mitad de la gente que conozco –lo suficiente como para entender razonablemente bien las razones y sinrazones que mueven su comportamiento político-electoral–, vota sin identidad partidista ni pertenencia ideológica.
De ella, toda, o casi toda ha votado ya por candidatos del PRI, PAN y PRD, y alguna incluso ha votado dos veces por la misma persona, pero como candidato de dos partidos distintos. La mayoría piensa que lo mismo da votar por uno que por otro, porque al final todos son lo mejmo y que de todos, namás no se hace uno.
Por eso, todos votan por la persona, independientemente del color de su partido. Porque se ve decente, les cae bien, ta’ galán, es joven, es mujer, dicen que es bien corrupto, ta’ quemado, en su casa lo conocen, y vaya usted a saber por cuántas otras razones y sinrazones, menos las que deberían pesar más a la hora de elegir gobernantes y representantes populares.
Dicen los que saben que el acto de votar sintetiza las lealtades políticas, los sueños y las esperanzas de la gente, así como los miedos y, a veces, también sus rencores, filias y fobias sociales. Cuando vota, el elector se reencuentra con la urna, y además con sus problemas, sus necesidades, emociones, deseos, expectativas y sentimientos. Es decir, el elector es él y sus circunstancias, en la que múltiples factores inciden en su comportamiento y definen la orientación de su voto.
Para los expertos, el voto de los electores se define con razones y sinrazones distintas, las que clasifican en una larga lista de teorías: voto racional, inercial, personalizado o por el candidato, de ira, corporativo, de hambre, del miedo, contextual, clasista, ganador, útil, de plástico, nulo, experencial, relacional y, last but not least, el voto ideo-lógico y el voto partidista.
Se supone que el voto ideológico se produce por el adoctrinamiento y simpatía del elector con el partido o el candidato que representa una determinada ideología. Es decir, que el elector no siempre vota por el candidato o el partido, sino por la ideología que representan y el proyecto de nación que postulan.
Si un ciudadano se considera de izquierda, tenderá, para ser y sentirse congruente consigo mismo, a votar por un partido y sus candidatos que sean o se proclamen de izquierda. Por el contrario, si el elector se identifica con una ideología conservadora, tenderá a votar por los candidatos y partidos de derecha o más conservadores.
El elector manifiesta con su voto una identificación con una determinada ideología, la cual hace suya. Su voto se apega a principios, creencias, valores, paradigmas, identidades sociales e ideologías políticas.
A pesar de que el voto ideológico se mantiene en los procesos políticos, representa tan sólo una pequeña parte del electorado, ya que el nuevo pragmatismo de la política y el abandono o fin de las ideologías ha generado ciudadanos con lealtades electorales más efímeras.
El voto partidista, por su parte, se genera por parte del ciudadano a partir de la identidad política con el partido o institución partidista, formándose, a través de los años, una predisposición, afinidad, simpatía y lealtad favorable hacia una formación política y desfavorable hacia otras.
El voto partidista, también llamado voto duro, difícilmente puede cambiar para favorecer a otra opción política, siendo poco frecuente que pueda ser influido por factores circunstanciales durante las campañas electorales. Es decir, los electores seguirán votando por el partido de su preferencia a pesar de que postulen malos candidatos, haga malas campañas o, incluso, realice actos y acciones cuestionables o reprobables.
Digamos que en estas dos últimas categorías se clasifica el voto de menos del 30 por ciento del electorado mexicano; el resto, son votos por personas, racionales, inerciales, por el candidato, de ira, de hambre o miedo, contextuales, clasistas, ganadores, útiles, plásticos, nulos, experenciales o relacionales.
Hagan cuentas: entre el 50 y el 60 por ciento del padrón electoral se abstiene, y de los que votan (entre 50 y 40 por ciento del total), sólo el 20 por ciento son votantes duros de algún partido.
Será interesante por lo menos (si no es que divertido), descubrir cómo tratarán tantos candidatos en la próxima elección concurrente, de distinguirse de los demás y de atraer y convencer a esa mayoría de electores que no distingue, ni se siente atraído ni convencido por razones y sinrazones partidistas e ideológicas.
Pronto descubriremos el método de los mexicanos y los guerrerenses para tomar decisiones y tratar de medir su opinión conjunta, usualmente como el paso final que sigue a las discusiones o debates. Es decir, descubriremos si el voto será la base de nuestro sistema político democrático, para que los electores decidan, en libertad, el carácter de la representación pública.

[email protected]

468 ad