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Silvestre Pacheco León

Los damnificados de Zihuatanejo

Más que los deslaves, la caída de puentes, los destrozos en los caminos y la pérdida de cultivos, la incomunicación por las lluvias y las inundaciones, el mayor desastre que viven los habitantes de Zihuatanejo es la escasez del agua en las llaves de sus casas.
Si el problema del abasto de agua potable en la cabecera municipal hizo crisis en la temporada de estiaje, después de las lluvias torrenciales de septiembre se ha agudizado en grado extremo, pero no tanto debido a la crecida del río Ixtapa que dicen que afectó los pozos de extracción que se encuentran en la ribera, sino porque el ciclón distrajo de su queja a los usuarios y sirvió para que el gobierno municipal tuvieran un pretexto ante las autoridades estatales y federales para incumplir su obligación de surtir de agua a los hogares.
Como dicen que en río revuelto ganan los pescadores, el ciclón creó las condiciones perfectas para que el gran negocio de la venta de agua continuara. En él tienen mano las autoridades municipales y los piperos porque ante la supuesta escasez, los que comercian con el agua hacen su agosto ofreciendo el líquido a precios estratosféricos a una población sedienta, sin dinero y que carece de los medios y la infraestructura para almacenar agua.
El problema de la supuesta carencia de agua en Zihuatanejo no es menor porque se trata de una población de más de 120 mil habitantes que recibe a miles de turistas cada año como base de la economía local y fuente de divisas para el país.
Se trata de una ciudad cuyo desarrollo turístico inició en la década de los setenta y que en menos de medio siglo se está colapsando por la ambición desmedida de su clase política que a falta de otras fuentes de enriquecimiento no se tienta el corazón para echar mano al recurso vital que es un bien público.
Para colmo de sus habitantes, con el huracán Manuel, Zihuatanejo ha terminado pareciéndose a Chilpancingo porque esta ciudad recibió en pocas horas tanta agua como si estuviera en la costa, mientras que Zihuatanejo se parece a la capital porque el ruido de las bombas que las pipas utilizan para llenar cisternas y tinacos ha sustituido la calma de la ciudad.
La actitud del gobierno municipal se limita a quejarse por la falta de recursos para llevar agua a las casas utilizando primero el pretexto de la sequía y la contaminación de dos pozos del sistema de agua potable en la ciudad, luego el del huracán que dañó parte de la infraestructura hidráulica y después el bloqueo de los pozos en Barrio Nuevo por parte de los ejidatarios.
Ante esa realidad muchos usuarios se preguntan el por qué de la falta de previsión para asegurar el abasto de un servicio tan vital para una población que crece y un turismo que lo requiere.
Durante años los gobierno municipales de Zihuatanejo usaron al organismo responsable del abasto de agua como la “caja chica” de sus administraciones gracias al pago puntual de muchos usuarios y al apoyo federal y estatal que durante años fluyó a la CAPAZ como apoyo.
Pero a medida que la ciudad fue asentándose en la falda de los cerros afectando la reserva ecológica que daba seguridad a sus habitantes, a cambio de los votos que los partidos y sus candidatos negociaban con los invasores, con los años se requirieron más y mayores inversiones para llevar agua a las alturas, de manera que aquella liquidez de la que hasta finales de la década de los ochenta pudo presumir la CAPAZ, en las sucesiva administraciones se tornó en escasez, primero porque el aporte de los pozos que abastecen la red de agua potable llegó a su límite, y después porque los costos para llevarla a las casas de las colonias periféricas y la pesada carga burocrática de la paramunicipal aumentaron.
El actual gobierno municipal ha dicho que el agua en la red hidráulica solamente alcanza para el abasto de la mitad de la población; que de los más de 500 litros de agua por segundo que demandan los 120 mil habitantes solamente administra 360 litros por segundo a los cuales debe restarse el 40 por ciento en que calcula la merma por fugas y tomas clandestinas.
Con esos datos la CAPAZ justifica el racionamiento a las viviendas tradicionalmente privilegiadas con el servicio, dejando ahora su supervivencia en manos de los piperos que han aumentado de manera estratosférica el precio del agua, vendida sin ningún control de calidad ni de medida.
La opacidad en el manejo del agua como un bien natural constituye el nudo gordiano en éste problema que amenaza con estallar porque el gobierno se aferra en asegurar que no hay solución inmediata y que a largo plazo lo único que se vislumbra es la construcción de una represa en la sierra cuya inversión millonaria parece un sueño.
En éste ambiente de desastres el presidente municipal ha conseguido ayuda extraordinaria para llevar agua a las casas con el apoyo de pipas de la Comisión Nacional del Agua y de Protección Civil estatal, aunque no se sabe ni de su fuente de abastecimiento ni tampoco el costo al que la consiguen. Lo que sí nos imaginamos es que su pago seguramente pasará a la cuentan del Fondo Nacional de Desastres naturales.
Sobre el manejo inescrupuloso del agua los antecedentes abundan en Zihuatanejo. Como en la lucha por el poder municipal los aspirantes echan mano de todo lo que pueden, en las elecciones pasadas utilizaron a los piperos para hacer proselitismo político. Algunos precandidatos regalaban agua con pipas para ganar adeptos. A los piperos los comprometían con el reparto de determinada cantidad de viajes bajo la promesa de que accediendo al poder les pagarían las facturas, de ahí que ahora en esa escasez ficticia el negocio corra por su cuenta.
Para dramatizar sobre el problema del agua el director de la CAPAZ ha dicho públicamente que el organismo cuenta con cinco pipas que apenas pueden llevar agua a 150 familias por día, lo que indica que se requieren 50 días para abastecer a la mitad de la población que no está siendo atendida por la red.
Si fueran ciertos los datos que declara el director de esa empresa paramunicipal, como volumen de agua disponible en la red municipal, estaríamos ante el caso insólito y por eso muy grave de una administración que ha hecho todo, menos ocuparse de incrementar el aporte de las fuentes de abastecimiento a la red de distribución.
Esa situación de la CAPAZ, a todas luces anormal, es la que exige de inmediato una auditoría que sirva para transparentar su funcionamiento, para que la población conozca el volumen real del agua que se capta, la cantidad que se cobra mensualmente, el porcentaje y nombre de los morosos, así como el desembolso que hace para pagar “asesores” y a los piperos.
Por fortuna para el gobierno municipal ahora la población atenúa la escasez de agua en las llaves de sus casas yéndose a bañar a la cascada que naturalmente se forma en el bolulevard de Ixtapa cuando las lluvias son abundantes, pero en los días venideros el drama crecerá.

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