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Rompe el silencio Paco de Lucía con su guitarra flamenca en el Palacio de Bellas Artes

*Esta semana dará conciertos en Monterrey y Guadalajara, y el 12 de octubre dará otro recital en el Auditorio Nacional de la ciudad de México

Jorge Ricardo / Agencia Reforma

Ciudad de México

Una hora después de su concierto en el Palacio de Bellas Artes, sus fans seguían esperando al guitarrista de flamenco Paco de Lucía.
Primero aguardaron afuera del camerino, y tuvieron que llegar tres vigilantes del recinto para invitarlos a salir.
“Si no han podido con los maestros del Zócalo, menos van a poder con nosotros”, respondió una mujer, mientras un joven sacó su guitarra y se puso a tocar en el pasillo.
Los vigilantes tuvieron que hablar en clave por sus radios: “Aquí hay un F4”, apagar la luz y decir que iban a dejarlos encerrados para que se fueran.
Pero sólo dieron vuelta al Palacio y fueron a la salida posterior, cuando se dieron cuenta de que estaba lloviendo.
“Tengo que ir”, decía Víctor Puebla Velázquez, “Tengo 24 años, comencé a tocar a los 8 y creo que la última vez que Paco de Lucía vino a México fue en el 94, así que puede decir que he esperado toda mi vida”, y se fue cargando su guitarra.
Paco de Lucía dio un concierto en su mayor parte de improvisación. La pieza más conocida, Entre dos aguas, la tocó en el encore, en respuesta a unos cinco minutos de gritos pidiendo otra, luego de cánticos “¡Olé, olé  olé!” y otra vez de aplausos. El concierto había durado dos horas.
A las 19 horas en punto, Paco de Lucía apareció con pantalón negro camisa blanca y un chaleco oscuro sobre el escenario del teatro de Bellas Artes, donde había media docena de palmeras de interior.
El guitarrista no dijo nada, no saludó, no levantó las manos, no se paró a decir: “Miren estoy aquí, soy yo, vengo de una familia de gitanos, tengo 65 años, soy el mejor guitarrista de flamenco vivo”, sólo se sentó y comenzó a tocar, como si también se estuviera esperando.
Luego apareció su septeto, el percusionista Israel Suárez El Piraña; el guitarrista Antonio Sánchez, el bajista Alain Pérez y el teclista Antonio Serrano, los cantaores Rubio de Pruna y David de Jacoba y el bailaor Antonio Fernández, Farru, otro de los más aplaudidos de la noche.
“Tiene mucho mérito bailar aquí con esta altura”, bromeó de De Lucía, en el único momento en que habló.
Su silencio lo convertía en música, una música muy rápida y a veces tan lenta que parece que va a detenerse.
“Todo cuanto puede expresarse con las seis cuerdas de la guitarra está en las manos de Paco de Lucía”, dijo el jurado que en 2004 le dio el Príncipe de Asturias.
“Su técnica sigue siendo virtuosa, pero ahora se ha conformado de pura intimidad”, escribió el crítico español Félix Grande en el mismo programa de mano donde al guitarrista se le citaba: “Hay que entender que la vida es anarquía. Y esta es la razón por la que el flamenco es hoy en día lo que es, sin disciplina alguna. No intentamos organizar las cosas en nuestra mente; no vamos al colegio para educarnos. Sólo vivimos (…) la está en todas partes a nuestro alrededor”.
El teatro estuvo lleno, y el público guardó silencio, que sólo fue interrumpido por los aplausos y uno que otro emocionado que se ponía a zapatear bajo su asiento.
De Lucía, uno de los responsables de que el flamenco haya sido declarado Patrimonio de la Humanidad, se besó las palmas y luego levantó las manos, con lo que acabó el concierto.
Después, unas 30 personas le esperaron en la salida trasera.
Estaban ahí el músico de flamenco Jorge Martínez Herrera, que había llegado de San Luis Potosí para verlo; dos mujeres españolas; Antonio González Becerril, Jorge Serrano y Felipe, de Tamaulipas, y Omar Trekman, con la foto que De Lucía le autografió también en Bellas Artes en 1994.
A las 22 horas por fin salió Paco de Lucía, muy tranquilo, como si no pensara que lo estaban esperando.
“Lo único que he hecho en mi vida ha sido tocar la guitarra. ¡Una vida pobrísima, imagínate!”, dijo en 2010, cuando recibió el Doctorado Honoris Causa del Berklee College of Music, la mejor universidad del planeta para los músicos.
Firmó autógrafos, fotos, discos y guitarras, se tomó fotografías, repartió abrazos y se subió a una camioneta.
“¿Y qué le pareció su regreso, señor Paco de Lucía?”, se le preguntó.
“Muy bien, pero el público es bastante clásico, todo el tiempo callados, yo prefiero que haya más ruidos”, dijo.
Esta semana dará conciertos en Monterrey y Guadalajara, y el 12 de octubre dará otro recital en la ciudad de México, en el Auditorio Nacional.
Ahí también lo estaremos esperando, advirtieron sus seguidores.

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