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Murieron seis indígenas en El Chirimoyo, Acatepec, en un deslave cuando tomaban fotos de daños

*Les dijeron que llevaran pruebas de las afectaciones cuando los sepultó el alud el 17 de septiembre. Su comunidad de alta marginación está incomunicada y sigue lloviendo. Hay 25 casas afectadas por la tormenta tropical Manuel

Carmen González Benicio

El Chirimoyo, Acatepec

La indígena me’ phaa  Valentina Nava Enrique espera con vida a su esposo aunque los cinco cuerpos rescatados en el cauce del río le digan que eso podría ser imposible.
Ella podría ser la viuda de uno de los seis jefes de familia que perecieron el pasado 17 de septiembre en El Chirimoyo, del municipio de Acatepec debido a un deslave por las lluvias de la tormenta Manuel.
A más de 20 días del paso del fenómeno meteorológico la comunidad sigue incomunicada vehicularmente en sus tres accesos por su geografía irregular y el exceso de lluvias que formaron arroyos deslavando los cerros y taparon las carreteras. Siguen las precipitaciones y la única forma de entrar al pueblo es caminando.
Las afectaciones son en varias parcelas de maíz, hay 25 casas afectadas que se cayeron, cuartearon o se les daño el techo de lámina de cartón con decenas de hoyos por las constantes  lluvias.

La tragedia

Los pobladores tienen en su memoria la tragedia y para no olvidarla las autoridades comunitarias la plasmaron en un oficio firmado por sus integrantes, dijo el comisario Jesús Nava Enrique.
Las autoridades narraron y mostraron el papel en el que detallan que el 16 de septiembre que paró la lluvia fueron al Ayuntamiento para avisar de los daños a las parcelas, casas y caminos que dejó la lluvia y sólo fueron atendidos por las secretarias del oficial mayor, Epifanía y Lourdes quienes les dijeron que la manera de comprobar sus dichos era con fotografías por lo que así debían entregar sus oficios.
Regresaron al pueblo y les comunicaron a los vecinos “se animaron a hacerlo, no sabían lo que se venía”, recuerda.
El 17 de septiembre las autoridades comunitarias salieron con Anastasio García Basilio, quien tenía una cámara fotográfica, para visitar las parcelas de los afectados. Empezaron por su parcela y las cercanas en la colonia El Jilguero, luego se fueron a la barranca Agua Fría, a un extremo de la localidad, donde ocurrió un deslave.
Mencionaron que eran las 3:30 de la tarde cuando regresaban de la barranca, unos que venían más rápido lograron cruzarla y seis cayeron con el montón de tierra, milpa y la cámara fotográfica que tenía las evidencias requeridas por el ayuntamiento. Ahí quedaron Anastacio García Basilio, Jordán García Rodríguez, Armando Mateos Prisciliano, Celso Días Enrique, Jaime Librado de la Cruz y Florentino Diego Villa.
Uno de los 11 sobrevivientes, Ricardo Aguilar Villa contó que escuchó el fuerte estruendo de piedras que caían y volteó al instante para darse cuenta que parte de sus compañeros habían desaparecido bajo la tierra que se juntó con el agua de la barranca “veníamos rápido y a una distancia de más de 20 metros”, recordó.
En el lugar también estuvo el comisario suplente, Albino García Agustino que al ver lo ocurrido corrió para avisar a los pobladores de lo sucedido.
Los integrantes de la comisaria dijeron que después del “susto” regresaron al lugar y encontraron dos cuerpos metros más abajo, se les hizo de noche. Al día siguiente avisaron a las autoridades del Ayuntamiento para que los apoyaran en la búsqueda de los demás, pero no hubo respuesta, por lo que formaron una  comisión para regresar al lugar y buscar a sus paisanos. Ese día encontraron otro cuerpo barranca más abajo y en los días posteriores sus recorridos no tuvieron éxito.
El 29 de septiembre encontraron a otros dos en la desembocadura de la barranca que se junta con el río que viene del municipio de Atlixtac, con quien colindan. Estaban semienterrados entre las piedras, tierra y arboles, uno fue encontrado destrozado.
El sitio de la tragedia es una ladera que se reblandeció, cercana a una barranca, que por la semana que duró la lluvia en esta región aumentó su caudal como nunca lo habían visto los vecinos por lo que tuvo la fuerza suficiente para arrastrar los seis cuerpos mezclados con el lodo que se formó.
La velación de los cuerpos fue en la comisaria con cajas hechas de tablas que compraron para llevarlos al panteón ya que en el Ayuntamiento no les brindaron apoyo y se deslindaron de los muertos “fue por gusto”, recuerdan que dijo un empleado, “ellos saben que andábamos haciendo lo que pidieron, nos hubieran dicho que esperáramos, que el terreno estaba flojo”, se quejaron.

Las viudas

Las viudas son ocho por dos jefes de familia que tenían dos esposas, que para el pueblo quedan en segundo plano porque “la primera es la que vale”, dijeron y aceptaron que era una práctica permitida siempre que las mantuvieran, ahora cuatro se quedaron sin los padres de sus hijos.
Las ocho, según la información no concluyeron la primaria por lo que poco saben leer y escribir, la mayoría sólo habla me’ phaa. Se dedican a las labores del campo y la casa, por lo que se dijeron preocupadas por no saber cómo tendrán ingresos.
La me’ phaa Rosa Díaz Enrique de 30 años se quedó con cuatro hijos, Claudia que está en el colegio de Bachilleres, Homero que va a la telesecundaria,  Maribel y Eulalia están en la primaria. Es la viuda de Armando Mateos Prisciliano de 33 años.
Su cuñado, Melesio Mateos García, el hermano mayor, dijo que Armando durante la temporada de lluvias estaba en la comunidad para dedicarse a la siembra del maíz y frijol y durante algunos períodos migraba a la Costa Grande, a Zihuatanejo, para trabajar de chalán de albañil y juntar el dinero para la siembra.
Su padre, Alejandro Mateos Vicente dijo que se encontraba triste por la muerte de su hijo “él estaba conmigo, vivía aquí, nos ayudaba  con algún dinerito, con la comida, porque yo estoy enfermo ya no puedo caminar, me duelen los pies”.
“Ahora no pensamos en nada”, dice sentado sobre la tierra en espera de que el sol caliente pero es un día nublado y ya en varias ocasiones han caído ligeras gotas de lluvia. La casa es de adobe y lámina negra.
Al momento de la visita la viuda no estaba, se había ido al campo a recoger quelites para la comida, tres de sus hijos jugaban con otros vecinos que se acercaron a escuchar, no hablaron, se reían con la inocencia que caracteriza a los niños.
Rosa fue entrevistada más tarde en la comisaría municipal, donde  dijo que su situación es difícil porque sólo sabe trabajar en el campo, de donde no obtiene dinero porque lo que saca es para comer, además de que en la comunidad no hay fuentes de empleo.
“Cómo le voy hacer para los cuadernos de mis hijos, el dinero que se tiene que llevar la grande a Acatepec a estudiar”, se dolió.
Ahí se enteró que Armando no sólo la dejó viuda a ella sino a Jovita Villa Margarita con quien procreó dos hijos. La situación de esta “segunda mujer” es más difícil porque se considera que tiene menos derechos sobre los bienes de la víctima y hasta para las despensas que han llegado, según comentaron.
La misma situación resultó con Cecilia Villa Joaquín de 27 años quien se quedó con tres niños de nueve, seis y cuatro años, pero su esposo Celso Díaz Enrique de 27 años también dejó a Zenaida García Espinoza con un hijo de cinco años.
El papá de Cecilia,  Andrés Villa dijo que era una persona trabajadora que combinaba sus labores del campo con el trabajo de chalán de albañilería en Iguala y Chilpancingo y como habla más español expresó que su hija está triste porque ya no tendrá quién le ayude con el gasto de sus hijos “yo ya estoy grande, no podré ayudar a mis nietos”, dijo.
Por su parte, Valentina Nava Enrique de 27 años se quedó con cuatro hijos: Paulina, Miguel y Cristóbal que están en la primaria y Sinaí que estudia el preescolar. Además está embarazada, tiene cuatro meses de gestación.
Contó que su situación es más difícil porque “mi mamá está grande, no tengo hermanos ni padre que me ayude, me quedé sola y tampoco sé a donde le voy a llevar flores”.
Valentina es viuda de Jaime Librado de la Cruz, de 33 años y a 21 días del accidente no encuentran el cuerpo. La indígena habló con la esperanza de encontrar a su marido vivo “mientras no encuentren el cuerpo puede estar vivo”, comentó en  me’phaa, pese a que vio cómo llegaron los cinco cuerpos y de que las autoridades le dicen “está difícil encontrarlo, hay mucho lodo, piedras, es muy peligroso y para llegar allá se necesitan dos días y ayuda que no tenemos”. Ella pidió que lo sigan buscando.
La me’phaa Esperanza Sánchez Francisco de 26 años tiene tres hijos, su esposo fue Florentino  Diego Villa. Ella responsabilizó de lo sucedido a las autoridades municipales porque no los han apoyado y la muerte fue cuándo iban a documentar cómo quedó su milpa.
Pidió a las autoridades ayuda porque no tiene donde trabajar y para que sigan buscando el cuerpo de la persona que falta. Habla mejor el español y se adjudicó la voz de las mujeres que sólo hablan me’phaa y no reclaman apoyos, pese a que se quedaron sin su sostén familiar.
Esperanza mostró las condiciones en que vive en su casa de paredes de adobe, muy húmedos, con techo de lámina negra de cartón que poco le  cubre porque tiene agujeros por todos lados. En un intento por frenar las goteras las ha cubierto con plásticos, palos, les ha colgado cubetas o envases plásticos de refresco para que capten el agua.
Las viudas que no fueron entrevistadas son: Crescenciana Nerí Díaz, Zenaida García Espinoza, Florencia Rodriguez Virginia y Jovita Villa Margarita.

Incomunicación y marginación

El Chirimoyo, según datos del INEGI en el 2010, tiene 598 habitantes, el 35 por ciento es analfabeta y el 49 por ciento de los mayores de 15 años tienen la primaria inconclusa, en tanto que los otros no asisten a la escuela; más del 60 por ciento no tiene energía eléctrica, ni excusado en su casa, ni red de drenaje o agua entubada, lo que lo coloca en un grado de marginación muy alta.
Al poblado aún no pueden entrar los vehículos. La carretera que entra por el punto conocido como La Antena sigue cerrada por el deslave de más de 20 metros de la pendiente de los cerros que la dejó intransitable incluso a pie, por lo que los vecinos abrieron una vereda entre el cerro.
Tienen preescolar, primaria y un centro de salud con médico, aunque las clases se iniciaran después del 14 de octubre, comentaron.
La otra vía por el crucero de Chirimoyo también está cerrada porque le cayó el lodo de la carretera principal, ahí se ven caídas de agua permanentes porque las lluvias no cesan. La tercera entrda que comunica con la cabecera municipal de Acatepec también está cortada, hay grandes cantidades de lodo sobre ella, que con el paso de los días se van convirtiendo en montículos de tierra que guardan las huellas de las pisadas de los que usaron el paso.
El recorrido a pie por estos caminos es de dos horas en promedio cuando no llueve y van sin carga sobre los hombros. Aún no saben cuándo se abrirá el paso, por lo que caminar es lo que les queda.
El indígena Melesio Mateos  García informó que algunos apoyos les han llegado por helicóptero hace días pero sólo fue una despensa que no les es suficiente, organizaciones civiles les han entregado despensas y maíz, sobre todo a las viudas.
Dijo que aún esperan el respaldo del gobierno municipal que hasta la fecha no ha llegado, sobre todo para la búsqueda del cuerpo de la persona que aún no hallan.
En el mismo tenor se manifestaron las autoridades de la comunidad y las viudas, sobre todo, porque fue cuando realizaban el inventario de los daños dejados por las lluvias.

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