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Martha Sánchez Néstor

Felicitas Martínez Solano: indígena ciudadana que hace historia

Mi reconocimiento a todas las mujeres indígenas que no retroceden en el camino.

En 1998 llegó a la sede de las oficinas del Consejo Guerrerense 500 Años de Resistencia Indígena (CG500ARI) ubicadas en Chilpancingo, una mujer delgadita, sociable, en ese entonces estudiante de Derecho de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG), originaria de Potrerillo Cuapinole, municipio de San Luis Acatlán. Planteó el interés de realizar allí su servicio social. La aceptamos. Al paso del tiempo fue aprendiendo algunos instrumentos de derechos indígenas, al mismo tiempo que se reconocía como mujer de un pueblo originario, y reconstruía  su relación con las autoridades comunitarias y con quienes formábamos parte de esa organización mixta conformada por hombres y mujeres pertenecientes a los cuatro pueblos indígenas de este aguerrido y hermoso estado suriano. Esta sería la primera organización que en febrero de 1994 levantó su voz en la marcha No están solos que salió de Chilpancingo a la ciudad de  México para unirse a la agenda y las reivindicaciones que dieron origen al surgimiento del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Felícitas siempre claridosa, transparente, se comprometió desde entonces con la lucha de los pueblos originarios y de manera paulatina se identificó con la agenda de las mujeres indígenas. En este camino empezó a tener participación en eventos con sus pares, y desde los inicios, hicimos juntas recorridos por comunidades de las regiones Centro, Montaña y Costa Chica, esos mismos territorios de los muchos que hoy están profundamente lastimados por los huracanes Ingrid y Manuel, consecuencia del cambio climático y desde donde se develan los desafíos de los gobiernos para una verdadera atención oportuna, preventiva, congruente y apegada a estándares internacionales humanitarios y de buen gobierno.
Fue en ese proceso local que a través de la Comisión de la Mujer del CG500ARI, Felícitas empezó a vincularse con otras líderes, a conocer otros procesos y articulaciones de mujeres indígenas desde lo local hasta lo internacional.  Años después llegó a ser la representante de la Coordinadora Nacional de Mujeres indígenas (Conami) y punto focal en México del Enlace Continental de Mujeres Indígenas región Norte (ECMIA). En ese contexto en 2004, fue una de las fundadoras de la Coordinadora Guerrerense de Mujeres Indígenas (CGMI).
Uno de los campos donde Felícitas ha contribuido de manera significativa es el fortalecimiento de los mecanismos comunitarios de libre determinación y autonomía en materia de seguridad e impartición de justicia, a partir de los cuales se ejercen los derechos históricos de los pueblos originarios, también reconocidos a nivel constitucional y en los instrumentos internacionales en la materia que nos ocupa, por lo que decidió participar en la Policía Comunitaria, misma que fue creada en 1995 en Santa Cruz El Rincón, municipio de Malinaltepec. Sus aportes empezaron en las asambleas comunitarias, en los aniversarios, en los procesos de diálogo diversos al interior de las Casas de Justicia, principalmente desde la sede de San Luis Acatlán. Junto a otras mujeres líderes como Carmen Ramírez Aburto y Apolonia Plácido Valerio, construyeron alianzas con más organizaciones de mujeres a nivel local, estatal y nacional para impulsar las Mesas de las Mujeres al interior de los eventos que cada año se realizan en el aniversario de la Policía Comunitaria, con la finalidad de reflexionar desde la mirada de las mujeres sobre el acceso e impartición de la justicia indígena y la participación a otros niveles en la estructura organizativa. Posteriormente sería parte de las promotoras de los  diagnósticos participativos sobre mujeres indígenas en el territorio comunitario, mismos que se hicieron en algunas comunidades tlapanecas y mixtecas, proceso acompañado principalmente por la reconocida académica Teresa Sierra, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS). Su compromiso y participación constante la llevó a ser parte junto a varios hombres autoridades indígenas, de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC) en el año del 2006, siendo una mujer joven tlapaneca pilar de este proceso en cuanto a toma de decisión, incidencia, fortalecimiento, y el ejercicio de ser autoridad en la impartición de justicia con visión de género en la Policía Comunitaria, hoy es consejera.
Recuerdo que hace años alguna vez comimos en una casa de madera allá en Pueblo Hidalgo, después de estar en una reunión comunitaria; ahí estaban otras compañeras del proceso comunitario. Reunidas donde solo el murmullo de los árboles nos escuchaban, donde nadie interrumpía ni criminalizaba nuestras voces. Caminábamos y avanzábamos, allí dibujaban los pasos al interior de los pueblos y la Policía Comunitaria, al interior del proceso de seguridad e impartición de justicia. Por su parte, Felícitas en los meses recientes me compartía: “No traicionaré los principios de los pueblos, si me van a matar por eso aquí estoy, de una vez que lo hagan, siempre estaré de este lado de las comunidades y de las mujeres indígenas.” Estaba pasando por uno de los tantos momentos intensos de criminalización y acoso en contra de la Policía Comunitaria.
En el contexto de los años de participación en  este proceso de la Comunitaria así como de los procesos organizativos de mujeres desde lo local hasta lo global, ha recorrido las comunidades de la Montaña. Embarazada, bajo la lluvia, el sol, las carreteras pavimentadas, las brechas, los caminos, asimismo estados como Michoacán, DF, Morelos, donde compartió su experiencia, dictó conferencias en algunas Universidades, pero también voló hasta Nueva York al seno de las Naciones Unidas, Perú, Ecuador, Tailandia, Canadá, en tantos lugares pudo romper el silencio y avanzar, conocer y debatir en algunos puntos innegociables con la postura gubernamental, fortalecerse de las propuestas de otras mujeres indígenas del mundo y compartir su palabra, su ciudadanía, su participación política con mirada amplia. De esta manera también contribuyó al posicionamiento de las mujeres indígenas en foros estratégicos internacionales.
El año pasado nuestra compañera, aliada, amiga y hermana de lucha, Felícitas, en la conmemoración de la erección de la entidad, recibió el premio al Mérito Civil Indigenista Cuauhtémoc otorgado por el gobierno del estado de Guerrero. Se hizo acreedora a este reconocimiento por la apuesta a los procesos colectivos indígenas, a los derechos individuales y colectivos de las mujeres indígenas, por su incansable caminar.
Hoy celebramos con estas líneas que a 15 años de su trayectoria haya recibido Mención Especial en la Primera Edición del Premio de Derechos Humanos “Gilberto Bosques”, otorgado por las embajadas de Francia y Alemania en México. Allí estuvimos el 25 de septiembre de este año, en la plaza Gilberto Bosques de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal. Ella estaba allí portando un huipil hermoso de las manos amuzgas de Xochistlahuaca; esa noche con sus ojos negros brillantes que nos recordaba que estaba viva, que con ella existimos a pesar de toda la criminalización contra nuestras luchas, porque no estamos solas.
Y como no está sola, entre otras personas que la acompañamos, estuvieron Abel Barrera, de Tlachinollan; su comadre Florencia Mercado; Marusia Cruz, de JASS; Lucía Lagunes, de CIMAC; Cecilio Solís, de la RITA; Viridiana Gutiérrez e Irma Aguirre, del Grupo Plural; Olimpia Jaimes, de Milenio Feminista-Guerrero; Liduvina Gallardo, presidenta del Consejo Consultivo de la Semujer-Guerrero; Celia Aguilar, amiga y aliada entrañable desde los tiempos de UNIFEM; su hermana Zenaida; sus hermanos Aquilino y Martín Martínez Solano; su hija Guadalupe García Martínez, Lupita, como le decimos de cariño; la hija nacida en el marco de las luchas incansables de su valiosa madre y líder indígena de la Costa Chica-Montaña de Guerrero.
Por todo ello, a 60 años del reconocimiento del derecho al voto de las mujeres en México, a década y media de los pasos de Felicitas, afirmamos que la contribución de las voces y participación amplia de las mujeres y jóvenes indígenas debe ser visibilizada desde todas las esferas de su participación y ciudadanía, a pesar de los contextos desfavorables para ejercer todos nuestros derechos humanos, seguimos de pie, estamos aportando a la solución de las problemáticas de la desigualdad estructural que enfrentamos desde nuestras comunidades y fuera de ellas. Por eso hago mi reconocimiento público a Felícitas porque es de las generaciones que hacen posible nuevos caminos para la vigencia de los derechos indígenas en esta apuesta por la interculturalidad en la reconstrucción del Estado mexicano. Por la lucha de mujeres como Felicitas Martínez Solano vale la pena nuestra lucha, la lucha de todas, por todas aquellas que trabajan incansablemente en las comunidades y desde las organizaciones en los municipios, en nuestra entidad llena de heridas pero donde existen luchas sociales vivas. En el marco del 60 aniversario del derecho al voto de las mujeres y sin duda por el derecho a ser elegidas también, en estas décadas donde las mujeres indígenas construimos historia día a día, Felicitas somos todas, ella es nosotras, nosotras somos ella.

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