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“Pues allí lo que va a pasar es que se va a inundar con una lluvia extraordinaria”

*Los riesgos de inundación en la colonia Colosio, anticipados por investigadores de la UAG

Daniel Velázquez

(Segunda y última)

La “construcción del riesgo” que se detonó con el crecimiento de la unidad habitacional Luis Donaldo Colosio tiene que ver con la omisión y la incapacidad de las autoridades para controlar y ordenar el desarrollo urbano de Acapulco en la zona, lo que convirtió a la oficina de Protección Civil municipal en un “apagafuegos sobre los riesgos que otras instancias del desarrollo urbano están permitiendo”.
En la investigación La percepción del riesgo en la unidad habitacional Luis Donaldo Colosio, los académicos América Rodríguez Herrera y Manuel I. Ruz Vargas —de la Unidad de Ciencias de Desarrollo Regional y la Unidad Académica de Arquitectura de la UAG— señalan que otra vulnerabilidad de la zona Diamante es que los responsable del desarrollo urbano no pueden controlar ni ordenar el crecimiento de la ciudad.
Los académicos identificaron las zonas que eran lagunas y que ahora están ocupadas por viviendas, como Lengua del Sapo y Charco de las Ranas.
A la debilidad física provocada por la alteración al ecosistema se unen las fragilidades provocadas por las autoridades, “riesgos construidos o permitidos” por instancias gubernamentales.
Además del riesgo de inundación, la Colosio está expuesta a sufrir hundimientos debido a que el suelo sobre el que se construyeron las unidades habitacionales de la zona es inestable y al extraer agua de los mantos freáticos para el uso doméstico, en la medida en que el nivel descienda se presentarán los desplomes.
“La vulnerabilidad política e institucional de la sociedad se presenta en la medida que entre los organismos estatales no existe la capacidad de controlar y normar el crecimiento de la ciudad en este sector, además de que las compañías constructoras obtienen los permisos de las instancias municipales responsables que no se informan de toda la magnitud de los impactos ambientales y del riesgo en construcción para la zona; otros grupos de población han empezado a crecer en zonas aledañas a la Colosio, donde se continúan rellenando los humedales y vendiendo a precios bajos los terrenos”, afirma el estudio.
Añade que “esto ha dado lugar a lo que ha dado en llamarse ‘Ampliación Colosio’, donde proliferan construcciones sin obedecer a ninguna regulación, precisamente en los puntos más bajos conocidos como el Charco de las Ranas”, señalan la docente-investigadora de la Unidad de Ciencias del Desarrollo Regional, América Rodríguez Herrera, y el docente-investigador de la Unidad Académica de Arquitectura, Manuel I. Ruz Vargas.
En Protección Civil municipal no estaban ajenos al riesgo de inundación que existe en la zona, de acuerdo con el apartado “amenazas y vulnerabilidades según autoridades y representantes del gobierno municipal”, el cual se basa en las consideraciones de funcionarios de Protección Civil y CAPAMA.
“Otra vulnerabilidad la encontramos en los responsables del desarrollo urbano, que no logra controlar ni ordenar el crecimiento de la ciudad, la zona estudiada está ubicada en un lugar que está muy distante de ser una zona adecuada para el desarrollo urbano, por el impacto ambiental que puede llegar a tener en la zona de Puerto Marqués y La Laguna Tres Palos y en la actividad turística de Acapulco”, indican.
Agregan que “esto nos señala la falta de criterios de sustentabilidad en el impulso de este desarrollo urbano. Resulta curioso que la entrega de las viviendas de la Unidad estudiada fue realizada en 1995 por el Presidente Zedillo, junto con la firma de un convenio para echar a andar un Programa de Saneamiento integral de Acapulco”.
“A lo anterior se agrega que los mismos funcionarios de gobierno reconocen la falta de continuidad de las políticas debido a los cambios en el gobierno municipal cada tres años, esto no permite verificar el cumplimiento de las normas establecidas ni realizar una evaluación de las mismas”, advierten.
“Sobre el sistema de prevención y gestión de desastres en Acapulco encontramos que es sectorizado, lo que representa en sí una vulnerabilidad, puesto que se enfrenta a diario a riesgos construidos o permitidos en otras instancias gubernamentales, sobre los cuales no tiene competencia ni opinión. Protección Civil se encarga entonces de prevenir y gestionar desastres, en una frenética actividad de apagafuegos sobre los riesgos que otras instancias del desarrollo urbano están permitiendo”, señalan.

Lo que las autoridades saben

En el apartado “Amenazas y vulnerabilidades según autoridades y representantes del gobierno municipal”, Rodríguez Herrera y Ruz Vargas expusieron que de acuerdo con las autoridades municipales “el territorio en que está asentado todo el desarrollo habitacional de la Colosio y otras unidades localizadas en los ex ejidos de Llano Largo y La Poza, es una extensa llanura donde confluyen los escurrimientos que bajan de las zonas altas, del Coloso, Miramar, Navidad y El Veladero. En este espacio se drenan las aguas pluviales, a través de ramificaciones que desembocan en el río la Sabana, o bien a la laguna Negra de Puerto Marqués y a la laguna Tres Palos, que se abren al mar por las barras del Revolcadero en la primera y Barra Vieja en la segunda. En esta llanura se encuentran un conjunto de lagunas meándricas asociadas precisamente al desalojo de los escurrimientos”.
“Estas tierras eran consideradas por el Plan Director de Desarrollo Urbano de Acapulco de 1987 como tierras de uso agrícola, dicha actividad no afectaba la función de desagüe de las aguas pluviales a la Laguna Tres Palos y luego al mar”, dice.
Advierte que “el relleno de importantes sectores de las lagunas meándricas para construir las viviendas ha generado una transformación del sistema natural de desalojo de las aguas, por ello los problemas de inundación podrían agravarse en un futuro. Como el nivel freático es superficial, durante las temporadas de lluvia, cuando se satura, el agua tiende a salir por las albercas, por los registros, las tuberías”.
“Pues allí lo que va a pasar es que se va a inundar con una lluvia extraordinaria, de hecho en el poblado de Llano Largo han tenido problemas serios de inundación’, fue una declaración que hizo el entonces subdirector de Protección Civil Municipal, Carlos López, a los académicos.
La investigación de Rodríguez Herrera y Ruz Vargas abunda que la Colosio “está considerada en el sistema de alerta hidrometeorológica como zona inundable, un lugar donde se espera que suba el nivel del agua, pero sin arrastre, sin corriente, por ello lo que se generan son pérdidas materiales, por ello no es considerada entonces una zona de alto riesgo, ante una inundación, la gente sale caminando. La escuela Luis Donaldo Colosio funciona como albergue”.
Los académicos señalan que exponerse al agua estancada es una amenaza con la proliferación de focos de transmisión de enfermedades infecciosas.
“Su ubicación en las partes más bajas le añade otras vulnerabilidades, las unidades habitacionales tienen a fuerzas que tener plantas tratadoras de aguas negras para evitar contaminar en este caso la Laguna Tres Palos. En La Colosio existen por lo menos 4 plantas tratadoras, pero cono se ha dado el crecimiento incontrolado de algunos asentamientos en los alrededores de dicha unidad, se observan puntos donde las aguas crudas son vertidas a cielo abierto, provocando también focos de contaminación, pues la morfología del terreno dificulta su desalojo”, aseguran.
“En esta zona también tiene que cuidarse el tipo de construcción, porque de acuerdo al terreno inestable no soportan mucho peso. En La Colosio se está viendo que algunas casas han sido modificadas, les han hecho tres, cuatro niveles, con el tiempo, conforme se vayan bajando los niveles freáticos, se van a ver hundimientos”, alertó también Carlos López.
“La tendencia a las remodelaciones la encontramos no sólo en La Colosio, sino en otros conjuntos habitacionales de tipo social, “es que las personas tienden no sólo a realizar remodelaciones sino también a avanzar sobre áreas comunes, no respetan los reglamentos de construcción del municipio ni de los condominios”, dijo también el entonces funcionario.
Según el informante por parte de las autoridades no se hace mucho, porque debido a que cada tres años cambian los funcionarios públicos, no se logra dar una continuidad a las políticas, de manera que muchos habitantes se aprovechan de este vacío para sus remodelaciones. “La falta de una política que se aplique en forma consistente es un elemento adicional de vulnerabilidad social en el sector estudiado”.
“Las remodelaciones fueron también señaladas como un riesgo construido por otros funcionarios municipales, particularmente cuando se cambia la función habitacional por comercial, al instalar, tintorerías, tortillerías, lavanderías, restaurantes y otros que utilizan tanques estacionarios de gas LP, que frecuentemente se colocan en las azoteas. El problema se genera porque la estructura de las casas no es apta para soportar el peso del tanque estacionario, agravándose cuando las remodelaciones debilitaron la estructura de las casas. Las remodelaciones y el cambio de la función habitacional también pueden provocar la saturación o sobrecarga del sistema eléctrico, propiciando la posibilidad de incendios por corto circuito. En estos casos, según la funcionaria entrevistada (identificada como Sandra F.), las mismas personas generan su propio riesgo y el de los demás, pues una explosión puede llegar a afectar a un conjunto de casas, sobre todo porque las casas están muy próximas y el lugar es muy popular”. La experiencia en inundaciones

La investigación de Rodríguez Herrera y Ruz Vargas también incluyó la perspectiva de los vecinos ante el riesgo en que viven y lo que encontraron es que “muchos de los riesgos que son percibidos por los representantes del Estado, no son considerados como tales, por ejemplo los cambios en los diseños de las viviendas son vistos por algunas personas como una necesidad y no ven que con ello que se esté agregando vulnerabilidad a su patrimonio, o que pueda afectar sus vidas, en general opinan que satisfacen una necesidad familiar”.
De acuerdo con el testimonio de Rosa Pérez, que construyó un segundo nivel a su casa, las inundaciones no llegan a “socavar sus edificios”; su vivienda se encuentra en las proximidades del Charco de las Ranas, que es la parte mas baja de la Colosio, y lo que relató  es que “cuando veo que el agua viene una cuadra antes de llegar a mi casa, subo los muebles al segundo piso y me voy a casa de mi mamá, cuando pasa la lluvia regreso y vuelvo acomodar mis muebles…”
La información que recopilaron en su investigación los académicos de la UAG es que con las lluvias del huracán Paulina, ocurrido el 9 de octubre de 1997, en la Colosio “los problemas fueron de inundación en los puntos más bajos, en la entrada y en los sitios conocidos como Charco de las Ranas y la Laguna o Lengua del Sapo.
Juan Chabelas, un conductor de combis contó que cuando ocurrió el huracán Paulina, por la mañana del 9 de octubre salió “a trabajar, alrededor de las 6 de la mañana, como a las 7:30 de la mañana se empezó a inundar, primero la glorieta del Marqués, allí donde está el paso a desnivel, yo recuerdo que al ratito ya no pude llegar a la glorieta, porque estaba inundado frente a Cotsco, y allí el torrencial de agua también se estaba llenando, después de las 8 am fue intransitable, tanto para salir como para entrar. Se inundó en CECSA, el agua subió fácil un metro, el agua me daba a la cintura, pues pasamos empujando la combi. Luego también se inundó el área del monumento para abajo, todas las casas se inundaron… en ese sector, donde le llaman el Charco de las Ranas… dos días permanecieron las inundaciones”.
“La Lengua del Sapo es el sector que colinda con los humedales, según el informante allí había una laguna, de manera que con las lluvias, de pronto el agua empezó a salir de esa laguna e inundó las casas aledañas… la gente que vive cerca sabe que tiene que salirse cuando llueve fuerte, ya que siempre ocurren inundaciones, el agua le llega a uno hasta las rodillas, (contó) Andrés García”.
Para algunos vecinos que contaron sus experiencias con las inundaciones “todavía pueden verse los estragos del Paulina, ya que hay registros que no pudieron rehabilitarse y tuvieron que construir nuevos registros y tuberías dirigidas a otras alcantarillas, esto lo hizo GEO, la constructora. Otras alcantarillas se han convertido en pozos de agua, y no cumplen la función para la que fueron construidas”.
“En realidad las alcantarillas y todo el sistema de drenaje representa una vulnerabilidad, pues el nivel freático se encuentra en algunos puntos en la superficie, lo que provoca que frente a una fuerte lluvia, el agua que no logra ser desalojada o absorbida por los canales naturales (las disminuidas lagunas meándricas) y de los drenajes empieza a brotar agua; estos puntos son los que sufrieron durante el Paulina en 1997, y son los que con frecuencia se inundan durante las temporadas de lluvia. En las zonas más bajas “el agua empieza a brotar de las cañería de desagüe, incluso al interior de las casas”, les dijo Enrique Díaz a los académicos de la UAG.
Rodríguez Herrera y Ruz Vargas señalaron que “durante el Paulina, cuando todavía no se había avanzado en el relleno de los humedales, es posible que el sistema natural de desagüe de las lluvias haya evitado un mayor impacto en las inundaciones, los moradores que más daños sufrieron fueron evacuados a la escuela Luis Donaldo Colosio que funcionó como albergue temporal. No obstante el avance en el relleno de los humedales, así como la construcción de viviendas sobre pisos levantados en más de un metro, ha modificando completamente los canales naturales de la escorrentía, esto añade vulnerabilidad a las zonas bajas, en este caso a la Colosio. Los cambios han sido observados por algunos pobladores, que consideran que las inundaciones en la actualidad son más frecuentes que hace cinco años”.

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