Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Marcos Matías Alonso

 “Hurakán: el corazón del cielo lastimado”

Debemos reconocer que los fenómenos naturales arribarán cada vez más de manera violenta. Los recientes acontecimientos son avisos de lo que viene en el futuro próximo. El libro del tiempo sagrado pronosticó esta época sombría. Nuestros ancestros lo advirtieron: “En todos los rincones del planeta, el hombre lesiona y lastima a la Madre Tierra. Llegará el día en que la Madre Naturaleza pedirá cuentas a la humanidad de las heridas que le hemos causado. Cuando eso ocurra, nos daremos cuenta que nuestra Madre Naturaleza es brava, enérgica y vengadora”.
En el Pop Wuj, el Libro de los Acontecimientos, los sabios indígenas profetizaron el castigo de quien desafía a la Madre Naturaleza y al Padre Sol: “Fueron castigados porque no habían pensado ni en su Madre ni en su Padre, el que es Corazón del Cielo, cuyo nombre es Hurakán. Así como a causa de ellos se oscureció la superficie de la tierra y una tenebrosa lluvia comenzó a caer, lluvia de día, lluvia de noche”. El hombre del siglo XXI ataca ferozmente a la Madre Naturaleza, lastimando el Corazón del Cielo y el tiempo de la oscuridad ha comenzado.
El cambio climático, el colapso ecológico y el calentamiento global, son factores cruciales en la proliferación de fenómenos naturales, como las tormentas eléctricas, tempestades, diluvios, terremotos, sismos, tsunamis, tornados, maremotos, ciclones, sequías, lluvias ácidas con fuertes torrenciales, pandemias y, además, el surgimiento de enfermedades innombrables. Después de prolongadas tormentas, tardará en brillar el sol entre las nubes. Cuando el Padre Sol se asome, sus rayos serán ardientes. Sobreviviremos en dos extremos: sequía áspera e inundación apocalíptica, frío agudo y calor infernal. Amenazarán calamidades incognoscibles y viviremos tiempos tenebrosos.
En México, y en América Latina en general, no hay cultura preventiva para disminuir, amortiguar y/o evitar desastres naturales. La destrucción de los huracanes Paulina (1997), Mich (1998), Manuel e Ingrid (2013), son sólo algunos ejemplos emblemáticos de mi afirmación.
El impacto de los desastres naturales no disminuirá su fuerza destructora y arrasará con lo que encuentre en su paso. Lamentablemente, los fenómenos naturales nos agarran distraídos y adormilados. Nuestra reacción es tardía e inoportuna.
Así aconteció el 9 de octubre de 1997 con el paso del huracán Paulina y así sucedió el pasado 15 de septiembre con los huracanes Manuel e Ingrid; golpeando casi todo Guerrero y varios estados del país. Resumo el trágico acontecimiento de 1997 y los datos evidencian que, 16 años después, la devastación se repite y la destrucción ha sido a una mayor escala.
Abunda diversa literatura sobre el impacto del huracán Paulina. Los datos que aporto provienen del libro La construcción social de riesgos y el Huracán Paulina, coordinado por la Dra. Virginia García. Es ilustrativa la aportación de Claudia Villegas, Recuperando el paraíso perdido: el proceso de reconstrucción en la ciudad de Acapulco. Recapitulo sus principales consideraciones:
Primero: Las causas de los desastres “naturales” son sociales y se encuentran  en las condiciones de miseria, pobreza, precariedad y marginación en que vive la mayoría de los habitantes del puerto de Acapulco. La corrupción y la inexistente planeación urbana, fueron las verdaderas causas del desastre del huracán Paulina.
Segundo: El impacto del desastre pudo haberse disminuido, clamaba la voz popular. El daño pudo haberse reducido si las autoridades no hubieran sido cómplices en la venta de terrenos en zona de riesgo del Anfiteatro de Acapulco. El daño pudo haberse aminorado si estos terrenos no estuvieran repletos de viviendas precarias y habitantes pobres. Y pudo haberse evitado si Protección Civil hubiera actuado de manera responsable y oportuna.
Tercero: Ni el gobierno estatal, ni las autoridades municipales y menos aún la representación estatal del Sistema Nacional de Protección Civil, estuvieron  preparados para enfrentar la situación que se vivió aquel 9 de octubre de 1997.
Cuarto: En octubre de 1997, Ernesto Zedillo realizó cuatro visitas a Guerrero para recorrer la zona de desastre y encabezar reuniones de evaluación con su gabinete. En ese entorno, se impuso la jerarquía del jefe de Estado; el gobernador en turno sólo fue sombra en los actos oficiales del presidente de la República.
Quinto: La prevención y la reconstrucción de los desastres naturales fueron los ejes de la reconstrucción, que en aquel tiempo se llamó el Programa de Desarrollo Integral de Acapulco Siglo XXI. Inminente evaluar sus recomendaciones y la aplicación de los más de 2 mil millones de pesos aplicados para la reconstrucción. Prevención y reconstrucción integral son temas emergentes presentes ayer y hoy.
El 9 de octubre de 2013 se cumplieron 16 años del paso del huracán Paulina sobre el puerto de Acapulco. El 15 de septiembre pasado se repitió la misma historia, con los desastres provocados por Manuel e Ingrid. Resalto las consideraciones más relevantes:
Primero: Los huracanas Manuel e Ingrid exhibieron que ni el gobierno local ni el estatal o el federal han trabajado para prevenir los desastres naturales. Estamos igual o peor que en 1997. En ambos casos hubo ineficacia, corrupción, negligencia e incapacidad de las autoridades. Su actuación ha sido deficiente e insuficiente. Hubo alerta limitada y los escasos mecanismos de prevención brillaron por su ausencia. Se colapsó el sistema de protección civil.
Segundo: La geografía de la desgracia se expande. Paulina golpeó Acapulco y Manuel e Ingrid devastaron a casi todo el territorio guerrerense. El mayor drama de la damnificación lo viven los pueblos indígenas y las zonas marginadas de Guerrero.
Tercero: Ha sido desigual la prioridad en las áreas de apoyo. Como suele ocurrir, en su primera fase, la acción gubernamental se concentró en Acapulco y se marginaron las regiones indígenas. Las zonas más pobres han sido las últimas en ser atendidas por el gobierno.
Cuarto: Los huracanes Manuel e Ingrid mostraron la fragilidad del imperio de Carlos Slim. El sistema de telefonía móvil/fijo quedaron enmudecidos, la red de internet dejó de operar y los cajeros de la banca electrónica quedaron paralizados. Fue frágil la infraestructura de la comunicación electrónica. La banda ancha y otras linduras del mundo moderno sucumbieron ante el poder de las tormentas.
Quinto: Hoy, los pueblos exigen mayores mecanismos de participación en la toma de decisiones para la reconstrucción social. La iniciativa de crear un Consejo de Restauración Estatal no debe excluir la participación de la sociedad civil organizada.
En estos días de emergencia nacional, vimos a un Estado débil, con su poder desmoronado, un gobierno frágil y la esperanza ciudadana hundida en el caos. Nuevos e impredecibles problemas políticos, económicos, ecológicos y sociales brotarán en el país. Entre ellos, se vislumbra el tema de los desplazados y refugiados ambientales. En un escenario de contingencia alarmante, debe tener alta prioridad la atención de la catástrofe económica. En la nación no habrá dinero suficiente para afrontar las múltiples emergencias y es hora de tocar puertas de los organismos de cooperación internacional como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo. Si el Estado mexicano no atiende perentoriamente la emergencia nacional, diversos cárteles no tardarán en cubrir el vacío institucional. Estos grupos podrían no limitarse a repartir sólo despensas, sino hacer política social, fortaleciendo con ello su arraigo en la comunidad.
En Guerrero estamos ante un panorama desolador. Debe ser la hora de la reconstrucción de la política. Seamos claros en reconocer que los huracanes Manuel e Ingrid reducen a cenizas cumplir con los objetivos de la Cruzada Nacional contra el Hambre. Lo mismo puede afirmarse sobre el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU. Es triste reconocer que en Guerrero empezaremos a vivir el fenómeno de la involución social. Retrocedemos 30 años de bienestar social. Los indicadores de desarrollo humano se colapsan y hay que volver a levantarse de las cenizas.
En un escenario de múltiples adversidades será complicado navegar en medio de la tormenta. No sólo un buen capitán puede evitar el naufragio. Toda la tripulación debe remar hacia puerto seguro. Ciertamente, no debe haber titubeo en el control del timón. Los vientos, las tempestades y la furia del Corazón del Cielo, requieren un capitán con mano firme, que se encuentre alerta las 24 horas del día. Lo más indispensable que debemos hacer es aprender de estas lecciones y aumentar nuestra capacidad preventiva. La grave situación lo necesita irremediablemente.

* Investigador titular del CIESAS.

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