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Silvestre Pacheco León

Arte Nativo

El contraste de la depresión económica que sufre el puerto de Zihuatanejo es el ambiente de fiesta que se vive cada tarde en el taller de Arte Nativo que los pintores locales, Alfredo Tapia y Guadalupe Gaytán sostienen en la céntrica calle de Juan Álvarez.
El taller de Arte Nativo que definen como una celebración a la vida, cumplió once años y se ha convertido en un referente no sólo de la pintura local, sino también de la música y el canto, actividades que los fundadores de este proyecto recientemente han integrado y que funciona prácticamente todo el tiempo.
Alfredo Tapia, animador y fundador del proyecto se involucró desde niño en el arte de la pintura. “Desde los nueve años me llamaban la atención las exposiciones y me propuse aprender a pintar”.
Desde la calle todo el tiempo se pueden ver estudiantes aplicándose en el lienzo, dibujando, pintando, remarcando. En los caballetes hay cuadros en los que el paisaje va emergiendo y muchos ya terminados decoran las paredes.
El ambiente es de veras festivo y no hay distingo de edades ni de sexo para aprender. Su método para hacerse pintores es precisamente el que se deriva del concepto de taller: todos aprenden de todos porque cada quien aporta lo mejor.
Alfredo Tapia forma parte de la escuela de pintores que encaminó el recientemente fallecido Hugo Ayvar Sánchez, artista zihuatanejense primero en trascender los límites estatales. A su vez, Guadalupe Gaytán es alumna aventajada de Alfredo, y ambos son exponentes de un proyecto que no sólo es inusual, sino que resulta singular porque tratándose de arte, es exitoso y sustentable.
Durante una década ha desarrollado y podríamos decir que depurado su técnica que define como pintura figurativa, cuyo tema principal es la parte festiva de la vida costeña, con expresiones que se encuentran en el espacio y el quehacer cotidiano del pescador, el campesino, los niños y jóvenes que viven el aquí y el ahora.
“En determinados días de la semana, muy de mañana o por la tarde, salimos a tomar fotografías, luego seleccionamos aquellas que satisfacen nuestro ojo y procedemos a pintarlas, incluso desde la revisión y selección del material fotográfico decidimos el tamaño que deben  tener los cuadros a pintar”.
Quizá el secreto de este proyecto que ha perdurado, aparte del genio creativo y el compromiso de quienes lo dirigen, esté en su administración, porque llevan un riguroso control de ingresos y gastos, conocen los precios de sus  producto en el mercado global, saben los meses del año en que los compradores abundan, y están al tanto de las tendencias globales de la pintura en la calidad que ellos producen.
Desde hace una década Alfredo definió su trayectoria frente a los demás pintores del puerto cuando dice que se propuso vivir de la pintura porque a eso se dedicaba y era algo que en lo particular le satisfacía.
No compartió la idea romántica de hacer pintura abstracta y de pretender utilizar el arte para adoctrinar, rompiendo con la historia equivocada que se divulga de que los buenos pintores deben ser bohemios y vivir una vida disipada para terminar enfermos, alcohólicos y en la soledad.
Desde joven Alfredo Tapia, quien ahora se acerca a los cincuenta años, buscó sistematizar sus conocimientos y aprender de la experiencia con la intención de pintar lo que a su juicio era el medio para comunicarse con los demás, y lo encontró en los paisajes costeños.
Si bien es cierto que los lugareños no compran sus cuadros, los pintores de Arte Nativo han encontrado entre los visitantes del puerto  el segmento que busca y valora el arte local y paga por ello; se trata principalmente de extranjeros que prolongan su estadía por temporadas, que compran inmuebles y los decoran con obras de estos pintores.
De esa manera los pintores de Arte Nativo  han superado el viejo prejuicio de pensar que el localismo es algo denigrante y que, al contrario, es un bien que se debe revalorar.
Con el tiempo la relación que han establecido estos pintores con sus clientes en Zihuatanejo, ha podido trascender.
Alfredo Tapia cuenta orgulloso que hace poco vio cumplido su sueño de viajar a Estados Unidos sin tener que cruzar la frontera como ilegal. “Mis hermanos que viven allá de mojados me invitaban seguido y siempre les decía que sólo iría cuando pudiera hacerlo legalmente y con todas las ventajas”. Eso sucedió hace poco porque uno de sus clientes lo recomendó para ilustrar un libro para niños en Estados Unidos. “Ni siquiera necesitaba ir porque el trabajo lo podía hacer desde aquí, pero me pagaron el viaje, me dieron hospedaje y me pagaron bien”.
En estados Unidos dice que conoció museos de Nueva York y lo trataron como persona distinguida, y hasta pudo visitar a un hermano al que tenía diez años de no ver.
Antes estuvo una temporada viviendo en Canadá  y dice que con ese viaje aprendió a ver el mundo de diferente manera, que es más abierto a la idea de la globalización y que la pintura local está viviendo un auge en todas partes.
A medida que pudo vender bien su obra, Alfredo fue rodeándose de jóvenes con talento a los que encaminó con sus enseñanzas hasta el detalle de saber no sólo el gusto de los potenciales compradores, sino el tamaño de los cuadros que buscan porque “hay que tomar en cuenta las dimensiones de los departamentos que quieren decorar”.
Cuenta Alfredo Tapia que en el oficio hay que aprender cómo tasar las obras y saber la mejor manera de ofrecerlas.
“En una ocasión una extranjera quiso comprarme un cuadro grande cuyo precio yo había fijado en 6 mil pesos y me pidió que se lo apartara, que regresaría al día siguiente, pero ese mismo día un japonés quiso el mismo cuadro y me ofrecía 12 mil pesos, pero no se lo vendí porque ya había dado mi palabra. Por fortuna al otro día regresó la mujer por el cuadro, pero con el antecedente del japonés revaloré mis demás obras en 12 mil, aunque en esa venta siento que perdí la mitad”.
En el registro escrupuloso de la obra que producen en el taller Arte Nativo Alfredo Tapia ha pintado en los últimos diez años no menos de 130 cuadros de los cuales ha vendido alrededor de cien.
Guadalupe Gaytán, su socia en el proyecto, lo ha superado en ventas porque ella en seis años ha vendido la misma cantidad, y sus cuadros en miniatura se han vuelto populares.
Con la venta de sus cuadros, playeras, tazas decoradas y postales; las cuotas de los estudiantes, y el material que ellos mismos surten a sus alumnos  como soportes, bastidores, caballetes y mamparas, sostienen el taller que se ubica a unos pasos del muelle municipal.
De acuerdo con los ingresos del taller, el principal componente son las colegiaturas que pagan los extranjeros por las clases que reciben cuando llegan a vacacionar a Zihuatanejo. El grupo más compacto y numeroso es el de los canadienses, seguidos de los norteamericanos. Los estudiantes locales han llegado a sumar hasta veinticinco por semana, contando con un número importante de nuevos valores formados en el taller. Todo eso sin ningún apoyo oficial.
artenativozihuatanejo.com

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