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Se recrudece la pobreza en la comunidad de Cochoapa luego del temblor del martes

Rosendo Betancourt Radilla

Cochoapa, Ometepec

La pobreza en que viven los ñomndaa (amuzgos) de la comunidad de Cochoapa en el municipio de Ometepec, se vio recrudecida el martes pasado cuando un temblor derrumbó sus casas, sus sueños y las esperanzas de progreso de la mayoría.
Con 30 casas destruidas totalmente y 500 dañadas, los habitantes de esta comunidad, antes reacia a recibir foráneos, ahora se abalanzan sobre ellos con su credencial de elector en mano para pedirles que los ayuden a reconstruir sus casas, a conseguir algunos trastes, a conseguir algo de comer, les urge la ayuda.
Son los casos de Roberta Santiago de la Cruz, Liberada Benito Hernández,Concepción Domínguez, Cristina Martínez Santiago y Filogonia Acosta Geranio.
Pero la ayuda no llega, pues explican, no es tiempo de ir a votar, si así fuera los candidatos estarían volcados en la comunidad, con despensas, dinero y camionetas para trasladarlos a las casillas.
Las historias detrás de esta comunidad de cinco mil habitantes son muy variadas y todas están marcadas por el violento movimiento de la tierra que adornó, de manera macabra, sus calles con lo que antes era el tejado, la puerta, la pared, o en algunos casos, la casa entera que fue reducida a escombros.
Así, cada paso que dan, les recuerda la tragedia que acaban de sufrir y de la que no ven salida, pues la mayoría ahora tiene que dormir a la intemperie, entre sus guajolotes, pollos, puercos, perros y gatos que son el común denominador en las casas que se visitan.
El matrimonio de Abel López Felicitas y Florina Santiago Apolonio perdió la mitad de su casa, ahora, duermen con sus cuatro hijos (de ocho, siete, cuatro y un año) sobre sus dos camas en el frío de la noche, tapados con dos pares de delgadísimas sábanas y cuidados por un par de flacos perros, uno amarillo y otro blanco.
El día del temblor, cuenta Florina, ella fue a la primaria por dos de sus hijos acompañada de la niña de cuatro años, en su casa dejó a su bebé quien era cuidado por su sobrina de ocho años, “empezó a temblar y no paraba y cada vez estaba más fuerte, salí corriendo pensando en que le iban a caer encima las paredes pero cuando llegué mi sobrina ya se lo había llevado al monte, para cuidarlo”.
Asegura que a ella, como a la mayoría de la gente la salvó que el temblor se haya presentado a las 12 del día pues estaban ocupados en tareas fuera de la casa.
De su casa, quedó la mitad, el resto yace en una barranca a unos 5 metros, pues está construida en el filo de la misma; la mujer, como la mayoría, anda descalza sobre polvorientas calles sin pavimentar y hace lo posible por conseguir alimento para sus hijos, pues el padre de estos, ahora tiene que trabajar extra como peón de albañil para reconstruir su casa, 10 años de trabajo.
Ofelia Merino, Benita de la Cruz Silverio, Nicolás Ortega Valdivia, Jesús Ramos López, Miguel Ambrosio Vargas, Domingo Sánchez, Concepción Montalván, Ángel Guzmán, Cirila Torres López, Soledad Álvarez, Josefa Benito y Magaly Nicolás Benito, son jefes y jefas de familia que están buscando, cómo salir del fondo del profundo hoyo de la pobreza al que los regresó el temblor y del que sentían que ya salían luego de décadas de trabajo.

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