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Vinieron a avisarme que me tengo que salir, pero no me dijeron a dónde ni si me van a pagar la renta

La noche del 15 de septiembre, doña Claudia Remigio Guzmán, se la pasó con “el Jesús en la boca”. No recuerda cuántas veces salió a lo que queda de su patio por temor a que las fuertes lluvias de la tormenta tropical Manuel provocaran un derrumbe y se llevaran su casa y, por consiguiente, a sus dos hijos y a ella.
La indígena me’phaa, originaria de El Camalote, municipio de Ayutla, vive en la parte baja de la Comunidad Indígena Emperador Cuauhtémoc, al sureste de Chilpancingo, ya cerca de Petaquillas.
Allí, la empresa constructora Jomar, hizo un corte del cerro de más de 12 metros de alto y dejó sólo un espacio de menos de 2 metros entre el voladero y la casa de Claudia. Consecuencia de ello ya en las lluvias pasadas un derrumbe se llevó su baño, y ahora, después de la tormenta Manuel, se han abierto grietas hasta la mitad de su casa.
“Mire, asómese acá afuera hasta dónde me dejaron el patio, pide la mujer, quien apenas da dos pasos y se asoma hacia el voladero, sujetándose con la mano derecha de un poste de madera plantado casi a la orilla.
El corte que hicieron los trabajadores de Jomar fue para construir abajo las casas del fraccionamiento Río Azul, que fueron vendidas a trabajadores de dependencias federales que cotizan al Fondo para la Vivienda del ISSSTE (Fovissste).
Igual que sus vecinos de abajo, doña Claudia fue notificada por el subsecretario de Protección Civil del gobierno del estado, Constantino González García, y por el Ayuntamiento de Chilpancingo, el 29 de septiembre que debe desalojar su vivienda por el riesgo que corre.
“¿Pero yo a dónde me voy?, no tengo a dónde irme, nomás vinieron a avisarme que me tengo que salir pero, no me dijeron a dónde y si me van a pagar la renta”, dijo.
La casa de la indígena me’phaa contrasta con las de sus vecinos de Río Azul. Las de éstos son de dos plantas, tienen tres recámaras, dos baños, concina, comedor garaje, y la suya es de tablas viejas, una parte del techo es de lámina de cartón y la otra galvanizada, y solamente es de dos piezas; un cuarto donde duerme con sus hijos y la otra que le sirve de concina y sala.
A  un mes de la tormenta tropical, doña Claudia, a pesar del riesgo, seguía el 14 de octubre habitando su casa porque nadie le había indicado a dónde debía irse, “no es que no me quiera ir, lo que pasa es que no tengo a dónde”, dijo. (Zacarías Cervantes / Chilpancingo).

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