Periódico con noticias de Acapulco y Guerrero

Moisés Alcaraz Jiménez

¿Hacia la calidad de la democracia?

 

 

En asuntos de elecciones no hay nada que festejar, el panorama es verdaderamente lamentable y algo tenemos que hacer como sociedad pensante para no dejar que la política se siga nutriendo de los más incapaces y a la administración pública sigan llegando los menos aptos para gobernar.

En el actual proceso electoral en particular ha crecido exponencialmente el número de aspirantes a ocupar un cargo de representación dentro de un mar de mediocridad y de estancamiento de la profesionalización y capacitación de la deplorable clase política que tenemos, siempre con contadas excepciones.

En ese contexto es donde se abren camino los más astutos para ocupar los cargos de elección que resultan ser los más abusados para asaltar la arcas públicas, que nunca son los más capaces ni para dirigir un buen gobierno ni para legislar para el progreso.

En el proceso electoral en marcha las señales que los partidos y los aspirantes mandan a la sociedad es de desorden llegando al caos en algunos casos, corrupción en la elección de candidatos, peleas encarnizadas en una lucha donde nadie respeta ni sus propias reglas y sus estatutos son letra muerta a la luz de la mirada de todos, donde el nuevo paradigma: las encuestas para la elección de candidatos, nacieron en estado de putrefacción y rápidamente se volvieron el instrumento más ruin para el fraude al interior de los partidos.

Los candidatos que surgen de esos corrompidos procesos internos lo hacen sin calidad moral, en el más atroz de los desprestigios, sin credibilidad ni confianza de nadie en ese creciente distanciamiento de sociedad civil y clase política, fenómeno que invariablemente se suma a los factores que provocan que el ciudadano no vote. No es extraño que de ese entorno sigan emergiendo candidatos de bajísimo perfil, sin compromiso social, sin programa, sin proyecto y, más aún: sin principios y ubicados en el extremo del pragmatismo.

La sociedad ha dejado la política en manos de los políticos, siendo esta actividad fundamental para el desarrollo humano y la sana convivencia. En política todos deberíamos participar, cuando menos reflexionando nuestro voto o estando atentos a los asuntos de interés público. Pero no es así, un sector muy importante de la sociedad está indudablemente politizado; sin embargo, el grueso de la población se mantiene indiferente o reniega de la política y de los políticos que monopolizan las estructuras del poder ante esa indiferencia social.

Para César Casino existe en México una sociedad políticamente desarrollada, pero es la clase política la que la mantiene subyugada e inhibe su participación más abierta en la política. Para éste politólogo la sociedad ha avanzado políticamente no con el apoyo de la clase gobernante, sino a pesar de ella.

De la sociedad civil guerrerense indudablemente han surgido liderazgos naturales que se desarrollan y consolidan por la limpieza con la que se conducen. Pero la actividad política de Guerrero no se nutre de ese tipo de liderazgos. La cultura de la protesta o del reclamo social en Guerrero, que muchos confunden con desarrollo político, se alimenta en buena medida de verdaderos sinvergüenzas traficantes de la necesidades de una población hundida ancestralmente en la miseria, pseudolíderes altamente descompuestos que han encontrado su forma de vida en la invención de movilizaciones ficticias que negocian a cambio de dinero.

Cuando las llamadas precampañas terminen iniciarán las campañas propiamente dichas que se han convertido en campo muy fértil y sumamente lucrativo para empresas y despachos del llamado marketing político. Se trata de jugosos negocios que viven del engaño a lo que esas empresas llaman el “mercado electoral”.

El marketing es una actividad traída a la política desde el campo de la publicidad comercial por expertos vendedores de productos chatarra. Con esas mismas técnicas y sofisticados procedimientos esos expertos expendedores de basura han encontrado la forma de vender al electorado a los candidatos más infames, indeseables y desvergonzados que se convertirán después en factores de más atraso, subdesarrollo y abandono. Los congresos de los estados y el federal se están alimentando de esa clase política que se vende al ciudadano a través de los más diversos medios de comunicación como las papitas y los refrescos.

Así nunca podremos legislar para el progreso o aspirar a tener buenos gobiernos, ni podremos hablar de calidad de la democracia, como ocurre en los países de mayor desarrollo político. Aquí todavía a través del marketing los poderes fácticos con el monopolio televisivo a la cabeza nos imponen no al mejor candidato, sino al que ellos quieren por ser útil a sus intereses.

 

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Twitter: @MoissAlcarazJim

 

* El autor es director estatal de Gobernación

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